Por Gretta Espinosa Clemente
La charla fue pactada como entrevista para hablar sobre Melaíto, sobre su trayectoria en la publicación, y también de todo aquello que él consideraba importante para dibujar… y hacer reír. Lo convencí de la entrevista porque yo investigaba sobre la caricatura del suplemento humorístico villaclareño para mi ejercicio de Tesis de Maestría y necesitaba dialogar con sus hacedores.
En el salón ocupado por Melaíto, en la sede de la editora Vanguardia, intercambiamos, en noviembre de 2014, durante un buen rato sobre el humor gráfico, el significado de la mochita como símbolo gráfico de la publicación, el suplemento humorístico en la década del 70, en el período especial, y luego en los dos mil.
Hablamos de todo un poco, y me mencionó por supuesto, otros fundadores de la publicación como el cienfueguero Douglas Nelson, “el Chispa”; ya fallecido, y el gran Pedro Méndez, a quien tuve el privilegio de reencontrar en la última Bienal del Humor de San Antonio de los Baños.
A Roland le brillaron los ojos cuando mencionó la solución para que Melaíto siguiera en pie tras el reordenamiento editorial de que fueron objeto las publicaciones durante el Período Especial. “Hacíamos tiritas en el periódico Vanguardia y exposiciones en las vidrieras de las tiendas aquí en Santa Clara”, me dijo y esas palabras quedaron en el informe de mi tesis como uno de los momentos más bellos en la historia del suplemento. Para su regocijo, cuando hablamos en noviembre de 2014, Melaíto salía, desde el mes de septiembre de ese año, con frecuencia bimensual.
Al preguntarle sobre personajes creados por él para la publicación, me dijo, y cito textual “Cuando la época de los hippies, yo tenía uno que se llamaba “Totó”, que satirizaba un poco esa tendencia, pero con mucho respeto.”
En coherencia con el propósito de mis estudios de postgrado (determinar cómo reflejaba Melaíto los problemas económicos y sociales de Villa Clara y del país), indagué sobre la manera en que él y sus colegas escogían los temas, los trucos para dibujar, y —me obsesionaba esto último— la fórmula para llegar al público. “Es que nuestro humor es por esencia crítico, si no hay crítica no hay humor, al menos en el caso de la caricatura, porque el chiste por el chiste es un empleo mediocre del humor. ¿Para qué se tiene una publicación humorística?: además de para hacer reír a la gente, para entretenerla, debe hacerla pensar,” me aseguró Roland aquel día.
Quedó guardado en mi informe otro presupuesto del caricaturista genial que fue, sobre el caldo de cultivo del que se nutría para elaborar el chiste. Para hacer reír — me dijo Roland— me baso “en lo que comenta la gente en la calle, y lo que pasa en Santa Clara es lo que pasa en Cuba entera, con algunas peculiaridades quizás, pero es así, es la cotidianidad. El pueblo lo que busca en el humor, como en todo medio comunicativo, es que se vean reflejados sus problemas, y por eso nosotros estamos al tanto de las cosas, y se nos acercan personas que sugieren temas, por eso para hacer caricaturas nos es imprescindible la relación con el público, con el lector.”
Atesoro también, para mi suerte, muchas caricaturas de su autoría en los anexos de la investigación académica. Allí están, junto a las Pedro Méndez y Alfredo Martirena, también entrevistados. Las de Linares, otro genio del humor en Cuba. Cuando en algún espacio he socializado aquellos apuntes sobre Melaíto, la caricatura villaclareña y sus hacedores, siempre dejo explícito el agradecimiento a los humoristas cubanos, por su inmensa seriedad. En ese catálogo permanecerá escrito, para la posteridad, el nombre de Rolando González, para todos, Roland, un dibujante del más alto calibre.
*Periodista de Radio Ciudad del Mar, en Cienfuegos