Por Juan Pablo Darioli*
Los grandes problemas que aquejaron al periodismo en la sociedad de masas continúan irresueltos por más avances tecnológicos que se hayan incorporado al proceso informativo. A pesar de que en las nuevas plataformas digitales el espacio y el tiempo no son finitos y esto flexibiliza la selección y la jerarquización de la información, hay una necesidad, a la hora de establecer un contrato de lectura con el medio, de hilvanar un discurso sólido y coherente, una propuesta que se distinga y merezca ser tenida en cuenta o algún tipo de orden para no caer en un cúmulo anárquico de contenidos. Ahí entra en juego la representatividad de la agenda que construyen los medios de comunicación, representatividad socio-économica, territorial, etaria, etc.
Si con el surgimiento de la gobernamentabilidad, en términos foucaultianos, y la incorporación de la técnica a la gestión/control de la sociedad, cobra vigor el dato como elemento primario de un sistema de producción de información para elaborar políticas estatales, los rudimentos analógicos hacían que todo esto tenga plazos largos y requiera de altos recursos económicos y humanos.
De un tiempo a esta parte, la informatización de la recolección, almacenamiento y producción ha hecho que los plazos se acorten considerablemente permitiendo implementar esta técnica no sólo en la gestión pública y los recursos sean más accesibles. Hay grandes medios internacionales que ya apuestan a secciones que presentan contenidos generados por el análisis de gran cantidad de datos y también desarrollos independientes de proyectos informativos que permiten dar cuenta de la ventaja de incorporar la big data a las rutinas informativas.
En primera instancia, hay un beneficio importante en la etapa de recolección de datos que redunda en una mejora de los resultados. Las encuestas como herramienta para relevar información de la sociedad han mostrado algunas limitaciones. Por ejemplo, las referidas a los usos y consumos culturales parecían tener una barrera infranqueable: existía una dislocación entre el consumo que era declarado por el usuario en una consulta o encuesta y el consumo real. Contando con herramientas digitales no hay diferencia posible porque se trabaja sobre la metadata y luego la etapa de análisis y presentación de esta información se hace fuerte con el uso de softwares muy versátiles.
En segunda instancia, las fuentes se pueden trabajar de una manera más extensiva para incorporar porcentajes de representatividad a la información y así no hablar solamente de los problemas o las buenas nuevas de un sector social. Suele verse en los medios el prolongado tratamiento de algo que se ubica como el “problema de todos los ciudadanos” pero en realidad es el de algunas manzanas céntricas o residenciales. Por último, re-pensar los procedimientos de selección y jerarquización de la información ante la demanda constante de diferentes sectores de la sociedad para democratizar la agenda mediática.
Si la llamada crisis del periodismo obliga a revisar por un lado la ecuación económica deficitaria y por el otro la falta de credibilidad que actualmente padecen los medios por qué no buscar a través del desarrollo experimental una solución integral, y no solamente desde nuevas narrativas sino también desde nuevas interfaces interactivas que otorguen más iniciativa al usuario/a.
Entonces, aparece la big data como un camino para revitalizar la producción periodística pero depende de la visión estratégica de cada medio de comunicación y la decisión de invertir en investigación, formación y desarrollo de nuevas formas de hacer.
* Licenciado en Periodismo UNR.