Yancey Strickler, cofundador de Kickstarter, afirma que los internautas se están retirando de la plaza pública de internet, lo que deriva en muchos mundos privados y aislados que no se comunican entre sí.
Por Yancey Strickler /OneZero
Traducido por Tinoski
En la trilogía de ciencia-ficción “El Problema de los Tres Cuerpos” el escritor Liu Cixin presenta la teoría del bosque oscuro en el Universo. Dicha teoría dice: cuando miramos hacia fuera, hacia el espacio, nos llama la atención su silencio. Parece como que somos los únicos que estamos aquí. Después de todo, si existieran otras formas de vida, ¿no se mostrarían? Como no lo han hecho, asumimos que no existe nadie más ahí fuera.
Liu nos invita a reflexionar sobre esto de una manera distinta.
Imagina un bosque oscuro por la noche. Está terroríficamente tranquilo. Nada se mueve. Nada altera su quietud. Esto podría llevar a alguien asumir que el bosque se encuentra vacío de toda vida. Pero por supuesto, no lo está. El bosque oscuro está lleno de vida. Está quieto porque es durante la noche cuando los depredadores acechan. Para sobrevivir, los animales deben permanecer en silencio.
¿Nuestro universo es un bosque vacío o un bosque oscuro?
Si es un bosque oscuro, entonces sólo la Tierra es tan imprudente como para gritar hacia los cielos anunciando su presencia. El resto del universo ya conoce el motivo por el que el bosque permanece en la oscuridad. Es sólo cuestión de tiempo que la Tierra también lo aprenda.
Y esto es, también, en lo que se está convirtiendo la Internet: en un bosque oscuro.
En reacción contra los anuncios, los rastreadores (trackers), los troles, las exageraciones publicitarias (hype) y otros comportamientos depredadores, estamos retrayéndonos hacia nuestro propio bosque oscuro de Internet, alejándonos de la cultura dominante establecida.
Este mismo texto es un ejemplo de ello. Esta teoría fue compartida por primera vez con 500 personas a las que conozco o que explícitamente habían pedido ser informadas de ella a través de un canal privado de comunicación. Ese es el medio online en el cual nos sentimos más seguros. En el que puedo ser mi “más auténtico yo”.
Ese y otros son los espacios en los que es posible una conversación sin presiones porque están libres de ser indexados, optimizados y “gamificados”.
Los podcasts son otro buen ejemplo. En ellos, el significado se expresa tan sólo a través del lenguaje, pero también a través de la entonación y de la interacción. Los podcasts son el lugar en donde una pésima broma escapa de la autocensura y el auto desprecio. Son, con mucho, un espacio de comunicación mucho más clemente de lo que lo es Internet.
Los bosques oscuros como las listas de correo o los podcasts son lugares que cada vez abundan más. ¿Qué es un bosque oscuro?:
- Canales de Slack (salas de chat organizados por temas)
- Instagrams privados
- Foros con invitación privada
- Grupos de mensajería (whatsapp, messinger…)
- Snapchat
- Telegram
…y suma y sigue.
Por ahí es por donde Facebook está intentando ahora extenderse, a través de los Grupos (y tratando de redefinir el significado del concepto “privacidad” en el proceso).
El Internet de nuestros días es un campo de batalla. El idealismo de la Web de los años 90 ha desaparecido. La utopía de la Web 2.0 – donde todos vivíamos en agradablemente acotadas burbujas de felicidad – terminó con las elecciones presidenciales de 2016 (en EE.UU.), cuando todos aprendimos que las armas que pensábamos que sólo podían servir para mejorar nuestra existencia también podían ser convertidas en pistolas humeantes.
Los espacios públicos y semi-públicos que creamos para desarrollar nuestras identidades, cultivar comunidades y generar conocimiento fueron invadidos y ocupados por fuerzas que los usan para ganar diferentes formas de poder (económico, político, social, y otros).
Esta es la atmósfera del Internet corriente que tenemos hoy: una competición incansable por el poder. A medida que esta lucha ha ido creciendo en tamaño y ferocidad, un número cada vez mayor de la población ha corrido a esconderse dentro del bosque oscuro para evitar a los depredadores.
La era del “Internet 2.0” ha sido reemplazada por una nueva era de “Internet al cuadrado”. Una en la que vivimos simultáneamente en muchas Internets, que aumentan en número cada hora.
Los bosques oscuros están creciendo…
Los bosques oscuros crecen porque ofrecen protección psicológica y una coraza para la reputación. Nos permiten ser nosotros mismos porque sabemos quién más está ahí.
Comparado con la promesa de libertad de los canales de comunicación de masas – con sus grandes riesgos, sus grandes recompensas y su deficiente moderación -, los bosques oscuros son mucho más escandinavos gracias a la seguridad emocional y social que proveen.
Limitan el impacto negativo de tener una mala imagen, así como los beneficios de una conversación más abierta gracias a una audiencia limitada y contenida.
Este es un intercambio que cada vez más y más gente está dispuesta a hacer.
La Teoría de Internet como una bolera
Hace ya algunos años que limité a la mínima expresión mis rastros en Internet.
Quité las aplicaciones para redes sociales de mi teléfono, deje de seguir a todo el mundo. Sin lugar a dudas fue una gran decisión. Desde que lo hice he estado más contento y he tenido un mayor control sobre mi tiempo. Muchos otros lo han hecho ya o están ello. Una nueva generación de monjes, por así decirlo, está apareciendo.
Pero incluso a pesar del aumento en mi bienestar, veo un riesgo en hacer este cambio. Me he desligado de la conversación existente en la corriente principal. He dejado de ver la televisión. He dejado de mirar Facebook y Twitter. He silenciado mi voz en aquellas plataformas donde está teniendo lugar la conversación con las ataduras, riesgos y efectos secundarios que crean e impactan en todos los que están y no están allí.
Esta desconexión no ha sido sólo en el terreno político.
También lo fue para como comparto mi vida personal. Momentos cruciales de mi vida y la de mi familia dejaron de ser compartidos más allá de nuestros bosques oscuros de Internet, a pesar de que muchos de mis amigos y miembros de mi familia habrían estado felices de interactuar conmigo.
Aquellos de nosotros que construimos bosques negros arriesgamos subestimar la importancia que los canales de comunicación principales continuarán teniendo.
No compartir fue mi propia elección, desde luego, y no la cuestiono. Mi des-alienación de la corriente principal ha sido una perdida para ellos, no para mí. Pero, ¿puede ser que esta decisión me haya privado también de una recompensa mayor?
No todos los que se unían a una liga de bolos (cuando la gente todavía solía hacer estas cosas) amaban los bolos. Muchos lo que querían en realidad era estar con otra gente, los bolos venían después, o ni siquiera. Lo importante era estar juntos. No la bolera.
Esta es la Teoría de Internet como una bolera: el que la gente está conectada online para encontrarse y saber de los demás y que, al fin y al cabo, los lugares donde nos congregamos son irrelevantes comparados con la mera interacción.
¿Nos conocimos en MySpace, en Tinder o en LinkedIn? ¿Acaso importa?
Cuando me desconecté por razones de bienestar personal y productividad al mismo tiempo dejé de acudir a los lugares de reunión. Y últimamente, he empezado a cuestionar esta decisión.
Me recuerda lo que ocurrió con los hippies allá por 1970 cuando – hastiados de las guerras culturales de los años 60 – se retiraron para ayudarse entre ellos mismos y ganar en bienestar y desarrollo personal. Como cuenta Adam Curtis en su serie documental El Siglo del Individualismo en video…
Mientras se aislaban, los otros actores de las guerras culturales de los años 60 tomaron las riendas de la sociedad.
Este enfoque en el bienestar personal creó un efecto secundario no deseado: una retirada de la arena pública y un cambio en la correlación del poder desde entonces.
Es posible, supongo, que apartarse de la masa principal de Internet hacia los bosques oscuros pueda limitar de modo permanente la influencia de la corriente principal.
Podría deslegitimarla. Y de algún modo ese es el efecto que ha tenido Internet sobre la televisión. Pero nos olvidamos de cuán poderosa sigue siendo la televisión todavía. Y aquellos de nosotros que construimos bosques oscuros nos arriesgamos a olvidar cuán poderosos siguen siendo los canales de comunicación convencionales principales y cuan nimios resultan nuestros lugares de refugio en comparación con ellos.
La influencia de Facebook, Twitter y otros todavía sigue siendo inmensa y no va a parar.
El sentido y el significado de estas plataformas cambian en función de quien las utiliza. Qué tipo de bolera son depende de quiénes van a ellas.
Aunque un porcentaje significativo de la población abandonase estos espacios todavía seguirían existiendo un número similar de ojos y oídos para aquellos que desean influenciarnos y a su vez se limitaría la influencia de aquellos que se han marchado sobre un mundo al que al fin y al cabo siguen perteneciendo.
Si el bosque oscuro todavía no es un lugar peligroso, el abandono masivo de aquellos que se están marchando aseguraría de que sí lo fuera.