En cualquier balance afectivo e intelectual (juntos o separados) que hagamos en América Latina y el Caribe, encontraremos a Cuba como referente infaltable y como deuda impagable. No son pocos los protagonistas políticos, intelectuales o artísticos que no tengan, en su vida y obra, una fuente referencial originaria de Cuba. Quienes crecimos con la Revolución, que supimos de ella con sus victorias y sus tropiezos, tenemos la ganancia especial de su ética de su resistencia expresadas en todas sus batallas. Cuba nos enseñó la importancia del ser y el hacer revolucionario a pesar de todos los pesares. A pesar, incluso, de las diferencias y las indiferencias. Cuba estuvo y Cuba está ahí, siempre firme. Entiéndase aquí el concepto Moral como lo entendía Sánchez Vázquez: https://marxismocritico.com/2015/03/12/moral-y-politica-adolfo-sanchez-vazquez/
Es inimaginable la “izquierda latinoamericana” sin la influencia, desigual y combinada, que Cuba implica en la hora de entender el presente continental y las tareas del futuro inmediato. Es inimaginable la “Patria Grande” sin el fulgor revolucionario de Cuba en las horas decisivas para la unidad continental y en las horas cruciales de las luchas “particulares”.
No es sólo la figura de Fidel (por sí sola una herencia monumental de teoría y práctica), no es sólo el papel de Raúl, estratega y soporte de mil tareas; no es sólo Camilo y el Ché con la didáctica de la acción sin dobleces… es también “Casa de las Américas”, es la Revolución Agraria y la Urbana. Es la Revolución de la Salud y de la Educación, la Revolución de la Ciencia, la Revolución de la Filosofía, la Revolución de la Poesía y de la Canción… la resistencia y la inteligencia para vivir viviendo la dignidad. Y nada de esto sin debates, sin dudas o sin reconsideraciones.
Así, aprendimos que el amor a Cuba (entre otros “requisitos”) incluye el odio al bloqueo; que no se puede hablar de Cuba sin un balance preciso de lo que ha perdido (lo que le han arrebatado en lo objetivo y en lo subjetivo) por el “embargo”. No se puede, no se debe, hablar de Cuba sin una estimación correcta del valor moral que representa, casa por casa, poner cara a todas las adversidades y defender organizadamente la praxis revolucionaria contra toda la ofensiva económica, política y mediática que no se ha detenido, ni un segundo, desde el triunfo de la Revolución con sus “barbudos”.
Y también, bajo los acosos de todo tipo, Cuba desarrolló su proyecto democrático decidida a fijar parámetros propios y a jugarse la vida política en diferenciándose de todos los formatos hegemónicos y de cierta incapacidad pertinaz de algunos para entender otras formas de la vida democrática, en las condiciones históricas concretas, sin los formularios predominantes. También en esto le ha llovido metralla con algunos “misiles” de “fuego amigo”. En todo caso es un debate abierto… como debe ser.
Cuando se habla de la economía cubana concurre toda suerte de valoraciones, especulaciones y equivocaciones. Juntas o por separado. Algunas, con cierta suficiencia doctoral, se sienten habilitadas para desplegar sus recetarios teledirigidos para constituirse en autoproclamados Mesías de las soluciones perfectas. Al otro lado de la irracionalidad abundan los que sueñan una Cuba “abierta de par en par”, claudicando soberanía y principios socialistas. No faltan los “términos medios”, componedores o conciliadores, que suponen posible un poquito de capitalismo y un poquito de socialismo para un coctel moderado plagado con espejismos y trampas. Pero es potestad y prerrogativa del pueblo cubano indagar y probar toda suerte de soluciones que, en las condiciones concretas y sin acostumbrarse a ellas, garantice los requisitos indispensables para una vida buena y digna sin rescindir principios y sin abandonar la lucha por el socialismo. “Con la Revolución todo, contra la Revolución nada”. Y el imperio a unos cuantos kilómetros.
Así que uno no puede ni debe quedarse indiferente, o sólo expectante, ante el proceso electoral cubano con todo lo que eso implica y con todo lo que eso nos involucra. Es, aunque algunos no lo sepan o algunos no lo quieran, también un proceso de trascendencia continental e histórica, que reclama a los pueblos atención y solidaridad patentes desde cada rincón y hasta los corazones ejemplares del pueblo revolucionario de Cuba. Es preciso un acuerdo político desde las bases, para explicar, paso a paso, lo que en Cuba sucede (y suceda) y es imprescindible una acción comunicacional organizada que deje saber a los cubanos cómo sentimos y vivimos sus decisiones cruciales con la envergadura y la vigencia de la Revolución cubana… Revolución amada, también, nuestra.
La única expresión válida para Cuba es la participación internacionalista y enérgica de los trabajadores, de su pueblo. Su intervención directa en los problemas que se suceden sin cesar y el fortalecimiento de las fuerzas e instrumentos para organizarse, siempre con base en métodos de formación avanzada. Dar vigor renovado a las asambleas, los consejos obreros y distritales sin privilegios ni burocratismos. Profundización de una democracia viva y directa, ejercida como expresión que esculpe la historia y del partido para no reducirse a la sola elección de personas y coyunturas. Que el pueblo gobierne al pueblo, de manera masiva y trasparente en elecciones periódicas y con un programa dinámico capaz de disponerse, desde su método, a perfeccionarse permanentemente. Democracia contra el bloqueo y los errores, democracia dialéctica de una Revolución cultural y educacional, convertida en sufragio y viceversa, democracia participativa y protagónica de escrutinio permanente en todos los niveles. Consulta seria y organizada en todos los ámbitos de la política económica y la práctica sistemática de la voluntad colectiva.
Cuba es una insurrección de dignidad permanente convertida en didáctica serena, consejera de ideas y de acción vivificante. Es un puente tendido entre la Revolución de un pueblo decidido a ser libre y las luchas que se miran en su espejo para madurar sus rebeliones. Cuba es más grande que el bloqueo, que todos los bloqueos, porque se hizo de cimientos históricos propios para perpetuarse en su renovación empecinada de futuro. Porque, lo dicho, a pesar de todos los pesares, de las agresiones y los atropellos, ahí está Cuba con su bandera Socialista al viento agitándose bailarina y saludo, de cara a la historia y de la mano de los pueblos que, con los pobres de la tierra, ha querido echar su suerte. Voluntad férrea, Cuba hermana, bastión de moral en pie de lucha. (Tomado de Telesur).