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Venezuela en 1902 estaba bloqueada por las tres potencias imperiales más poderosas. Inglaterra dominaba más de la mitad de la superficie terrestre. Alemania se expandía uniendo los dispersos estados teutónicos, instaurando colonias en África, aliándose con el poderoso Imperio Otomano, que ocupaba lo que ahora es el Medio Oriente. Italia intentaba colonizar el Continente Negro y América. Las tres cercaron nuestros mares con impenetrable muralla de quince acorazados y 15.000 marinos, cañonearon nuestras costas, destruyeron nuestra incipiente marina y saquearon poblaciones. Fácil parecía desmembrar Venezuela y repartirse sus despojos, pero no lo lograron. ¿Por qué?
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Todo proyecto progresista avanza valiéndose de las contradicciones entre las potencias dominantes. Nuestra Independencia arrancó aprovechando la riña entre Inglaterra y Francia, en el curso de la cual Bonaparte ocupó España. Cipriano Castro se valió de la pugna entre Estados Unidos, aspirante a la hegemonía hemisférica de la doctrina Monroe, y las potencias europeas, que intentaban recolonizar América Latina y el Caribe. El coloso del Norte obligó a los reclamantes a retirarse y a revisar sus pretendidas acreencias, que quedaron reducidas a la sexta parte. Pasa un siglo, y el ahora declinante poderío de Estados Unidos colide con la fuerza militar de Rusia y el predominio económico de China. El posible veto de ambas en el Consejo de Seguridad de la ONU ha impedido hasta ahora una intervención militar directa y abierta en contra nuestra. Valgámonos sabiamente de esta confrontación, sin subordinarnos a ninguna de sus partes.
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Todo proyecto progresista enfrenta la agresión de los poderes existentes. A la Unión Soviética el día de su creación le declararon la guerra catorce países, entre ellos Estados Unidos. China fue agredida con cruenta guerra civil y la secesión de Taiwan, y durante décadas se le negó el acceso a las Naciones Unidas. Bloquearon a Cuba y sólo lograron hacerla más resistente. Se implantó contra Irak un bloqueo de casi una década que arrojó un saldo de 800.000 vidas: más que las pérdidas de la insensata guerra contra Irán y de repeler la invasión estadounidense. Se aproxima al saldo de la Guerra Civil Española y supera diez veces el de la primera bomba atómica sobre Hiroshima. Conmemoramos llenos de pavor a las primeras víctimas del apocalipsis atómico: para las del bloqueo genocida no hay más que olvido.
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Desde el siglo pasado la principal víctima de todo conflicto ha sido la población civil. Para victimizarla, contra Venezuela desata Estados Unidos el latrocinio masivo. Informa Últimas Noticias el 24 de mayo de 2019 que a instancias de EEUU medio centenar de bancos extranjeros nos han bloqueado cuentas por 5.470.030.645 dólares. Apoyado por dicho país, un delincuente pilla las instalaciones venezolanas de la petrolera Citgo. La Red en Defensa de la Humanidad acoge la cifra de US$ 117.110 millones de pérdidas económicas causadas por el ataque criminal de EEUU contra el pueblo venezolano, suficientes para la importación de alimentos y medicamentos por 26 años para toda la población. En su Informe “Sanciones Económicas como castigo colectivo: El caso de Venezuela”, estiman Mark Weisbrot y Dean Baker que las víctimas fatales del bloqueo contra Venezuela son más de 40.000. El canciller Jorge Arreaza cita la cifra sin refutarla. El cálculo se basa en supuestos incrementos de la tasa de defunciones no atribuibles a ninguna otra causa. Pero éstos no se fundan en cifras oficiales, sino en estimaciones de dos ONG’S privadas, que carecen de medios para llevar registros detallados sobre la materia, y que podrían estar influidas por el plan opositor de fingir que en Venezuela habría una crisis humanitaria, para legitimar la intervención y desintegración del país. Es obligación del gobierno retomar la publicación anual de las tasas de defunciones y de sus causas, así como de las cifras verdaderas de la emigración y de los daños económicos, para evitar especulaciones exageradas en uno u otro sentido.
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Bloqueo es declaratoria de una guerra que no se atreve a decir su nombre. No hay paz con un país que secuestra a otro, apoya golpes de Estado en su contra, le roba propiedades en el exterior, desconoce a sus autoridades legítimas, intenta asesinarlas, le sabotea servicios públicos, le corta comunicaciones y suministros, forma alianzas con sus vecinos para agredirlo, amenaza con represalias a todos los restantes países que mantengan relaciones con la víctima.Y sin embargo, no es el bloqueo arma infalible. Fracasó Bonaparte en arruinar a Inglaterra cerrándole a sus naves los puertos europeos. Bloquearon Inglaterra y los países continentales de Europa a la República Española para impedirle defenderse contra el fascismo. Mal les salió: al poco tiempo eran invadidos por los mismos fascistas cuya victoria favorecieron; Inglaterra perdió su condición de primera potencia del mundo; Francia su imperio colonial; contra los antiguos imperios se alzó el movimiento de descolonización, que los redujo a su precaria condición actual. Bloqueó Estados Unidos a
Cuba, sin otro resultado que fortalecerla. Bloqueó también a Nicaragua, pero lo que provocó la salida del gobierno de los sandinistas fue el conjunto de medidas neoliberales que éstos adoptaron, y que determinaron la victoria electoral de Violeta Chamorro. Desde tiempos inmemoriales bloquea Estados Unidos a Irán, sin otros efectos que fortalecer su resistencia. Aquello que no me mata me hace más fuerte, decía Nietzche. No tenemos más opción que fortalecernos.
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De nada sirven bloqueos que no culminen en guerra, y la guerra abierta contra Venezuela parece estar a su vez bloqueada por la presencia diplomática, comercial y militar de Rusia y China, Intenta ahora Estados Unidos bloquear al mundo, seguramente porque nadie le ha informado que ya no es la primera potencia económica global. China devaluó su moneda para facilitar sus exportaciones; en retaliación Trump castigó con alzas de aranceles de 10% las importaciones de bienes chinos y amenazó con bloquear a los países que usen el yuan como moneda de reserva; China a su vez canceló sus importaciones de soya y otros productos agrícolas de Estados Unidos, lo cual causó una caída sin precedentes en las bolsas de Wall Street y del mundo. No es lo mismo agredir a un país pequeño que a la Primera Potencia económica del planeta, que además posee un 30% de la ruinosa deuda externa estadounidense, de más del 100% del PIB anual de dicho país.
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Todo proyecto progresista resiste en la medida en que logre unificarse. Con su retumbante proclama “La Planta Insolente del Extranjero ha profanado el suelo sagrado de la Patria”, Cipriano Castro convocó cien mil voluntarios a defenderla: entre ellos al pacífico doctor José Gregorio Hernández. Imbatibles en el mar, las tripulaciones agresoras habrían sido barridas al posar planta insolente en tierra. Hoy, quienes proyectan invadir Venezuela buscan escindirla valiéndose de paramilitares foráneos, terroristas vernáculos, políticos apátridas, empresarios sin conciencia nacional, movimientos étnicos separatistas y supuestos revolucionarios que apoyan políticas neoliberales. La unidad cívico militar ha impedido hasta el presente la fragmentación que allanaría el camino a la intervención extranjera. Unámonos todavía más. A todos los países extiende Venezuela la mano de la amistad: de ninguno tolerará una planta insolente que profane el sagrado suelo de la Patria.