Si el rey Salmán de Arabia Saudita, pese a las cercanías con la Casa Blanca, acoge con suspicacias el plan para Palestina y confirma su apoyo “inquebrantable” al despojado pueblo, algo no anda bien en la propuesta rimbombantemente calificada por Donald Trump como “El acuerdo del Siglo”. Ese apelativo presupone que en los próximos 80 años no habrá nada inspirador, pese a la cantidad de problemas pendientes de reparación. Resulta amargo, angustioso, exasperante que nos deparen tan magro destino.
Pero veamos. El Ministerio de Relaciones Exteriores saudita pidió negociaciones directas entre Israel y los palestinos. El proyecto fue elaborado a espaldas, sin la participación de los principales afectados, tanto en el pasado, como en la actualidad y el futuro.
Algo parecido plantea Rusia, donde pese a la visita de Benjamín Netanyahu, quien viajó a Moscú desde Washington, el Kremlin dijo que es imprescindible escuchar la posición de las autoridades y pueblo palestinos.
La Liga Árabe, reunida de urgencia, planteó que el plan Trump viola los derechos del pueblo que avasalla, agrede y ocupa.
Amnistía Internacional (AI) se opuso sin atenuantes a que sea implantado tal engendro, considerando que contiene violaciones a la legalidad internacional e ignora los legítimos derechos de la parte afectada.
El responsable de AI para Medio Oriente, Philip Luther, dijo. “Durante más de medio siglo de ocupación, Israel ha impuesto un sistema de discriminación institucional contra los palestinos, negándoles derechos básicos y el acceso a reparaciones efectivas por esas violaciones. El acuerdo equivale a respaldar estas políticas brutales e ilegales”.
Entre los diversos ejemplos que citó y han sido tomados por ONG de casi todos los colores, se encuentra la prohibición de retorno para los 5 millones de palestinos forzados a huir de su suelo por los invasores, fuere por la usurpación de tierras y bienes, como por el acoso a través de muros, controles militares o ataques directos, como los ocurridos en la Franja de Gaza.
Pretenden la Casa Blanca y Tel Aviv, legalizar, en favor de Israel, los territorios ocupados. Privan a los despojados hasta de la facultad para procesar denuncias ante los atropellos y operaciones injustas, censurados por cualquier constitución del mundo.
Por eso fue inmediata la reacción de la ONU, desde donde su secretario general, Antonio Gutérres, dijo que lo único válido para este viejo problema, es lo aprobado en la Asamblea General del organismo, determinación reiterada en más de una oportunidad por la mayoría de las naciones y que contempla la devolución de lo arrebatado y la creación de dos estados en paridad.
Se refirió, además, al pretendido sionista de quedarse con el Valle del Jordán, algo que privaría a los palestinos no solo de 105 kilómetros de largo y 160 000 hectáreas de extensión, sino al mismo tiempo, de recursos hídricos con enorme importancia en un área semidesértica. Esa locación genera cientos de millones a Israel solo contando con el cultivo de dátiles cosechados por los colonos judíos.
Israel se apropió ya del 77,5% de esa superficie donde los palestinos tienen prohibido entrar y sufren desalojos y demoliciones de casas y propiedades. En el poco terreno con que cuentan habita alrededor de 65 000 de ellos, constreñidos por el dominio israelí que ha militarizado el área so pretexto de proteger “sus fronteras”. Esta no lo es, según estipulan los convenios establecidos por la comunidad internacional con posteridad a la guerra expansionista de 1967.
El Plan Trump tiene numerosos aspectos criticables y de gigantesca parcialización en favor de sus amigos, pero solo estimando este trozo de tierra estratégica, se estaría restando a sus legítimos dueños del 30% de Cisjordania, y como cubre buena parte de la frontera con Jordania, a ese país también le inquieta el después.
El 56% del Valle tiene uso exclusivamente militar y en la última etapa se incrementó el número de efectivos y medios, en tanto el premier israelí aseguraba que si era reelegido anexaría por entero también ese pedazo robado. No es una aspiración reciente. En diferentes momentos de su larga trayectoria política, lo viene diciendo. Su principal contrincante para los cercanos comicios, Benny Gantz, también desea hacerse con el preciado enclave. No se sabe si por convicción o para descolocar al actual primer ministro. Luego el peligro no cesa con el agresivo y corrupto jefe actual de gobierno.
Estados Unidos, la administración Trump, quiero decir, decidió cambiar las apreciaciones sobre el auge de los asentamientos judíos, afirmando que no constituyen delito, dándole licencia a Israel para continuar la colonización israelí de suelo ajeno.
Este es uno de los ángulos controversiales y puede que fuente para nuevos problemas. Si a Jordania le preocupan los actos de su vecino, es de imaginar que tras la artimaña de la fórmula Trump, también anida la sustracción de los Altos del Golán sirio, donde se ha descubierto petróleo y, violando normativas sobre sitios en litigio, hay empresas gestionando el oro negro y otras riquezas de ese espacio igualmente robado por Israel.
Que Egipto tampoco considera apropiado el designio, o Turquía -también en contra- recuerde el significado de los sitios en disputa para las tres grandes tendencias confesionales monoteístas, añade circunstancias de peso a lo que debe tener justo tratamiento.
Trump se cree emperador del universo y actúa de forma muy irresponsable, desde un poder significativo, con el empleo de sanciones, chantajes o amenazas, en calidad de armas adicionales para someter. Eso a nadie conviene. Ni siquiera a quienes se lo aceptan.
Trump y Netanyahu, “Dios los cría y el diablo los junta ,como a sus dos hijos predilectos. Muy buen comentario de la analista en temas internacionales Elsa Claro