PERIODISMO CIENTÍFICO

¿Genes para el machismo?

n la actualidad existe un creciente interés, no solo por conocer qué es en esencia una mujer y sus derechos de igualdad con el varón, sino también qué es en esencia un varón humano, o sea, la masculinidad y su expresión más extrema, el machismo. Los especialistas en el fenómeno de la masculinidad, entre otros aspectos tratan tres caracteres distintivos de los varones humanos englobados en el término “machismo”: mayor agresividad para con otros varones, con las mujeres y con ellos mismos, falocentrismo (obsesión por el tamaño del pene), paternidad hegemónica sobre la familia, con poca manifestación de afecto hacia los hijos y tendencia a poseer varia mujeres a la vez, caracteres por supuesto que no todos los varones humanos desarrollan, pero sí son los predominantes prácticamente en todas las culturas.

Estamos en total acuerdo con estos especialistas en cuanto a las causas próximas sociales, históricas, políticas, económicas y culturales que generan el fenómeno del machismo,  pero estos estudios también ilustran de manera muy clara, el no reconocimiento por algunos de estos especialistas, de los aspectos biológicos, tanto como causas próximas (fisiología y genética), así como últimas (valor adaptativo y evolución), como parte indisoluble que son del análisis integral de cualquier carácter humano, en los que siempre, en mayor o menor medida, dichos aspectos biológicos también juegan su papel. Ignorarlos,  implica simplemente contar la mitad de la historia, pero dejan a los lectores con interrogantes tales como: ¿es pura casualidad o existe una causa común, de que la mayoría de  los machos de mamíferos y primates o monos (los grupos zoológicos a los que pertenecemos), tengan precisamente las mismas características del machismo que los varones humanos, con poquísimas excepciones? ¿Por qué precisamente son los machos los que tienen estas características  y no las hembras, como ocurre en algunas otras especies de mamíferos, como el chimpancé bonobo, el lemur de cola anillada y la hiena manchada?

Cuando nos perdemos en la noche de los tiempos pretéritos, nos tropezamos con nuestros antepasados primates primero y mamíferos después, de los cuales descendemos y que como ya señalamos, también poseen estos caracteres. El problema entonces no es solo de aprendizaje e imitación como plantean muchos sociólogos y psicólogos,  también es de genética e historia evolutiva, hecho que se ignora, reconociéndolo o no, por considerarlo quizás denigrante para la “condición humana” de nuestra especie.

Durante millones de años, en las mentes de mamíferos en general y de primates en particular, se conformó en sus cerebros el “cableado” instintivo de ser como son, impulsado tanto por el juego de la selección sexual (solo los machos más “machistas” se reproducían con mayor frecuencia) como por las condiciones biosociales  en las que a estos machos les tocó vivir y evolucionar. Estas últimas condicionaban grupos multimachos, multihembras; los primeros necesarios para defender el grupo, lo que al mismo tiempo incrementaba  la competencia entre ellos por la dominancia del grupo, condicionante que dio lugar a las características que hoy denominamos machismo. Mientras, los grupos de las hembras, como mamíferos, debían soportar la carga biológica de la gestación, el parto, la lactancia y  el cuidado de la prole, de la que estaban exentos los machos.

Pero sucedió que durante el curso de la evolución de las especies prehumanas y de la nuestra, Homo sapiens, el hecho de parir hijos muy prematuros, que obligaba a la madre a buscar ayuda en su pareja y parientes, y por otro lado el régimen de cazador-recolector de estos grupos, en el cuál vivimos el 95 % de nuestra existencia como especie, obligaba a los mismos a una alta cooperación social si querían sobrevivir. Esto hizo que en los homínidos de esa etapa, el machismo heredado de los primates se reprimiera, pues el padre debía poner más interés en la crianza de sus hijos si quería que sobrevivieran,  practicando la monogamia al menos temporalmente. Las mujeres, por su parte estaban en igualdad de derechos que los hombres, por su significativo aporte a la supervivencia del grupo,  hechos que aún subsisten en comunidades actuales muy primitivas.

No obstante, los varones humanos actuales y de los periodos históricos de la civilización y el desarrollo tecnológico (esclavismo, feudalismo, capitalismo, socialismo) volvieron a desarrollar el machismo (reprimido pero no eliminado bajo las condiciones antes señaladas de cazador-recolector), ya que en su interacción con estos nuevos medios sociales y tecnológicos (monarquías, jerarquías sociales, poliginia, agricultura, crianza artificial, inseguridad en  la herencia paterna, etc.), era la forma más adecuada a esas condiciones socioculturales. Aquí no hay ningún “factor genético” de “genes para el  machismo”, simplemente estos, mediante el cerebro, se volvieron a expresar porque encontraron de nuevo el ambiente sociocultural propicio para hacerlo, que es lo que muy acertadamente desarrollan los especialistas que comentamos.

Si lo que llamamos condición humana, no hubiera surgido de los mamíferos primates, sino por ejemplo, de alguna especie que pone huevos (en este caso ambos padres crían en la mayoría de los casos), la historia de las relaciones entre los sexos de nuestra especie hubiera sido otra muy distinta. Al final, nuestra historia (más completa) coincide con los planteamientos finales de los especialistas en masculinidad. Suprímanse las diferencias sociales, económicas, culturales y sexuales de la injusta sociedad capitalista actual y con toda seguridad, desaparecerá también el machismo, independiente de los genes para o en contra de tal conducta.

Esta empresa no será fácil, la “inercia evolutiva” (no hemos perdido los genes para la expresión de esta conducta) y la “inercia cultural” (mantenimiento de tradiciones culturales aun cuando ya se hayan perdido sus causas), harán de ella una labor de mucho tiempo, pero creo firmemente que en este aspecto Cuba ha avanzado bastante.

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Vicente Berovides Alvarez
Profesor Emérito de la Universidad de La Habana.

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