Su rostro, algunas veces, no reflejaba la sencillez que lo caracterizaba, así como el profundo cariño que sentía por quienes lo acompañaron por más de 70 años.
Su mirada no ocultaba el rigor de la lucha clandestina, las múltiples acciones armadas que tuvieron como colofón mayor el ataque al Palacio Presidencial del dictador Fulgencio Batista, el 13 de marzo de 1957 y la muerte de José Antonio Echeverría a pocos metros de los muros de la Universidad de la Habana.
La colina, la Federación Estudiantil Universitaria y la alta casa de estudios fueron para Chomón sitios memorables de los que nunca se apartó y visitarlos constituía momentos de gran aprecio.
Defendió siempre el papel que tenían que desempeñar los jóvenes en el proceso revolucionario y la necesidad de la superación constante para alcanzar derechos y deberes.
Fue un sobreviviente de atentados a esbirros de la dictadura, de Palacio, donde resultó herido, del desembarco en Nuevitas, de numerosos combates y de la toma de poblaciones en la antigua provincia de Las Villas. Como hombre de acción brilló siempre por su valor a toda prueba.
En Camagüey inició sus luchas estudiantiles y guardaba felices recuerdos de su vida adolescente en la ciudad de los tinajones, así como de muchos compañeros de la tierra agramontina que lo acompañaron hasta hoy.
Firmó el Pacto del Pedrero, que unificó el mando de las guerrillas en Las Villas y puso las fuerzas del Directorio Revolucionario bajo la jefatura de Ernesto Che Guevara, para luego comandar las tropas que tomaron la ciudad de Trinidad.
Cumplió con honradez y austeridad como ministro, miembro del secretariado y del Comité Central, Primer Secretario del Partido en Las Tunas, embajador y diputado de la Asamblea Nacional del Poder Popular.
Tuve la oportunidad de acompañarlo por casi dos años durante su misión en Viet Nam, donde se ganó el respeto y admiración de la alta dirección del Partido y el Gobierno de esa hermana nación.
Eran momentos muy difíciles para la Patria del Tío Ho por las secuelas de la guerra de agresión de Estados Unidos, recién concluida con la aplastante victoria vietnamita.
Cuando llegué a Hanoi con mi hijo de cuatro años sonrió para luego decirme que me apoyaría junto a su esposa Mabel. Todos los domingos en su casa en la embajada jugaban y lo comprometió a que se ganara la condición de pionero Ho Chi Minh, lo cual se hizo realidad.