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La historia también la hacen las mujeres

La Gran Revolución Francesa, inauguradora de la época moderna según los especialistas,  declaró los derechos de igualdad entre los hombres, pero no tuvo ningún pronunciamiento sobre los derechos de la mujer, que más o menos han sido siempre la mitad del planeta habitado. Sin embargo, una mujer se atrevió, en 1791, a hacer  una Declaración de los derechos de las mujeres y los ciudadanos, Olimpe de Gauge, se la dedicó a la Reina María  Antonieta y como ella, terminó guillotinada. En 1792 la inglesa Mary Wolstone Graft redactó Vindicación de los derechos de la mujer, pero tampoco fue tomada en cuenta. Y no fue hasta principio de siglo XX que la sociedad humana reconoció a la mujer el derecho a la educación y, por primera vez, el voto en la Inglaterra de 1928.

En realidad siempre hubo voces llamando a los que tenían el poder para tomarlas en cuenta y suficientes ejemplos de  valía como Sor Juana Inés de la Cruz que en la segunda mitad del siglo XVII estaba declarando hombres necios que acusáis a la mujer sin razón para demostrarle que ellos eran los responsables de los defectos que señalaban en las mujeres. Pero en 1010 aparece  lo que se considera  la primera novela sobre tema de mujer  escrita por la japonesa Marasaki Shikibe,  Historia de Ginji. En 1405 Christine  de Pisan  se pronuncia  contra las ideas de inferioridad femenina en La ciudad de las damas.

Desde muy temprano  una mujer, Flora Tristán, se adelantó incluso a Carlos Marx y Federico Engels al plantear los mecanismos de explotación en la sociedad y llegó a postular: Todas las desgracias del mundo provienen del olvido y el desprecio que hasta hoy se ha hecho de los derechos naturales e imprescindible de los obreros, y entre ellos incluía  a las mujeres trabajadoras, doblemente explotadas, en su obra La unión obrera y la emancipación de la mujer. Igualmente denunció  en otro libro, La situación de las mujeres extranjeras pobres en Francia, la doble discriminación por mujeres y extranjeras.

Los socialistas utópicos señalaron desde temprano que el progreso de una sociedad tenía que medirse por la situación de la mujer y Engels es categórico en su obra La propiedad privada, el estado y la familia, de que la condición de la mujer no es un estigma biológico, sino un problema social. Alexandra Kolantai en Rusia, ve en las mujeres obreras una fuerza para los cambios de la sociedad y organiza su primer congreso en su país. La alemana Clara Zetkin intenta reunir fuerzas al preparar  la primera conferencia mundial de mujeres en 1907, pero lamentablemente el movimiento comunista  ve en el feminismo, en la lucha de las mujeres por sus reivindicaciones,  tendencias anárquicas y burguesas y considera que con el establecimiento de otro tipo de sociedad sin explotación se solucionarán las demandas. Clara logra que se proclame el 8 de marzo Día Internacional de la Mujer. Las mujeres tuvieron luego de la Revolución de octubre los derechos consagrados por la sociedad socialista y fueron cosmonautas como Valentina Thereskova pero tuvieron que seguir luchando contra la antaña mentalidad que ha sido causa de grandes sufrimientos para mujeres tan excepcionalmente revolucionarias en todos los sentidos como  la italiana Tina Modotti,   la española Pasionaria,  porque aun dedicando lo mejor de sí mismas a la causa colectiva de la emancipación humana las mujeres sufren esa violencia  solapada de  no ser consideradas, ni respetadas como seres humanos plenos.

Sin embargo, en su  larga lucha reivindicativa  las mujeres fueron haciéndose de sus espacios, fueron deshaciendo mitos con evidencias tan fuertes como las legendarias luchadoras Juana de Arcos, Juana Azuardy,  Manuelita Sáez, como la premio Nobel de Química de Maria Curie en 1911, por citar aspectos que no se consideraban femeninos.

En Cuba desde las primeras manifestaciones de rebeldía ante la opresión las mujeres ofrecieron no solo la miel de su cariño, sino sus energías creadoras, que incluyeron desde cortarse las largas cabelleras, las camagüeyanas de mediado del siglo XIX, como protesta por el asesinato de los primeros expedicionarios de la libertad frente al colonialismo español, la solicitud de la también hija del Camagüey Ana Betancourt de incluir los derechos de la mujer en la primera Constitución de la República en arma, en Guáimaro, a dar la vida como Urselia Díaz, Lidia Doce y Clodomira  Ferrales en tiempos más recientes.

Los afanes libertarios no solo tuvieron representantes femeninas sobre las armas, sino también sobre las ideas como María Luisa Dolz, a quien Fernando Portuondo sitúa al mismo rango de José de la Luz y Caballero en sus trabajos fundacionales de la educación para la mujer. Magdalena Peñaredonda Doley, es otro ejemplo significativo. No solo alcanzó el grado de Comandante del Ejército Libertador durante la guerra iniciada en 1895 y fue calificada por Martí como modelo de paciencia y patriotismo, sino que mediante el periodismo fustigó a los gobiernos venales que traicionaron la República por la cual  combatió.

Desde 1918 Charito Guillaume inició las luchas por la liberación de la mujer en el Club femenino de Cuba. En 1927 ingresó al primer Partido Comunista, dos años después de fundado y en 1931 es una de las fundadoras de la Liga de Pioneros de Cuba donde aporta su experiencia de maestra rural, la cual le servirá también para el fomento de escuelas y bibliotecas en los centrales azucareros. La lucha contra la dictadura de Machado fue parte de su fogueo, como también ocurrió a la excelsa intelectual Mirta Aguirre, prosista, poeta, profesora, mujer de gran cultura al servicio de su pueblo, comunista como Elena Gil, como María Morales, una obrera telefónica que sirvió de guía a Elena para ser partícipe de la huelga de los telefónicos en 1925, luego fue parte del III Congreso Nacional de Mujeres y en la Asociación Popular pro enseñanza de la mujer, larga experiencia que le sirvió para dirigir los planes de Superación de la Mujer en 1961 como parte del Gobierno Revolucionario.

El Frente Cívico de Mujeres del Centenario Martiano es otro referente importante de la participación de la mujer en las luchas emancipatorias. Surge a iniciativa de Aida Pelayo para luchar contra la dictadura de Batista instaurada con el golpe de estado del 10 de marzo de 1952 y se constituye en noviembre de ese año bajo el principio de dirección colectiva. En él se entrelazan luchadoras de la generación del 30 como la propia Aida, Carmen Castro Porta y María Pazos con otras de ese momento, muchas provenientes del Partido de Chibás, entre las que se encuentra Pastorita Núñez. Es quizás la primera expresión organizada de la lucha contra Batista  que se intensificará por todo el país y producirá el ataque al Cuartel Moncada.

Cuentan que cuando los disparos despertaron la mañana de carnaval de Santiago de Cuba aquel 26 de julio de 1953, las mujeres fueron las primeras en inquietarse y averiguar que estaba sucediendo en el Cuartel Moncada. La ciudad, especie de segunda capital en el extremo sur oriental de la isla, fue escogida para la acción revolucionaria no solo por los más de mil kilómetros que la separan de La Habana sino por la tradición de rebeldía acuñada durante toda su existencia.

Gloria Cuadras era por esa fecha de julio una mujer fogueada en las luchas políticas y una comunicadora destacada en la emisora CMKC, donde tenía el periódico radial Cuba Libre. Los oyentes estaban acostumbrados a escuchar sus valientes comentarios sobre la situación nacional llevada al desastre constitucional desde que Fulgencio Batista se hizo del poder gracias al golpe de estado del 10 de marzo de 1952.

El plan de ataque se había elaborado con tal secreto que solo el santiaguero Renato Guitart lo conocía. Algunos pensaron que el tiroteo de la madrugada de la Santa Ana era fruto de una riña cuartelaria, pero tan pronto se supo que se trataba de jóvenes revolucionarios liderados por Fidel Castro, Gloria Cuadras se dio a la tarea de explicar a sus oyentes quienes eran esos muchachos que ella conocía del Partido ortodoxo de Chibàs y de inmediato se sintió del lado de aquellos empeñados en hacer cambiar los rumbos de la historia cubana. Desde aquel mismo día fui del 26, aun cuando el movimiento todavía no se había creado, aseguró años después.

Su gran osadía radial contribuyó a que la ciudad ganara claridad sobre lo que había sucedido y defendiera de la saña castrense a los participantes. Muchas familias acogieron a los asaltantes y algunas mujeres corrieron riesgos después para ayudar a los sobrevivientes presos en la Cárcel de Boniato, la fundamental de Santiago de Cuba. María Teresa Taquechel Manduley, Alba Griñán, Ana María Alvarado, Nilsa Espín, entre otras, vinculadas a la Federación Estudiantil Universitaria de Oriente, formaron parte de ese grupo al que luego se sumó Celia Sánchez Manduley  que vino desde Manzanillo a interesarse por los acontecimientos.

Dos mujeres formaban parte de la aguerrida tropa revolucionaria que asaltó al Moncada: Haydee Santamaría y Melba Hernández, fundamentales ambas en la preparación del suceso. Otra mujer, Natalia Revuelta, había quedado en la capital para informar a los medios de prensa. Muchas mujeres se irían involucrando en esa lucha, como María Lara, la Abuela de Santiago de Cuba que de niña compartió con los soldados mambises, fue fundadora del Partido Comunista y apoyo incondicional del Movimiento 26 de Julio,  unas en tareas más notorias, otras en las más humildes, unas cocinando y lavando la ropa de la tropa, otras de mensajeras, en los tiempos insurreccionales y luego de 1959 convirtiéndose en la fuerza calificada mayoritaria del país, creando vacunas, en las representaciones diplomáticas, con lauros en el deporte y en la cultura artística

La estatura histórica  alcanzada por las grandes heroínas Haydee Santamaría, Celia Sánchez, Vilma Espín, Melba Hernández está sustentada por una larga travesía desde la mítica rebelión de la negra esclava Carlota, la entrega que  hizo de sus hijos Mariana Grajales a las luchas independentistas,  los clubes de mujeres en la emigración fundados por la patriota Emilia Casanova, el movimiento feminista iniciado por Aurelia del Castillo, las luchas obreras de las que fue líder la afrodescendiente Inocencia Valdés, las sufragistas que luego de mucho batallar ganaron el derecho al voto en 1934.

La crisis de los 90 tuvo  también fuertes consecuencias para las mujeres enfrentadas a las precarias condiciones de la vida cotidiana. Se produjeron lamentables retrocesos como el uso del sexo tarifado como medio fácil de resolver carencias, algunas volvieron al trabajo doméstico, otras abandonaron el país, pero la mayoría siguió graduándose en las universidades, asistiendo a su trabajo, negándose a ceder el terreno ganado a gracias a la Revolución que le dio la oportunidad legal y humana de hacer su propia revolución liberadora como seres humanos. Hoy, ante los desafíos de la sociedad cubana, es indispensable la labor de la mujer desde la casa hasta los altos cargos, entendiendo que la igualdad no es reproducir los defectos del actuar masculino, no es parecerse a los hombres sino propiciar que emerja lo humanamente mejor. Todavía queda mucha Historia por hacer.

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Soledad Cruz Guerra
Periodista, ensayista y escritora cubana. Trabajó en Juventud Rebelde como una de sus más sobresalientes articulistas. Fue la representante Cuba en la UNESCO.

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