La Unión de Periodistas de Cuba parece estar bendecida para nacer siempre. La criatura que germinó en el vientre volcánico de la Revolución, un 15 de julio de 1963, parece que nunca apagará el calor de su lava, como tampoco se extingue la madre afortunada.
En cada tiempo una erupción, para que del ardiente magma brote una nueva configuración de los primeros sueños; aquellos que se saltaron la comodidad del hotel habanero que los alumbró para volar libres, a la fecundación perenne con su pueblo.
Como Julio García Luis, podemos hacernos ahora las mismas vehementes preguntas, siempre estremecedoras: ¿Cómo será la prensa? ¿Cómo puede y debe ser?
Porque como ese profe de generaciones y aquellos 283 que pusieron el primer fuego, todas las incógnitas que nos preocupan hacia el porvenir pasan por estas preguntas y la misma certeza de Julito: Nuestra prensa será como la sociedad que queremos tener. ¿Cómo funcionará una economía al fin independiente, moderna y eficiente? ¿Cómo trabajará un sistema político que asegure cada vez más la participación democrática real de los ciudadanos en toda la gestión social? ¿Cómo será una sociedad de alta cultura, capacidad de pensar por sí misma, y elevado ejercicio de la ética y el civismo? ¿Cómo afirmaremos todo lo provechoso y digno que esta prueba descomunal saca a flote del alma cubana, y erradicaremos a la vez todo lo negativo que circunstancias como estas también exacerban?
La prensa tendrá que ver mucho con todo lo anterior, como presagió Julio: «Ah, no podemos prever todavía cómo será todo; no se ve nítidamente. Habrá que luchar duro. Pero allá, tras la cuesta que subimos, aguarda un hombre vestido de negro, desafiando dificultades inmensas, en la alta y fría noche, con las manos cargadas de “Patria”»…