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El exterminio como estrategia y fin del bloqueo de EE.UU. contra Cuba

El reciente Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) abordó como tema de actualidad de sus deliberaciones las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos y mereció múltiples reflexiones y propuestas de estrategias cubanas desde el ámbito cultural para enfrentar las injerencias y los planes agresivos del imperio, a la vez que se enfatizaba en la política de amistad con los sectores progresistas del pueblo estadounidense.

Puede parecer que la política trazada y desarrollada por los Estados Unidos contra Cuba durante sesenta años tiene su génesis en el rumbo socialista de la Revolución Cubana y que su escalonamiento durante etapas de este periodo obedece a hechos y medidas del gobierno cubano.

Desde inicios del siglo XIX los gobiernos y dirigentes políticos de los Estados Unidos ambicionaban extenderse territorialmente hacia las Antillas y especialmente planeaban anexarse a Cuba mediante la fuerza o la compra. El sustento doctrinal estaba basado en el Destino Manifiesto, la Doctrina Monroe y la política de la Fruta Madura. En 1823 John Quincy, Secretario de Estado, dijo: “La Isla de Cuba, casi a la vista de nuestras costas, ha venido a ser, por una multitud de razones, de trascendental importancia para los fines políticos y comerciales de nuestra Unión.” En 1847, el senador Jefferson Davis, afirmaba: “La Isla de Cuba tiene que ser nuestra”. En 1847, Buchanam, un político yanqui, decía: “Tenemos que poseer a Cuba … La adquiriremos mediante un golpe de estado en algún momento propicio … que quizás no esté muy lejos. Cuba ya es nuestra: la siento en la punta de los dedos”. En 1848, una publicación norteamericana Bow’s Review, afirmaba: “No es demasiado decir que si nos apoderamos de Cuba, estaremos en posesión del destino más rico y más vasto comercio que jamás deslumbró a la codi­cia del hombre. Y con ese comercio tendremos en nuestras manos el poder del mundo”.  En 1854, el Subsecretario de Estado, Mann, escri­bió: “Cuando me reúna con Ud., quiero saludarlo con esta exclamación: Cuba es nuestra o como si lo fuera”.

Esas apetencias invasoras han quedado suficientemente probadas en ideas y hechos recogidos por la historia. Y que pueden ser sintetizadas todas en la frase de José Martí: “Jamás fue Cuba para los Estados Unidos más que una posesión apetecible”.

Abordaremos solamente dos hitos en que las ideas desnudas de afeites exponen los fines de la política estadounidense en relación a Cuba y los cubanos: el exterminio.

Es conocido que Estados Unidos aprovechó oportunistamente el momento propicio para inmiscuirse en la guerra de independencia que libraban los cubanos contra España a finales del siglo XIX, iniciada en 1895 bajo el liderazgo de Martí, Gómez y Maceo.

En noviembre de 1897, Teodoro Roosevelt, secretario asistente de la Marina, instaba al presidente William McKinley a que interviniera. En enero de 1898 Estados Unidos aprovecha los rumores acerca de un presunto peligro para los ciudadanos estadounidenses en Cuba como una razón para enviar el navío Maine a La Habana. El 15 de febrero de 1898 el acorazado Maine explota en la bahía de la Habana. Estados Unidos acusa a España de la explosión y se levanta una ola propagandista al respecto.

El 11 de abril el presidente MacKinley envía un mensaje al Congreso solicitando autorización para intervenir militarmente en Cuba, lo cual fue aceptado. El 22 de abril de 1898 el presidente MacKinley anuncia un bloqueo de la costa norte de Cuba y el puerto de Santiago de Cuba, lo cual según las leyes internacionales constituía un acto de guerra. El 24 de abril en respuesta a la acción de guerra, España le declara la guerra a Estados Unidos. El 25 de abril el Congreso declara la guerra formalmente, manifestando que este estado de guerra se inició el 21 de abril. El 1ro. de enero de 1899, tras su derrota, España entrega oficialmente sus poderes jurídicos sobre Cuba a las Fuerzas Armadas estadounidenses comandadas por el general Brook, el primer gobernador militar norteamericano.

Resultan muy reveladoras de los fines y estrategias del ejército estadounidense involucrado en la guerra, las instrucciones del Subsecretario de la Guerra de Estados Unidos J.C. Breckenridge al General Miles, Jefe del Ejército de EE.UU., sobre la forma en que debía conducirse la guerra en Cuba y Puerto Rico. Veamos su contenido:

“La anexión de territorios a nuestra República, ha sido hasta ahora la de varias regiones con muy escasa población y fue siempre precedida por la invasión pacífica de nuestros inmigrantes, de tal modo que la absorción y amalgama de la población ha sido fácil y rápidas. (…) nuestras aspiraciones y la política que debemos observar en cada caso (Cuba y Puerto Rico) difieren. Cuba, con un territorio mayor, tiene una población mayor. Esta consiste en blancos, negros y asiáticos y sus mezclas. Los habitantes son generalmente indolentes y apáticos. Es evidente que la inmediata anexión de estos elementos a nuestra propia federación sería una locura, y antes de hacerlo debemos limpiar el país aun cuando eso sea por la aplicación de los mismos métodos que fueron aplicados por la Divina Providencia en las ciudades de Sodoma y Gomorra”.

Es importante enfatizar en las características que le atribuye a la población cubana, porque coincide con lo publicado diez años antes por The Manufacturer de Filadelfia y reproducido por The evening Post, de New York. En su artículo titulado Vindicación de Cuba, publicado el 25 de marzo de 1889, Martí rebatió exhaustivamente la perfidia. “Los cubanos, dice The Manufacturer, tienen “aversión a todo esfuerzo”, “no se saben valer”, “son perezosos”. Martí fue demoledor en sus argumentos para desbaratar tales infamias contra los cubanos. Y expresó entre otras muchas verdades que: “Hemos sufrido impacientes bajo la tiranía, hemos peleado como hombres, y algunas veces como gigantes, para ser libres”.

Continuaban las referidas instrucciones al Jefe del Ejército norteamericano, General Miles: “Debemos destruir todo lo que esté dentro del radio de acción de nuestros cañones. Debemos establecer el bloqueo, de modo que el hambre y su eterna compañera la peste minen a la población civil y diezmen al ejército cubano. Este ejército debe ser empleado constantemente en reconocimientos y acciones de retaguardia de modo que sufra entre dos fuegos, y sobre él recaerán las empresas peligrosas y desesperadas… Ayudaremos con nuestras armas al gobierno independiente que será constituido, aunque informalmente, mientras esté en minoría. El temor, de una parte, y de otra su propio interés, obligará a la minoría a fortalecerse, haciendo que los autonomistas y españoles que permanezcan en el país, aparezcan como minorías.

Cuando este momento llegue, debemos crear dificultades al gobierno independiente, estas y la falta de medios para cumplir con nuestras demandas y las obligaciones creadas por nosotros, los gastos de guerra y la organización del nuevo país, tendrán que ser confrontadas con ellos. Estas dificultades deben coincidir con las inquietudes y violencias entre los elementos referidos y entonces prestaremos nuestra ayuda a la oposición.

“Resumiendo: nuestra política debe ser siempre apoyar al más débil contra el más fuerte, hasta que hayamos obtenido el exterminio de ambos, a fin de anexarnos la Perla de las Antillas”.

La política implantada por Estados Unidos durante su periodo de intervención directa, desde 1898 al 1902, fue la expresada por   Leonardo Wood, gobernador interventor de Estados Unidos en Cuba:

“La misión norteamericana en Cuba era edificar una república anglosajona… establecer en poco más de 3 años una república calcada exactamente de nues­tra república.”

¿Se quiere una prueba más evidente de los fines malévolos, disfrazados de “ayudas”, de los Estados Unidos con relación a Cuba?

En fin, Estados Unidos prolongó el período de intervención para crear las condiciones políticas y económicas que favorecieran sus propósitos egoístas y aviesos con respecto a Cuba; inició sus espurios procedi­mientos legales, al imponer a Cuba una legislación (la Enmienda Platt) que ataba a Cuba a los Estados Unidos y cohonestaba su dominio intervencionista, y eso se mantuvo vigente durante 34 lacerantes años; planificó y ejecutó la creación de una neocolonia sometida a un proceso de ameri­canización como parte de su política anexionista; usurpó con carácter permanente una parte del territorio nacional, la Base Naval de Guantánamo, para fines militares estratégicos, que aún ocupa a pesar de la oposición del gobierno y pueblo de Cuba; intervino en forma directa e indirecta en los asuntos internos del país; con los lazos económicos y comerciales favorables establecidos con Cuba, creó las bases para su dependencia, tutelaje, sojuzgamiento y explotación; apoyó y apuntaló a los gober­nantes y fuerzas retrógradas, corruptas y tiráni­cas que actuaban en contra del pueblo cubano, y se hizo cómplice de sus miserias, injusticias y crímenes masivos, frustrando sus aspiraciones, interfiriendo y dificultando sus luchas, e impi­diendo generalmente sus victorias… hasta un día, el 1ro. de enero de 1959.

Otro hito relevante sobre los fines de EE.UU., ocurrió durante el triunfo de la Revolución Cubana el 1ro. de enero de 1959 que lideró Fidel Castro. Tanto antes como después de la victoria el gobierno de Estados Unidos fue enemigo de la Revolución.

Para ilustrar los fines, según una confesión propia, señalemos que en un documento oficial suscrito el 6 de abril de 1960 por L. D. Mallory, este importante funcionario del Departamento de Estado, después de reconocer que «la mayoría de los cubanos apoyan a Castro» y que «no existe una oposición política efectiva», expresaba con cínica impudicia que «el único medio previsible para enajenar el apoyo interno es a través del descontento y el desaliento basados en la insatisfacción y las dificultades económicas. […] Debe utilizarse prontamente cualquier medio concebible para debilitar la vida económica de Cuba. […] Una línea de acción que tuviera el mayor impacto es negarle dinero y suministros a Cuba, para disminuir los salarios reales y monetarios a fin de causar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno”.

Era, en síntesis, la misión del bloqueo y las otras medidas adoptadas contra Cuba durante 60 años, que aún continúan causando penalidades al pueblo cubano. Así que lo ha salvado de las cadenas del imperio su estoicismo y la rebeldía probada en sus épicas luchas por su libertad e independencia plenas con el instrumento formidable de su revolución iniciada en 1868 por Céspedes, continuada por Martí en 1895 y triunfante en 1959 bajo la guía de Fidel.

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Wilkie Delgado Correa
Doctor en Ciencias Médicas y Doctor Honoris Causa. Profesor Titular y Consultante. Profesor Emérito de la Universidad de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba.

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