Cuando René Ramírez Gallegos comenzó a hablar del capitalismo cognitivo y la construcción de dictaduras democráticas en América Latina, nos proponía repensar el nuevo ecosistema comunicativo al que pertenecemos y las relaciones que se dan entre comunicación y poder.
Hasta una de las salas de la Unión de Periodistas de Cuba llegó, quien fuera uno de los ministros más jóvenes del presidente ecuatoriano Rafael Correa, para reunirse con un grupo de profesionales y estudiantes de la prensa en nuestro país.
“Las mayores ganancias de las empresas transnacionales provienen de los activos inmateriales: la propiedad intelectual, la innovación, el diseño y el conocimiento”, son todos estos, a juicio de Ramírez, las nuevas variables que garantizan el desarrollo económico de las grandes empresas.
La transición del capitalismo mercantilista hacia un capitalismo cognitivo, basado en la información y el conocimiento, deviene en una fórmula global de manipulación en la que también se subsume la sociedad latinoamericana.
América Latina asiste a tiempos plagados de dictaduras democráticas y autoritarismo neoliberal, dos fenómenos definidos por Ramírez para demostrar que los procesos democráticos en la región constituyen una falacia y que el neoliberalismo penetra en las venas culturales del área para apropiarse de las inversiones públicas progresistas y acumular capital en menos tiempo.
Las transformaciones del ciberespacio han representado infrenables cambios en las prácticas sociales y en los comportamientos de los usuarios, es por eso que el catedrático ecuatoriano señalara la relevancia de tener una soberanía tecnológica como parte de la soberanía democrática.
En la era de la big data, los gobiernos de derecha terminan por erigirse sin libre competencia electoral, el debido proceso judicial y el desequilibrio de los poderes del Estado. Ante esa realidad, llamó René Ramírez a la construcción de estrategias instrumentales capaces de reconstituir campos semánticos para ganar las elecciones.
La desmercantilización de los procesos comunicativos y su articulación con la cultura necesitan ser los próximos pasos para recuperar la ética en la política.
Tras una tarde de reflexiones, la subjetividad social es esencia. Trabajar sobre ella con discursos que no asuman herramientas de la derecha es, al final, la vía para llevar la verdad hacia la esfera pública.