Estremece esa caravana de miles y miles reverenciando la obra fecundante, la misma que desfiló ante la imagen del guerrillero contumaz, o rubricó, en miles de puntos a lo largo del país, que quieren para su Patria esa Revolución que Fidel definió tan hondamente el 1ro. de mayo del 2000, para que no quede solo como una frase en letras doradas y sobre pedestales junto a la piedra de granito de sus cenizas en Santa Ifigenia.
Ella sería la única garantía para la necesaria permanencia y continua refundación de la plataforma hondamente humanista del ideal socialista cubano, en medio de las exigencias y contrastes de la contemporaneidad.
Porque para que la Revolución no sea un destello fugaz, como esas estrellas que cortan con su filo luminoso la oscuridad de la noche, tiene que anidar en el corazón y el alma del pueblo. Esa es la única garantía de que ese concepto del que nos hicimos firmantes, marque los destinos de Cuba como los clavos sobre la cruz de Galilea, y de que ese indomable nacido en Birán siga, junto al Apóstol de sus revelaciones, como un mesías de nuestro mejor destino.