Como dice mi vecino, pinta mal para Boris Johnson. Pero puede equivocarse y a quien no le irá nada bien es a los británicos. El recién estrenado premier fue tan lejos como cerrar el parlamento durante un mes, de modo que no puedan emitirse nuevas resoluciones para atajar una salida abrupta y dura, de la Unión Europea. Días antes, la cámara de los comunes apresuró pasos antes de que le quitaran fueros y voz, aprobando a la carrera y con disgusto, leyes para impedir que se tomen decisiones a la mala sin previa autorización de los diputados.
De momento, el premier cumplió con su amenaza de dejar fuera del partido conservador a quienes votaron contra sus intentos de un brexit duro, acto que ha provocado la renuncia de dos ministros, uno de ellos el propio hermano de Johnson, escandalizado por sus medidas arbitrarias, en tanto otro militante torie se pasó a las filas liberales como protesta.
El cierre del cuerpo legislativo durará cinco semanas y, según lo dispuesto por el premier, no recobra sus funciones hasta mediados de octubre, dos semanas antes de que el 31 ocurra una salida automática y en negativo del Pacto Comunitario. Muy poco tiempo para hacer algo capaz de destrabar un asunto que lleva tres años enredándose.
La Cámara de los Comunes exigió al jefe del gabinete procurar otro plazo de la UE para negociar las condiciones del divorcio, pero pese a que el pedido está refrendado por una ley, avalada por la cámara alta incluso, existe el generalizado temor a un fiasco. Algunos trascendidos anotan que junto a la carta pidiendo una prórroga a Bruselas, adjuntará otra asegurando que su gobierno no está de acuerdo con esa dilatación. Es un modo de invalidar lo decidido por el Parlamento y la voluntad expresada en manifestaciones populares donde se pide un nuevo referéndum o una salida ordenada, opciones, en definitiva, para un mínimo de garantías que impidan sean los de pie quienes paguen los deslices de la clase dominante.
A Johnson le quedan pocas municiones. Se demostró en la votación contra su intento de abandonar la UE en rebeldía y en criterios emitidos a posteriori por colegas cercanos. Entre ellas destaca, por sus implicaciones, las hechas por la máxima figura oficial en Irlanda del Norte, Leo Varadkar, quien pese a navegar en el mismo barco ideológico, opinó:
“La historia del Brexit no terminará si el Reino Unido abandona finalmente la UE el 31 de octubre o el 31 de enero. No existe una ruptura limpia. No es posible acabar de un plumazo con el asunto. Al contrario, entraremos en una nueva fase”. Esa área es donde mayores resquemores existen.
Lo pactado bajo mandato de Teresa May, prevé una salvaguarda (así se denomina) para impedir problemas entre el Ulster y la República de Irlanda, si se crea una frontera física entre norte y sur pues aparte de problemas logísticos, sanitarios y comerciales en general, ofrece una alta posibilidad de reanimar viejas heridas de una muy sangrienta etapa con los enfrentamientos entre los partidarios de mantenerse bajo la égida británica (unionistas) y los norirlandeses nacionalistas, deseosos de incorporar ese trozo restado al territorio irlandés.
“Si acaba por no haber un acuerdo, una posibilidad que hoy es muy real, las consecuencias serán malas tanto para los ciudadanos británicos como para los irlandeses” (…) “Deberemos regresar a la mesa negociadora y comenzar de cero. Y los primeros asuntos a discutir serán los derechos de los ciudadanos, el acuerdo financiero y la frontera entre Irlanda e Irlanda del Norte” expuso Vadadkar.
Está previsto y así lo desea Boris Johnson y su círculo más íntimo en el gobierno, hacer una convocatoria a elecciones que él prefiere sea antes de la fecha tope para la defección. Sin embargo, ese trámite requiere la aprobación parlamentaria y salvo un portento alucinante, el premier carece de mayoría para lograrlo.
La oposición laborista hizo alianzas con otros grupos en desacuerdo con la marcha de este proceso y ha logrado, aparentemente, cerrar el paso a la convocatoria de comicios inmediata, o a un plazo inviable. De ocurrir hay nuevos peligros. El partido pro fascista Ukip está en favor de una ruptura a como dé lugar, igual a Johnson, y tiene condiciones de acaparar suficientes votantes entre desencantados y los proclives a la separación. Que los ultraderechistas tengan de nuevo fuerza para un retorno al ámbito de las decisiones solo provocaría mayores discrepancias o falsas salidas.
Mientras estas expectativas crecen, se agrandan los resquemores y la insatisfacción de la ciudadanía que, con estupor, ve desmoronarse el crédito político de instituciones muy antiguas, experimentadas, se supone, pero incapaces de encontrar una solución realista y viable al problema.
El sesgo judicial no falta. Entendidos y juristas le hicieron saber a Johnson que su deber es tramitar lo acordado por el legislativo (pedir un aplazamiento) y también propiciarlo. Aluden de esa manera a la anunciada contramedida para neutralizar el pedido de otro plazo a la UE.
Francia en primer término, seguida por los Países Bajos, no concuerda con dilatar el abandono. Abogan por concluir de una vez el largo episodio. Los acontecimientos recomendaron tomar cautelas para ese momento que perjudicará –según pronósticos de economistas- ante todo a quien se escapa de la asociación. En ese sentido se alega que el Reino Unido puede perder de entre el 2 y hasta el 9% de su Producto Interno bruto, durante varios años. Desde luego que los restantes 27 también sufrirán. En definitiva, la mitad de lo hecho por los británicos se vende a sus antiguos socios y estos, a su vez, trasladan similar cantidad hacia quien ahora les deja.
El asunto daña a Londres como centro financiero del Viejo Continente y, en otros renglones, se evidencia en el abandono ya emprendido por empresas radicadas en esta plaza. También provoca escoriaciones en la vida doméstica y en el peso político con que cuentan, pues no es igual presentarse solos ante un escenario mundial complejísimo, que a través de una entidad precisada de arreglos y mejorías, pero con suficientes valores y fuerza, como para hacerse sentir.
Johnson, por demás, espera demasiado de Donald Trump y su oferta de un tratado de libre comercio con Washington, que una cosa es con guitarra y otra con violín, como dice el refrán.
Muy buen comentario que profundiza la crisis política que vive hoy el Reino Unido . Gracias a la periodista y analista en temas internacionales, Elsa Claro, por la explicación de un tema un tanto complejo.