Como la fuerza que reside y crece en el interior de los Caballeros Jedi, en el ficticio universo de la Guerra de las Galaxias, la ética debe ser parte indispensable de la sinergia que mueva cada una de nuestras acciones en el bregar periodístico.
Cuando la verdad, la precisión y la responsabilidad para con los públicos son paradigmas del periodismo enseñados y aprehendidos desde la primera nota ¿es necesaria entonces una normativa que regule moralmente el comportamiento de los profesionales de la comunicación? Se impone la interrogante.
Las respuestas, encabezadas por un mayúsculo sí, reinan a diario en el discurso desplegado por los medios en todo el mundo ante situaciones en las que en lugar de adalides de la realidad y de lo justo, se ensalzan en hacerle la corte al poder: en este minuto, tantos lugares cercanos en la geografía de la solidaridad servirían, desgraciadamente, de ejemplos.
De Ryszard Kapuscinski, entre los periodistas más paradigmáticos del pasado siglo, comparto uno de sus juicios en torno a las misiones de la profesión: “El trabajo de los periodistas no consiste en pisar las cucarachas, sino en prender la luz, para que la gente vea cómo las cucarachas corren a ocultarse”.
Gabriel García Márquez, otro de los imprescindibles de la historia del periodismo internacional y destacado exponente latinoamericano, decía que el periodismo es una pasión insaciable que solo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad; afirmaba también que “para ser periodista hace falta una base cultural importante, mucha práctica, y también mucha ética”.
Precisamente, con pasión y cultura sedimentada por el conocimiento y la práctica del oficio fue construido entre casi 4000 profesionales cubanos de la información, afiliados a la Upec, este nuevo Código de Ética de la organización. Hoy en la Casa de la Prensa se nos convoca a refrendarlo con nuestra firma.
Les confieso que durante las discusiones temí que se convirtiera en un corsé que constriñera la capacidad creativa de nuestra gente; y aquellos que todavía no entienden propiciaran tragos amargos. La comunicación es, en definitiva, un elemento transversalizador de todo proceso, y la prensa, un mecanismo de rendición de cuentas a los ciudadanos de la gestión de las instituciones públicas. La sátira, la polémica, la crítica, tan en el reino decodificador de las ambigüedades, pueden ser ante la incomprensión, y sin faltar a la ética, catalizadores para sembrar dianas en el pecho de nuestro gremio.
Afortunadamente, la inteligencia colectiva se impuso y este nuevo código, imperioso por su actualidad, no solo es lanza dardos a prácticas viciadas como el triunfalismo; es, asimismo, en varios de sus puntos de vista, fruto del consenso y de su antagónico e indispensable hermano disenso.