Rosa Luxemburgo
COLUMNISTAS

La pesadumbre del círculo

Una mística inconforme con la injusticia del mundo, filósofa atribulada y paradójica, judía francesa apegada al cristianismo, llamada Simone Weil, fue una de las primeras criaturas sensibles a la explotación que profetizó decepcionada, después del entusiasmo inicial, que el socialismo en Rusia fracasaría porque no cambiaba los históricos mecanismos del poder en la sociedad. Justo es acotar que era la primera vez en la Historia que se intentaba construir otro tipo de sociedad, luego de la crucifixión de Jesús por andar hablando mal de los mercaderes, por asegurar que los ricos no irían al reino de los cielos y proponer compartir los panes y los peces.

Se refería sin dudas la Weil a mantener una estructura vertical, como ocurre con todos los sistemas de poder, comenzando por Dios, a quien los seres humanos interpretaron a su imagen y semejanza para justificar la autocracia que suele seducir con mucha facilidad. (A Dios, como al socialismo, lo responsabilizamos con muchos de nuestros avatares, porque ambos nos prometieron el paraíso y los terrícolas simplificamos ese concepto, lo asumimos como un don otorgado y no como una responsabilidad personal.)

La especie a la cual pertenecemos, desde que alcanzó la posición bípeda se inclinó hacia una forma de organizarse donde el más fuerte era el jefe, el guía, el líder y los restantes sus seguidores, más tarde sus súbditos, luego sus partidarios, aun en intentos como la famosa república de la antigüedad griega o las actuales repúblicas lidereadas por el dinero.  Es decir que la verticalidad en el poder nos viene desde tiempos muy remotos. Se reproduce en la mayoría de las religiones, en la estructura familiar y llega al lenguaje popular en términos acuñados, como los de arriba y los de abajo, olvidando los lados, los laterales, las posibilidades de la horizontalidad que puede abarcar mejor los matices diversos de los seres humanos en todos los òrdenes de la existencia. Así ha sido la historia de la humanidad, pero así no puede ser el socialismo perdurable.

Salvo excepciones, aun la pretendida idílica comunidad primitiva desde el momento en que surgieron, el jefe y el brujo, quienes dirigían la vida material y la espiritual respectivamente, se sentaron las bases de la verticalidad del poder. Creo que la atribulada Simone Weil se había percatado de que ese era un problema esencial para la lucha a favor de los oprimidos, a la que ella dedicó lo mejor de si al punto de definir:” Hace tiempo he decidido que, puesto que una posición por encima del bien y el mal es imposible, elegiré siempre, incluso en el caso de la derrota segura, participar en la derrota de los oprimidos y no en la victoria de los opresores.”, principio que comparto absolutamente.

La polémica Rosa

Rosa Luxemburgo, pensadora comunista, opacada por sus revolucionarias contradicciones, líder del movimiento obrero, judío alemana de origen polaco, también estuvo preocupada por los mecanismos del poder en la lucha obrera, en el Partido y el joven estado bolchevique. “La vida pública de los países con libertad limitada está tan gobernada por la pobreza, es tan miserable, tan rígida, tan estéril, precisamente porque, al excluirse la democracia, se cierran las fuentes vivas de toda riqueza y progreso espiritual. (…). Toda la masa del pueblo debe participar. De otra manera, el socialismo será decretado desde unos cuantos escritorios oficiales por una docena de intelectuales” (RR, p.210-211).

Rosa se está refiriendo  a la imprescindible horizontalidad del poder de la cual carece la democracia burguesa, y que deberá ser el signo distintivo de la democracia socialista, a participación real de las masas, a multiplicidad de liderazgos que permitan la asunción  masiva de los ideales del socialismo, arduo y novísimo ejercicio para que los maltratados de la fortuna, los oprimidos de siempre interioricen otro modo de organizarse  en la sociedad, crear  posibilidades  de bienestar, mejorar su vida y la de su familia, porque de eso se trata en esencia la aspiración socialista de fomentar una mirada diferente de los seres humanos hacia la existencia que junta el principio cristiano de compartir los panes y los peces, el hombre nuevo que San Agustín reclamó antes que el Che Guevara lo intentara en si mismo, el mejoramiento humano de José Martí y la necesidad de socializar las formas de producir y de distribuir lo conseguido.

“El control público es absolutamente necesario- aseveraba Rosa Luxemburgo-. De otra manera el intercambio de experiencias no sale del círculo cerrado de los burócratas del nuevo régimen. La corrupción se torna inevitable (palabras de Lenin…). La vida socialista exige una completa transformación espiritual de las masas degradadas por siglos de dominio de la clase burguesa. Los instintos sociales en lugar de los egoístas, la iniciativa de las masas en lugar de la inercia, el idealismo que supera todo sufrimiento, etc. Nadie lo sabe mejor, lo describe de manera más penetrante, lo repite más firmemente que Lenin. Pero está completamente equivocado en los medios que utiliza. Los decretos, la fuerza dictatorial del supervisor de fábrica, los castigos draconianos, el dominio por el terror, todas estas cosas son sólo paliativos. El único camino al renacimiento pasa por la escuela de la misma vida pública, por la democracia y opinión pública más ilimitadas y amplias. Es el terror lo que desmoraliza” (RR, p.211).

Rosa está hablando de otra pedagogía del poder que trascienda los límites estrechos de la verticalidad conocida, que condicione una nueva espiritualidad, pretensión que se ha visto altamente presionada por la lucha enconada contra un enemigo ideológico empeñado en impedir tales propósitos, el enemigo capitalista, claro está, pero también lo que de el hay inconscientemente dentro de las propias filas que intentan derrotarlo.

“Lenin dice que el Estado burgués es un instrumento de opresión de la clase trabajadora, -analiza Rosa-, el Estado socialista, en cambio, de opresión a la burguesía. En cierta medida, dice, es solamente el Estado capitalista puesto cabeza abajo. Esta concepción simplista deja de lado el punto esencial: el gobierno de la clase burguesa no necesita del entrenamiento y la educación política de toda la masa del pueblo, por lo menos no más allá de determinados límites estrechos. Pero para la dictadura proletaria ése es el elemento vital, el aire sin el cual no puede existir” (RR, p.209).

Pero la educación política no puede ser un catecismo que se repite, según se interpreta de las palabras de Rosa, sino un aprendizaje que debe fraguarse, no en la falsa libertad burguesa que deja a millones embrutecidos por la sobre vivencia sin posibles de participación real, sino en la libertad de todos, la que nunca existió en la historia humana.

“La libertad sólo para los que apoyan al gobierno, sólo para los miembros de un partido (por numeroso que éste sea) no es libertad en absoluto- expresaba Rosa en su texto sobre la Revolución Rusa- La libertad es siempre y exclusivamente libertad para el que piensa de manera diferente. No a causa de ningún concepto fanático de la “justicia”, sino porque todo lo que es instructivo, totalizador y purificante en la libertad política depende de esta característica esencial, y su efectividad desaparece tan pronto como la ‘libertad’ se convierte en un privilegio especial” (RR, p. 209-210).

Estoy segura que Rosa pensaba en la libertad responsable, la basada en el derecho acordado por la propia sociedad como parte del entrenamiento y la educación política de toda la masa del pueblo que proclamaba y que a su manera el benemérito Benito Juárez sintetizaba en su genial frase: el respeto al derecho ajeno es la paz.

“Cuando se elimina todo esto, ¿qué queda realmente? – se preguntaba la pensadora- En lugar de los organismos representativos surgidos de elecciones populares generales, Lenin y Trostki implantaron los soviet como única representación verdadera de las masas trabajadoras. Pero con la represión de la vida política en el conjunto del país, la vida de los soviets también se deteriorará cada vez más. Sin elecciones generales, sin una irrestricta libertad de prensa y reunión, sin una libre lucha de opiniones, la vida muere en toda institución pública, se torna una mera apariencia de vida, en la que sólo queda la burocracia como elemento activo. Gradualmente se adormece la vida pública, dirigen y gobiernan unas pocas docenas de dirigentes partidarios de energía inagotable y de experiencia ilimitada. Entre ellos, en realidad, dirigen sólo una docena de cabezas pensantes, y de vez en cuando se invita a una élite de la clase obrera a reuniones donde deben aplaudir los discursos de los dirigentes, y aprobar por unanimidad las mociones propuestas. En el fondo, entonces, una camarilla. Una dictadura, por cierto: no la dictadura del proletariado sino la de un grupo de políticos, es decir, una dictadura en el sentido burgués, en el sentido del gobierno de los jacobinos (¡la postergación del Congreso de los Soviets de periodos de tres meses a seis!). Sí, podemos ir aun más lejos; esas condiciones pueden causar inevitablemente una brutalización de la vida pública…” (RR, p.211-212).

Nuevas bases para el mundo

Lamentablemente los hechos, que al decir de Lenin,- quien siempre admiró la agudeza de la revolucionaria-, -son testarudos, le dieron la razón a la polémica Rosa respecto a la Revolución Rusa, aún, si como se ha dicho, se arrepintió alguna vez de la contundencia con que expresó su angustia por el futuro socialista de Rusia.  Sin saberlo, por supuesto, coincidía en sus preocupaciones respecto a la aplicación del poder a partir de las ideas socialistas con José Martí que muy tempranamente avizoró que las veleidades humanas podían contaminar a ese ideal. Cuando Fermín Valdés Domínguez, su amigo íntimo desde la infancia, le escribió desde Cuba acerca de las labores que realizaba a favor del socialismo. El Apóstol le respondió a su hermano del alma de esta forma:

“(…) Una cosa te tengo que celebrar mucho, y es el cariño con que tratas; y tu respeto de hombre, a los cubanos que por ahí buscan sinceramente, con este nombre o aquél, un poco más de orden cordial, y de equilibrio indispensable, en la administración de las cosas de este mundo: Por lo noble se ha de juzgar una aspiración: y no por esta o aquella verruga que le ponga la pasión humana. Dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras —el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas— y el de la soberbia y rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados. Unos van, de pedigüeños de la reina, (…) Otros pasan de energúmenos a chambelanes, como aquellos de que cuenta Chateaubriand en sus “Memorias”. Pero en nuestro pueblo no es tanto el riesgo, como en sociedades más iracundas, y de menos claridad natural: explicar será nuestro trabajo, y liso y hondo, como tú lo sabrás hacer: el caso es no comprometer la excelsa justicia por los modos equivocados o excesivos de pedirla. Y siempre con la justicia, tú y yo, porque los errores de su forma no autorizan a las almas de buena cuna a desertar de su defensa (…)”. [Véase Martí, José, Obras Completas, t. 3, p. 168].

En 1884, José Martí, escribió, en ocasión de la muerte de Carlos Marx, una crónica que ratifica la identidad con el ideal de justicia de Marx y su interés de asentar el mundo sobre nuevas bases:

“Karl Marx ha muerto. Como se puso del lado de los débiles, merece honor. Pero no hace bien el que señala el daño, y arde en ansias generosas de ponerle remedio, sino el que enseña remedio blando al daño. (…)” [Martí, José, O. C. t. 9, p. 388].

Más adelante señala:

“Karl Marx estudió los modos de asentar al mundo sobre nuevas bases, y despertó a los dormidos, y les enseñó el modo de echar a tierra los puntales rotos. Pero anduvo de  prisa, y un tanto en la sombra, sin ver que no nacen viables, ni de seno de pueblo en la historia, ni de seno de mujer en el hogar, los hijos que no han tenido gestación natural y laboriosa. Aquí están buenos amigos de Karl Marx, que no fue sólo movedor titánico de las cóleras de los trabajadores europeos, sino veedor profundo en la razón de las miserias humanas, y en los destinos de los hombres, y hombre comido del ansia de hacer bien. El veía en todo lo que en sí propio llevaba: rebeldía, camino a lo alto, lucha”. [Ibidem].

En realidad Carlos Marx estaba relacionado con ese criterio de gestación natural al que se refiere Martí, pues estaba convencido que  el propio desarrollo capitalista llevaría a la aparición del socialismo, pero la Historia demostró que no iba a ser tan fácil a pesar de que la idea del bienestar posible en la comuna, el bien común, el comunismo es casi tan vieja como el ser humano, manifiesta en los filósofos griegos Platón y Zenón de Citio, en los padres de la iglesia cristiana San Ambrosio, San Jerónimo y San Juan Crisóstomo, en el pensador musulmán Mamad Ibn Massarra porque en toda búsqueda de mejoramiento humano aparecen el egoísmo, la concentración de bienes en unos pocos en causa de infelicidad para todos.

“Son los rusos el látigo de la reforma: mas no, no son aún estos hombres impacientes y generosos, manchados de ira,- sentenció Martí- los que han de poner cimiento al mundo nuevo: ellos son la espuela, y vienen a punto, como la voz de la conciencia, que pudiera dormirse: pero el acero del acicate no sirve bien para martillo fundador”. [Ibidem].

Y los testarudos hechos también le dieron la razón a causa, entre otras cosas, como el mismo señalaba a su amigo Fermín Valdés Domínguez, de las verrugas que ponen las pasiones humanas, porque ni el más obtuso puede negar que el ideal del comunismo, como el de Jesús, para seguir con un ejemplo comprensible para muchos, es el que puede decidir ante la disyuntiva de la especie expresada en la frase de Rosa Luxemburgo: Socialismo o barbarie, porque a eso ha llevado el capitalismo, a la deshumanización, a la injusticia, al desastre, a la barbarie altamente tecnificada, de lo cual estamos enterados por la noticias cotidianas.

 No hay estructura socialista ha sentenciado Fray Betto, que produzca por efecto mecánico, personas de índole generosa, abiertas al compartir, si no se adopta una pedagogía capaz de promover permanentemente emulación moral, capaz de hacer del socialismo el nombre político del amor. No es extraño que una serie de pensadores de origen cristiano hayan generado la teología de la liberación, la educación como práctica de la libertad, la pedagogía del oprimido, lo que se ha sistematizado bajo el término educación popular y tienen en su esencia algo que debe ser consustancial al socialismo: el empoderamiento de todos para sentar las bases nuevas que el  mundo necesita, sin soslayar, como afirma Paulo Freire que:  “El liderazgo revolucionario no puede tomar a los oprimidos del anterior régimen como simples ejecutores de sus determinaciones, como meros activistas a quienes se niegue la reflexión sobre su propia acción, la verdadera revolución- enfatiza-, tiene que establecer el diálogo valeroso con las masas, no puede temer a su expresividad, a su participación efectiva en el poder, no puede dejar de rendirles cuenta, de hablar de sus aciertos de sus errores, de sus equívocos, de sus dificultades.”

Esos son conceptos expresados en el año 1970, con puntos coincidentes con Simone Weil, Rosa Luxemburgo, José Martí y muchos otros y otras empeñados en la lucha contra la opresión.

Que el intento de establecer el socialismo en Europa fracasara en el Siglo XX obliga a los que seguimos apostando por su validez a no repetir los errores que impidieron su consagración como la más importante propuesta emancipadora de nuestra civilización. Los errores de su forma, como dijo Martí de la justicia, no autorizan a las almas de buena cuna a desertar de su defensa.

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Soledad Cruz Guerra
Periodista, ensayista y escritora cubana. Trabajó en Juventud Rebelde como una de sus más sobresalientes articulistas. Fue la representante Cuba en la UNESCO.

One thought on “La pesadumbre del círculo

  1. Estimada Soledad, he leido su columna con el detenimiento que otorga-o permite-el mundo en que vivimos y me parece realmente muy esclarecedora. Creo ademas que retrata y refleja una de las principales contradicciones de quienes intentan construir una nueva sociedad, basada en la participacion de TODOS. Hoy, lamentablemente, parece que a pesar de los intentos democratizadores de nuestro actual Presidente y principalmente debido a ello, la burocracia cubana ha iniciado una arremetida contra dichos intentos, ejemplificada entre otros ejemplos, con las salidas de tono de funcionarias tan importantes como la Viceministra de Educacion Superior y la Ministra de Educacion. No es con esas actitudes que se logra “el dialogo valeroso con las masas”, sino todo lo contrario. Y no es por gusto que el “comunismo” haya intentado silenciar, menospreciar y ningunear el legado de figuras como Rosa Luxemburgo, practicamente desconocida hoy para dichos “comunistas”, comenzando por las funcionarias que he citado. Y si la conocen sera solo para actuar a contrapelo de sus ideas. Y bueno, quisiera que no se silenciara ni censurara mi comentario, como ha ocurrido hasta ahora en los principales medios digitales cubanos, prueba de que hoy, al parecer, nuestro socialismo esta “decretado desde unos cuantos escritorios oficiales”.

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