A estas alturas de mi existencia vuelvo a constatar esta madrugada que la vida es un constante reportaje, ese género complejo (el más completo del periodismo, según dicen los entendidos). Vuelve a hacerme perder el sueño una idea que me surgió la víspera y que requiero escribir para conciliarlo de nuevo. Pero primero va esta:
Confieso que esa “manía persecutoria” me ha ido visitando cada vez con mayor frecuencia desde que dejé la vida activa de redacciones y direcciones, de encomiendas profesionales, misiones de otros tipos y de reuniones (muchas, muchísimas reuniones), que hacían que almohada y colchón fueran cómplices amables del descanso necesario, aunque fuera breve.
Menos viejo que ahora podía dominar mejor los desasosiegos que priman en esta manera de vivir la vida que llamo periodismo, la profesión más estresante del mundo, porque tenía canales –medios de prensa—para desahogarlos de forma institucional y tratar por ellos de encontrar respuestas a inquietudes –propias y del entorno—aunque no fueran a veces tan eficientes, rápidas o completas como las esperadas o necesitadas.
Ahora, básicamente a cargo de tareas en áreas culturales y más como difusor-comunicador que como periodista, el rasgo distintivo de este –analítico, crítico y “proactivo” (como gustan de llamar hoy)—pasa a planos irrelevantes. El oficio sirve en esta etapa actual pero “descafeinado”.
En esta coyuntura he encontrado en mi “propio medio digital” la válvula de escape a mis ansiedades comunicativas. Rehuí siempre –incluso con orientación explícita—la creación de un blog para salir a defender verdades, esclarecer confusiones y denunciar falsedades porque tenía muchas más ocupaciones que tiempo disponible para hacerlo, además de otras vías y lenta conexión con el ciberespacio.
Con más tiempo ahora y conexión permanente (que me llegó como virtual reconocimiento de mis servicios luego de la jubilación) me he sumado a la tendencia actual de “estar en facebook”, extraña red de comunicación interpersonal en la que todos pueden participar con lo que quieran, meterle comentarios a cualquier cosa, invitar a desconocidos a ser amigos (hasta llegar al tope de 10 mil) y, claro, escribir verdades y mentiras (dentro de algunos parámetros) sin necesidad de dar fuentes, corroborar lo expuesto, hacer propuestas válidas en la materia que se trate y muchas otras características consustanciales al periodismo. Pero, algo es algo.
Mejor que rumear entre dientes (o en la cola de la carnicería o esperando el ´ómnibus que no llega) es usar ese medio ciberespacial, al que aún no todos pueden acceder en Cuba pero que vamos camino a lograrlo, con los desafíos que ello significa. Transparentar opiniones e historias deberá tributar a la democratización de la sociedad con una participación virtual mayor que la que se obtiene en asambleas y reuniones coyunturales (si es que se sabe canalizar y aprovechar ese caudal de subjetividades).
En ese camino veremos como la vida es una constante de reportajes, enlazados, yuxtapuestos e incluso, a veces, antagónicos, en los cuales la entrevista, la información, la crónica y el comentario tienen cabida, apoyándose incluso en la fotografía, para hacer los relatos que nos permitan avanzar por los derroteros escogidos.
Gracias Dos Santos por “confesiones” de ese periodismo, a unos les llegó primero, a otros, como a mí un poco más tarde, pero agradecida a la revista Mar y Pesca, donde comencé siendo secretaria y llegué a disfrutar como testigo, el reportaje, o la entrevista con los hombres de mar, navegando con ellos o escribiendo con ellos las posibilidades del cultivo de peces en nuestras aguas interiores… en fin, realizando esa profesión que amamos. A usted colega, lo conocí leyendolo y, ahora en nuestra estimada Delegación de Periodistas Jubilados en La Habana. Rosario