La XIII Bienal de Arte de La Habana (abril-mayo, 2019) nos trajo algunas sorpresas, una de ellas tan inesperada como agradable, el pequeñísimo busto de José Martí de la autoría del escritor y revolucionario cubano-puertorriqueño Pablo de la Torriente Brau. El mismo formó parte de la propuesta expositiva Más allá de la utopía / la relectura de la Historia, ubicada en el edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana (MNBA). Su curadora, la especialista Delia María López, tuvo a bien desempolvar no pocas obras plásticas y escultóricas que dormían el sueño de los justos en los almacenes de dicha institución museística, entre ellas, la citada estatuilla de Martí, que fuera donada por Ruth, hermana de Pablo.
De escala más que reducida (3 x 2 x 2 cm), su presencia era prácticamente imperceptible, incluso, para el ojo avisado, en una gran sala no del todo bien iluminada, donde predominaban las obras pictóricas de mediano y gran formato. De ahí que la sorpresa fuera total, cuando en la ficha, mayor que la propia obra, leímos: Autor: Pablo de la Torriente Brau.
La hechura de la estatuilla en yeso se ubica entre enero de 1931 y mayo de 1933, período en el que Pablo sufrió prisión en dos ocasiones en Isla de Pinos (actual Isla de la Juventud). La primera prisión transcurrió en la cárcel de Nueva Gerona, y no pasó de cuatro meses. De vuelta en La Habana, publica el artículo “105 días preso” en el periódico El Mundo. En tanto, se consagra al fortalecimiento del Ala Izquierda Estudiantil, nuevo grupo antimperialista surgido de la escisión del Directorio Estudiantil Universitario… Y pasa a la clandestinidad. En agosto de 1931, en la casa del poeta José Zacarías Tallet, son detenidos Pablo y Raúl Roa, y junto a otros compañeros de lucha, trasladados y confinados en el Presidio Modelo. De esta segunda prisión en Isla de Pinos, mucho más dura y larga, solo hay un testimonio fotográfico que lo presenta de frente y barbado, así como un autorretrato a lápiz donde se representa de perfil y en actitud pensativa. Al pie del dibujo, la dedicatoria a Teté, y la fecha de realización: 27 de abril de 1933. Al mes siguiente es trasladado a La Habana y puesto en libertad junto a Gabriel Barceló. La salida de ambos del país fue la condición que puso el dictador Gerardo Machado para liberarlos. [1]
Todo hace pensar que la estatuilla de Martí la concibió Pablo durante esta segunda etapa carcelaria en el Presidio Modelo. Su reducido tamaño solo se explica por la falta de materia prima para hacerla mucho mayor ‒es posible que el poco yeso lo obtuviera de raspar la pared de la celda o de otra instalación de la prisión. También la necesidad espiritual de crearse una imagen de fe, en razón de la lucha social y política que libraba una nueva generación de cubanos, a no dudar, inspirada en uno de los hechos intelectuales más importantes ocurrido en el país en lo que iba de siglo, el develamiento y revalorización de la obra literaria y revolucionaria de José Martí, el Apóstol de América, como empezaba a llamársele.[2]
De hecho, Pablo había aprendido a leer en La Edad de Oro que le enviara su abuelo puertorriqueño Salvador, al dar por cierto que su nieto “iba a crecer y a vivir entre cubanos y como cubano”.[3] Mientras que la talla en sí, evidentemente inspirada en el busto del Apóstol concebido por el escultor cubano Juan José Sicre en 1926, le viene de su temprana vocación por las artes plásticas. Testimonio de ello será el citado autorretrato a lápiz, así como otras incursiones de juventud, entre las cuales destaca su presencia en las clases de dibujo que impartía el pintor Víctor Manu, según Pablo, “domiciliada en cualquier café de La Habana”.[4] Mientras que su interés por el cine sería motivo de su dibujo de perfil del actor estadounidense John Barrymore de 1927. También de perfil y a línea dibujó a Julio Antonio Mella, teniendo como referente la muy notoria foto que le hiciera Tina Modotti en México. Este dibujo de Pablo ilustró la portadilla de su libro de cuentos Batey, publicado en 1930.
Tales trabajos no solo le permitieron a nuestro héroe un dominio del dibujo, sino también sentar las bases de una cultura visual que le sería de suma importancia para su posterior aporte a la literatura de testimonio en Hispanoamérica. En consecuencia, la hechura del citado busto de Martí en uno de los períodos carcelarios que sufrió Pablo en Isla de Pinos durante la dictadura de Gerardo Machado, deviene testimonio único de la importancia del legado martiano en su trayectoria revolucionaria, así como de su vocación por un arte que las contingencias históricas de su ejemplar vida le impidieron desarrollar. Este otro Pablo también nos pertenece.
[1] Véase: Jorge R. Bermúdez. Diario de una imagen. Ediciones La Memoria, Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, La Habana, 2014.
[2] Su reconocimiento como Héroe Nacional de Cuba, ocurrió en la década del ochenta del pasado siglo.
[3] Jorge R. Bermúdez. Ob. Cit., p. 24.
3 Ibídem, p. 36.
En la foto de portada: El único retrato al óleo que existe de Pablo de la Toriente Brau, del pintor cubano Antonio Gattorno (1904- 1980). Foto: Cortesía Centro Pablo (Tomada de Granma).