El Apóstol convocó. Para homenajear su 167 aniversario llegó este 28 de enero a la sede nacional de la Unión de Periodistas de Cuba (Upec) el Doctor en Ciencias Históricas Pedro Pablo Rodríguez; porque como expresó Ricardo Ronquillo, presidente de la organización, para congratular a una persona especial se requiere de otra persona especial.
Muchas son las credenciales que avalan al investigador, en torno a la figura histórica y su impronta. Pero, dos de peso —apuntadas por Ronquillo— son las de periodista y revolucionario.
Pedro Pablo Rodríguez, director general de la edición crítica de las Obras completas de José Martí, señaló que en esta ocasión la celebración del natalicio se desenvuelve en condiciones particulares, debido al ultraje a que fueron sometidos algunos de los bustos del apóstol a inicios del año.
Asimismo, destacó que desde el triunfo de la Revolución la imagen del héroe ha estado en el centro de la batalla ideológica, pues los detractores del proceso se aferraban al criterio de que Martí no era comunista. “Y, en realidad, los líderes de la revolución cubana nunca lo presentaron como tal. A Fidel Castro jamás le pasó eso por la cabeza; es más, lo recalcó muchas veces”.
El también Premio Nacional de Ciencias Sociales explicó que la clave estuvo en la tarea de Fidel de sustentar la Revolución en su propia historia, en sus valores, junto al de otros exponentes del pensamiento cubano más avanzado que le antecedieron, independientemente de cuánto pudiera tomar de otros puntos de vista y filosofías.
Para él, ello se sintetiza en una frase de la luchadora clandestina anti batistiana Haydée Santamaría respecto al asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, bastante popular en esa época, y al parecer olvidada: “Allí fuimos siendo martianos. Hoy somos marxistas, pero seguimos siendo martianos…”.
Rodríguez enfatizó en que en muchas ocasiones se olvida que el Apóstol fue un ser biológico y, precisamente, su grandeza y universalidad perenne radican en la capacidad de entregarse, en toda la dimensión de su humanidad, a la causa de la liberación cubana del dominio español.
“Martí no estaba satisfecho con los elementos negativos de los seres humanos. Poseía mucha fe en el mejoramiento humano. Cuando uno lee varios de sus textos se da cuenta de que era un psicólogo nato. Un hombre que comprendió la personalidad humana con un grado de profundidad, quizás como muy pocas personas lo hayan hecho. Era capaz de entender al hombre en sus virtudes y sus defectos; era capaz de entender su capacidad de crecerse ante los errores y fracasos”.
También, referente al sentido ético de la impronta martiana, expuso que en todos sus textos solamente ha encontrado en una ocasión el uso positivo de la palabra odio, en la frase del poema Abdala: “El amor, madre, a la patria;/ No es el amor ridículo a la tierra,/ Ni a la yerba que pisan nuestras plantas;/ Es el odio invencible a quien la oprime,/ Es el rencor eterno a quien la ataca…
“Nunca más, en su corta pero intensa vida, Martí vuelve a usar la palabra odio de esa manera. Los que odiaban eran otros; eran gente mala. Ni en esa temprana denuncia que fue El Presidio Político en Cuba, cuando estuvo forzado a picar piedras en las Canteras de San Lázaro, dijo que había odio en él”.