Estudiantes queridos, profesores queridos:
Estaba buscando yo algunos referentes que nos ayudaran a entender qué Universidad somos y qué Universidad hemos sido a lo largo de la Historia y lo primero que recordé —que seguramente recordaremos todos— es la película Inocencia.
Habíamos leído sobre el asesinato de los ocho estudiantes de Medicina, una de las barbaries más escandalosas cometidas por el Imperio español a fines del siglo XIX. Marchamos cada 27 de noviembre hasta el monumento que bordea el Túnel de La Habana, en la Punta. Pero eso es una cosa, y otra bien distinta es adentrarnos en el espíritu de aquellos jóvenes, conocer de cerca las historias de amor que quedaron truncas, ver a los padres llorar desconsoladamente por sus hijos, sentir la injusticia ajena como propia, a través de la vivencia de un drama humano.
¿Se acuerdan del carácter de esos jóvenes? ¿Recuerdan la escena en que, aún aterrorizados y desconcertados por el presagio de una muerte inexplicable, sacan fuerzas para encontrar poesía en medio de la cárcel y cantan la Bayamesa, moribundos de dicha y amor?
Casi cincuenta años después, la indignación en torno a otro crimen inmenso se regó como pólvora en las calles de La Habana, cuando un muchacho de apenas 20 años, vicepresidente de la Facultad de Derecho, se enfrentó a la policía de Gerardo Machado y recibió un disparo a mansalva —Rafael Trejo moría apenas unas horas después, de una incontenible hemorragia interna. Pablo de la Torriente Brau narra cómo los médicos presagiaron su muerte casi desde la llegada al hospital. El disparo había dejado su cuerpo sin remedio, pero, en medio de ese momento trágico, Trejo tuvo valor y resistencia para dedicarle a su entrañable amigo Pablo una sonrisa.
José Antonio Echeverría fue asesinado casi a la entrada de la Universidad de La Habana luego de que, corajudo, corriera por los angostos pasillos de la emisora Radio Reloj y anunciara en sus micrófonos el ataque al Palacio Presidencial. José Antonio Echevarría, como un cubanazo típico, bailaba también con Benny Moré, tomaba cervezas en el barcito que tenemos enfrente, en el hotel Colina y regalaba su amor a una novia bellísima, María Esperanza Muñiz.
Estoy hablando de héroes, pero, al mismo tiempo, estoy hablando de jóvenes como ustedes. Parecidos a ustedes. Con virtudes, defectos, con frustraciones, con aspiraciones, pero con el ideal común de querer una Universidad nueva, porque querían también un país nuevo. Ninguno se sentó a esperar en las aulas a que el maná cayera del cielo. Ninguno creyó que encerrados entre cuatro paredes podrían hacer contribuciones importantes a su entorno. Y salieron a la calle a dar la pelea.
¿Qué significa dar la pelea en la Cuba de hoy, cuando todo ha cambiado radicalmente? Sin Estado revolucionario no podía haber universidad revolucionaria. Y desde 1959 hasta hoy, fuimos construyendo una concepción de universidad que vincula la formación con la práctica social, que intenta dar soluciones a las demandas que la sociedad plantea, que se mete en los problemas y no los elude.
A ustedes les está tocando la Cuba de una nueva constitución, que apuesta al municipio como célula fundamental de su desarrollo, que ve en la descentralización una oportunidad para desatar las capacidades endógenas de los territorios, que empieza a comprender la importancia de articular los sectores estatal y no estatal, y construir encadenamientos productivos más funcionales para nuestra economía.
Una Cuba que, al mismo tiempo, le concede más importancia que nunca a la Información, la Comunicación y el Periodismo. Era impensable hace algunos años, probablemente hablar de direcciones de comunicación en los gobiernos locales, o de gobierno electrónico para facilitar trámites y servicios, y acortar las distancias entre ciudadanos y servidores públicos. Era impensable que estimuláramos una cultura de datos abiertos como punto de partida de una gestión de información más eficaz y transparente. Era impensable que los periódicos tuvieran redacciones web, y se ocuparan de generar audios y videos, producciones transmediales, en medio de un entorno de convergencia.
Dicen las bases de nuestro modelo de desarrollo que la información es un bien público y un derecho ciudadano, y que la comunicación es un recurso estratégico de dirección del Estado y el gobierno. En otras palabras, hablamos de campos que no son patrimonio de nadie, sino que pertenecen a toda la sociedad, y necesitan del concurso de los diferentes sectores sociales para pensarse a sí mismos, y avanzar.
Todo lo anterior se dice muy fácil, pero es en realidad un camino empedrado, como una carrera de obstáculos que hay que sortear con perseverancia. Eso que llamamos cambio de mentalidad tiene que expresarse en habilidad, consagración e inteligencia para impulsar la Cuba que queremos. Porque en realidad tenemos dos Cubas: una que no acaba de entender suficientemente los desafíos que están por delante, y otra que los entiende y los asume, dispuesta a enfrentar los riesgos.
Una que se prejuicia frente al viejo artículo 68 de la propuesta constitucional, y otra, que comprende los derechos humanos plenos como igualdad de derechos para todos. Una que no se deshace todavía de las trabas burocráticas, y otra que le pasa por encima a las dificultades con pensamiento ingenioso, creatividad y espíritu de innovación.
A ustedes les espera la Cuba del futuro, la que confía en los jóvenes como su mejor reserva para saltar a más desarrollo. Yo tengo la esperanza de que no abandonen nunca sus puestos de trabajo. Probablemente no colmen todas sus expectativas en algunos casos, pero en todos los lugares encontrarán herramientas y recursos para ser mejores y espacio que, bien aprovechado, pueden ser un torbellino emergente de transformaciones.
Queridos graduados:
Hoy egresan más de 130 profesionales en las diferentes modalidades de estudio — Curso Regular Diurno, Curso por Encuentros y Educación a Distancia —. Quedaron atrás los tiempos en que éramos una facultad minúscula, con poco más de 90 estudiantes. Hoy sobrepasamos los 2000 y las matrículas tienden a crecer exponencialmente. Es un desafío gestionarlo, pero es, al mismo tiempo, una evidencia de la importancia que el país le concede a la Información, la Comunicación y el Periodismo. Confío en que, dentro de dos años, cuando coincidan las graduaciones de los panes D y E, colmemos nuestras redacciones, nuestras bibliotecas, nuestros centros de información, nuestras empresas, nuestros ministerios, nuestros gobiernos locales, de gente inquieta, entusiasta, inteligente. Si queremos una Cuba innovadora, entreguémosnos en cuerpo y alma a ese propósito. Un país innovador no se construye con profesionales asépticos, indiferentes, ni mediocres.
Los despedimos ahora, pero es apenas el punto de llegada de un nuevo punto de partida. Aquí los esperamos para maestrías y doctorados, para que formen parte de nuestros proyectos, para que sigan viviendo el hervidero que son nuestras copas de cultura, nuestros foros científicos, la vida universitaria. Llévense consigo nuestro lema “Fcom es casa” y, cuando vuelvan a ella, cobíjense en el Alma Mater que, con sus brazos abiertos, estará dispuesta siempre a recibirlos.
Muchachas, muchachos:
En nombre del claustro de profesores que les ha acompañado en los últimos cinco años, MUCHAS FELICIDADES.
(Palabras del Decano en el Aula Magna de la Universidad, durante de los graduados de las tres carreras de la Facultad de Comunicación (Fcom) de la Universidad de La Habana —Comunicación Social, Ciencias de la Información y Periodismo).
Es sencillamenta espectacular, leer o escuchar a Raúl Garcés,(me pregunto si es familia de Annie Gárcés, otra magnífica profesional y talentosa, a quien tuve el placer de conocer). Mi hijo estudia Comunicación Social, en curso por encuentro, y siempre que veo a Raúl en la televisión, o leo algún artículo de él, se lo cuento o le llevo el comentario porque es un comunicador por exelencia, con una sabiduría y una capacidad de interactuar con el oyente que es digno de elogiar. Deseo que sea el rector de esa facultad por mucho tiempo. Por que es un comunicador por excelencia.