El 25 de enero de 1916, salió a la calle el primer número de la revista Social (1916-1933; 1935-1938), dirigida por el caricaturista, periodista y editor cubano Conrado Walter Massaguer. A la distancia que propicia el aniversario 104 de este hecho editorial, el citado mensuario bien puede considerarse entre los más notables e influyentes del ámbito mediático hispanoamericano de la primera mitad del pasado siglo.
I
Massaguer edita Social después de colaborar durante tres años con Laureano Rodríguez Castells en la publicación de la revista Gráfico (1913-1918). Según Massaguer, “inolvidable amigo, pero equivocado en asuntos editoriales”. Sobre la base de esta experiencia y la que había acumulado en sus años de estudiante en los Estados Unidos de Norteamérica, por entonces, uno de los centros de la vanguardia gráfica de la época, concibió su nueva empresa editorial. Así lo da a saber, cuando habla de la imprenta ubicada en Cuba y Amargura, “donde me hacían bastante bien la revista tal como la concebí después de estudiar las neoyorquinas”. En Social, Massaguer hará evidente su interés por un diseño gráfico más atractivo y contemporáneo, que se resumirá en un novedoso diseño de portada y de páginas, en las cuales predominará un amplio despliegue visual sobre la base de la fotografía, la ilustración artística y la caricatura.
En principio, como su título lo indica, la revista le dio un peso mayor a las actividades sociales de las clases dominantes; pero ello solo fue una estrategia mediática transitoria de nuestro caricaturista-editor. Su real propósito era hacerse de una base económica lo suficientemente estable, que le garantizara una real autonomía con vista a encaminar la publicación hacia empeños culturales mayores, ya que al igual que una parte importante de la nueva intelectualidad republicana, Massaguer entendía la educación como la vía primera de todo mejoramiento social del país. En esta perspectiva, no fue casual que en una primera etapa del mensuario, sus contenidos se dirigieran a un público lector pudiente, en particular, a las féminas de las clases media y alta, con una tradición cultural arraigada en la lectura desde la época de la Colonia.
Y no erró Massaguer. De ahí que en el segundo número de Social, el correspondiente al mes de febrero, sean las mujeres las primeras en darle la bienvenida al mensuario. Y entre estas, algunas pertenecientes a la estirpe de las buenas escritoras, como Blanche Zacharie de Baralt, autora del libro testimonio El Martí que yo conocí. Escribe la Baralt: “Creo que La Habana es proporcionalmente a su población, una de las ciudades que cuenta con el mayor número de periódicos; de modo que al surgir uno nuevo pudiérase poner en duda su utilidad. Pero, a pesar de esa plétora, el primer número de Social despertó aquí verdadero entusiasmo. Y se comprende. Bastaba hojearlo para darse cuenta de que llenaba un vacío, que correspondía a una necesidad de este medio ambiente. La belleza de la publicación, su factura, su originalidad, su elegancia, su buen humor, junto con su información fidedigna y sus artísticas ilustraciones, todo concurría a asegurar un completo e indiscutible éxito. La sociedad habanera ha encontrado su órgano oficial y el Sr. Massaguer está de pláceme por haber concebido y realizado tan feliz idea. Social confirma el aforismo inglés: There’s always ruom at the top”.
A menos de un año de salir Social, y dada la buena acogida del público –lo que corrobora la constante subida de las ventas por sobre los tres mil ejemplares de la tirada inicial–, Massaguer se dispone a correr un nuevo riesgo: poseer imprenta propia y hacer toda la revista fotolitografiada ―nombre con el que se conocía entonces el sistema de impresión indirecta offset―. Con este propósito parte para Nueva York a fines de 1916, recomendado por influyentes amigos habaneros a la banca germana Müller-Schall de William Street. Sus relaciones y capacidad para relacionarse son puestas a prueba, y sale airoso: hace una compra inicial por cuarenta mil dólares, de los cuales pagó una parte. De regreso a La Habana, la búsqueda de local y personal, el montaje de las máquinas y otros equipos, y la puesta en marcha de los mismos antes del nuevo año, le permitirá al número de enero de 1917 hacer de Social la primera revista del mundo impresa en su totalidad en offset, aun cuando la sociable prosa massagueriana lo exprese como un comentario más de salón: “Ahora, allá, en la aristocrática barriada del Cerro, en la amplia y señorial casa de los Jorrín, hemos montado nuestras oficinas y establecido nuestra imprenta y talleres, que son los del flamante Instituto de Artes Gráficas”.
II
En solo un año y meses, Massaguer no solo impone una nueva línea editorial en el ámbito mediático habanero, sino que logra la deseada autonomía económica que le garantiza la adquisición de una tecnología de punta para su empresa editorial. Los primeros e importantes pasos para convertir a Social en una revista de vanguardia están dados. Los próximos estarán encaminados a los nuevos contenidos a incorporar en las páginas de la revista. Con tal propósito, incorpora a su proyecto editorial al viejo amigo y escritor costumbrista Emilio Roig de Leuchsenring, quien asumirá el cargo de Director literario. En 1919 Roig realizará un periplo por Europa, con el propósito de ganar colaboradores para la “extraterritorialización del mensuario”. En tanto, Massaguer lanza la revista para niños Pulgarcito (1919-1920) y el semanario Carteles (1919-1960), en copropiedad con su hermano Oscar. Carteles será el primer semanario a nivel mundial en imprimirse en su totalidad en offset, con lo cual Cuba se anticipó dos años a Estados Unidos e Inglaterra. En 1921, crea Cinelandia, cuya portada se caracterizará por presentar la imagen de un actor o actriz de cine caricaturizado por Massaguer; aunque, finalmente, se impuso la foto a color.
Para entonces, Social, por sus contenidos artísticos, históricos y literarios, sus novedosas secciones de moda femenina y masculina, diseño de interiores y deportes, entre otras, aunado a un despliegue fotográfico e ilustrativo, así como a un diseño gráfico y tipográfico de vanguardia, empieza a rebasar las fronteras nacionales, para ubicarse entre las primeras revistas en lengua española del ámbito mediático hispanoamericano. En este sentido, la década del veinte será ejemplar. He aquí, grosso modo, algunos de los hechos que la harán una revista de culto en este decenio. Serán colaboradores de Social seis premios Nobel de literatura y uno de Medicina, a los que sumará las plumas más ilustres de la literatura hispanoamericana y española de su tiempo, sin que faltaran de otras culturas tan distantes de la nuestra como la hindú, en la figura de Rabindranath Tagore.[1]
Sin embargo, la importancia de los colaboradores no impidió que, en igualdad de jerarquía gráfica con escritores ya reconocidos como Miguel de Unamuno o Valle Inclán, se dieran a conocer un número de poetas y escritores noveles cubanos. A saber: José Zacarías Tallet, Rubén Martínez Villena, Jorge Mañach, Alejo Carpentier y Juan Marinello, entre muchos otros. De este grupo, los más viejos eran Roig y Massaguer, que no rebasaban los treinta años de edad. Otro tanto sucedió con noveles ilustradores y diseñadores gráficos como José Manuel Acosta, Gustavo Botet, Rafael Suris y P.A. Valer, quienes crecieron profesionalmente junto a colaboradores ya reconocidos como Rafael Blanco, Jaime Valls y Enrique García Cabrera, sin obviar a Massaguer. No es casual que Social se convirtiera en órgano del primer movimiento de la vanguardia artística y literaria cubana del pasado siglo: el Minorismo, fundado en 1923 por tales escritores, artistas y diseñadores, y que de este movimiento salieran los que fundaron la Revista de Avance cuatro años más tarde.
Corresponsales de Social en Madrid, fueron el mexicano Alfonso Reyes y el cubano Alfonso Hernández Catá; en Lima, José Carlos Mariátegui y en París, Alejo Carpentier, para no hacer extensa la lista. Por si fuera poco, en su concepción visual y en los contenidos publicados, Social pasó por alto tanto los prejuicios que le daban a las manifestaciones gráficas la categoría de arte menor, como los existentes entre periodistas y escritores. En las decisiones de Massaguer y Roig, solo prevalecía “el mejor”. Lamentablemente, tales prejuicios y criterios de grupos relativos a la trayectoria socio-cultural de Massaguer, también estuvieron presentes en los que dieron en señalar a la Revista de Avance, y no a Social, como el primer órgano impreso de la vanguardia artística y literaria del país. No obstante, es válido recordar la posición de Massaguer en cuanto a su crítica sistemática a la dictadura del general Gerardo Machado, que lo llevó a tomar el camino del exilio, desde donde continuó colaborando con su revista. A la caída del dictador en el verano de 1933, Massaguer regresó a Cuba. En 1935 reeditó Social; este segundo período de su publicación insignia solo duró tres años, concluyendo en 1938. Los tiempos eran otros.
III
Massaguer fue un defensor temprano de Cuba como principal destino turístico del Caribe, y uno de los más destacados caricaturistas a nivel mundial del pasado siglo. Fue el primero en hacer un dibujo de Charlot, el inmortal personaje de Charles Chaplin, para la televisión estadounidense; su nombre está inscrito en el Salón de la Fama de los gráficos en Nueva York. Creó el primer Salón de Humorismo de Cuba y, probablemente, de América, inaugurado el 3 de noviembre de 1921. Mientras que su libro de caricaturas Guiñol, publicado en 1923, inicia este género editorial en el país, donde caricaturizó las más notables personalidades de la política, la literatura, el arte y el deporte en Cuba y el mundo occidental. En 1959, da a la imprenta ¿Voy bien Camilo?, que sería su último libro de caricaturas y el primero alusivo a los protagonistas de la Revolución cubana triunfante. En el mismo está presente la primera caricatura profesional hecha al Che, la cual tiene por referente una de las fotos que le tomara en su despacho de La Cabaña, el fotógrafo de su columna, Perfecto Romero.
El caricaturista Juan David, antes de viajar a Italia para asumir el cargo de agregado cultural de la embajada de Cuba en este país, visitó a Massaguer en su casa de 11 y 8 en El Vedado. Massaguer ya estaba enfermo, y Juan David quiso despedirse del caricaturista que había sido su mentor en aquel año de 1936, recién llegado a La Habana procedente de Cienfuegos. Y cuál no fue su sorpresa, cuando Masaguer le manifestó su interés de volver a publicar Social. A no dudar, con este sueño murió el 8 de octubre de 1965; tenía 76 años de edad. El periódico El Mundo, donde se había iniciado como caricaturista deportivo en su juventud, le dedicó una breve nota. Cabe destacar, por último, que Massaguer siempre se sintió orgulloso de ser cubano, incluso, lo dio a saber cada vez que lo requirió la ocasión. Por todo lo dicho hasta aquí, y por todo lo que queda por decir, aún estamos en deuda con él. Hasta la gráfica siempre.[2]
[1] Ver: Jorge R. Bermúdez. “Colaboradores de Social”, en Massaague : República y Vanguardia. Ediciones La Memoria, Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, La Habana, 2011, p. 255 y ss.
[2] En 1998, en la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Habana, fundamos la Cátedra de Gráfica “Conrado W. Massaguer”, y en 2011, publiqué el antes citado ensayo biográfico Massaguer, República y Vanguardia, fuente del presente texto.
Hola
Espero que todos se encuentren gozando de perfecta salud
Estoy interesado en entrevistar al señor Jorge R. Bermudez.
Me llamo Luis Ruiz Noguez y vivo en la Ciudad de México
Saludos