Cubaperiodistas recomienda

Con Hemingway, otra vez, en La Habana que él quiso

El XVII Coloquio Internacional Ernest Hemingway, organizado por el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural de Cuba y la Casa Museo que en el poblado habanero de San Francisco de Paula lleva el nombre del eminente narrador y periodista —cuyo aniversario 120 se celebra este año—, ha comenzado hoy, 20 de junio, en el hotel Riviera, donde sesionará hasta el próximo 23. El programa académico abarca decenas de ponencias —presentadas por estudiosos procedentes de Argentina, España, Estados Unidos, Israel, Japón y Cuba— sobre la vida, la obra y el pensamiento de Hemingway.

Nutren el encuentro además otras maneras de recordar al escritor, como la canción inaugural, aportada por Enrique Núñez Díaz; la exposición El arca de Hemingway, dibujos de Jorge Pérez Duporté —cubano como el trovador—, y una visita al proyecto comunitario del poblado de pescadores de Cojímar, ­entrañable para el autor de El viejo y el mar, obra que le granjeó el Premio Nobel. Se añaden el documental Hemingway: entre Cayo Hueso y Cuba, del realizador Richard Abella, y un toque de singular sentido afectivo: el tributo póstumo al habanero Alberto Ramos Enrique (Fico), quien desde su infancia trabajó para el escritor en su finca La Vigía.

La singular identificación emocional de Hemingway con Cuba, a cuyo pueblo dedicó su Premio Nobel, y desde donde desplegó como un Quijote su voluntad de lucha contra el fascismo durante la Segunda Guerra Mundial, sería siempre estimulante. Pero lo es todavía más cuando en la presidencia de su país se ha instalado un político particularmente aberrante —propio de un imperio en decadencia y por eso mismo aún más peligroso— que arrecia la política enfilada durante seis décadas a estrangular a la Revolución que en 1959 libró a la nación caribeña del yugo que aquella potencia le impuso desde 1898.

Aunque esa no fuera precisamente la intención del narrador enamorado de las intensidades de la acción con visos de aventura, los nexos con Cuba del Hemingway que sufrió la ojeriza de conspicuas autoridades de su país propician pensar en José Martí y un capítulo particular de su vida: cuando el gran escritor y revolucionario enfermó ante las maniobras con que los Estados Unidos, al celebrar en Washington entre 1889 y 1890 el foro internacional que  institucionalizó el panamericanismo imperialista, hicieron más visibles sus afanes de dominar a toda nuestra América.

Martí aprovechó el reposo más bien breve que en el verano de 1890 se vio obligado a hacer en la montaña de Catskill, por prescripción médica, y también entonces acometió tareas perdurables: una de ellas fue la escritura de Versos sencillos, en cuyo pórtico plasmó la significación que tuvo para él la aludida conferencia, la cual sesionó en “aquel invierno de angustia” de 1889-1890; otra, sus intentos de seguir sembrando buenas relaciones con estadounidenses cuyo pensamiento podía distanciarlos, o los distanciaba, de las voraces pretensiones de su gobierno. Podían por ello simpatizar con la independencia de Cuba, amenazada por la voracidad de aquella nación.

El coloquio iniciado cuando se escriben estas líneas, y sobre el cual seguirá informando la prensa, dejará como saldo inmediato, junto a la buena cordialidad fomentada por quienes participan en él, disímiles páginas. No pocas de ellas contribuirán a la valoración del creador de novelas como Por quién doblan las campanas y Adiós a las armas.

El merecido cuidado con que se atiende en Cuba el legado de ese autor, incluida la Casa Museo creada en la que fuera su residencia en La Vigía, puede ser además una fuente de estímulo y trazar enseñanzas y vías para lograr recursos destinados a conservar tesoros orgánicos del patrimonio cultural cubano. Viene a la memoria especialmente la Casa Museo El Hurón Azul, que también en territorio habanero rinde homenaje a uno de los más extraordinarios y geniales pintores del país, Carlos Enríquez, por cuya memoria también doblan las campanas. Si así fuera, ese sería otro motivo para apreciar la serie de coloquios internacionales dedicados en Cuba a Ernest Hemingway.

Foto del avatar
Luis Toledo Sande
Escritor, investigador y periodista cubano. Doctor en Ciencias Filológicas por la Universidad de La Habana. Autor de varios libros de distintos géneros. Ha ejercido la docencia universitaria y ha sido director del Centro de Estudios Martianos y subdirector de la revista Casa de las Américas. En la diplomacia se ha desempeñado como consejero cultural de la Embajada de Cuba en España. Entre otros reconocimientos ha recibido la Distinción Por la Cultura Nacional y el Premio de la Crítica de Ciencias Sociales, este último por su libro Cesto de llamas. Biografía de José Martí. (Velasco, Holguín, 1950).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *