El periodista de la Agencia Latinoamericana de Noticias Prensa Latina Ulises Canales perdió la vida en un accidente masivo ocurrido en la madrugada de este domingo en el malecón habanero.
Comenzaba su andar por las lides del periodismo cuando nos conocimos, a su ingreso en Prensa Latina, hace ya más de tres décadas, con ese entusiasmo propio de los que sueñan y se esfuerzan por alcanzarlos. Me recordó un poco mis comienzos en la agencia, aunque él estaba mejor preparado que yo entonces. Y simpatizamos.
Al enterarme de su absurda y temprana muerte por un accidente de los que no debieran ocurrir jamás –y menos en nuestro malecón capitalino hoy bien iluminado, señalizado y rehabilitado—me vienen a la mente sus primeros esfuerzos en la redacción central por cumplir con exigencias de conocimiento y requisitos de la técnica de una agencia de noticias, en la que el anonimato habitual sólo se supera con notas propias de excelencia y/o impacto. Entonces –y aún ahora—firmar un texto era un mérito que sólo los editores o jefes superiores admitían.
Y es de aquellos tiempos que nació una buena relación –como me sucedió con muchos de los nuevos ingresos de los que la agencia estaba urgida porque había un desfasaje generacional, una falta que con la entrada de Ulises y de otros muchachones y muchachitas comenzó a subsanarse. Los que habíamos entrado 20 años antes, aprendiendo a diario de nuestros colegas más avezados, nos estábamos añejando sin relevo para entregar el batón.
El fue, repito, de esa hornada que –delgadito entonces y ojos chispeantes—nutrió las venas de las redacciones con la sangre fresca que supo mantener primero, en pleno Período Especial, y dar impulso después, a ese ente periodístico fundado por Fidel, el Che y Jorge Ricardo Masetti el 16 de junio de 1959, ahora a punto de celebrar su 60 aniversario.
Participé de las primeras decisiones de asignarle tareas internacionales, de monitorear su crecimiento y madurez profesional e, incluso, tener el privilegio de servirle de interlocutor cuando manifestó su intención de casarse con una chica mexicana, con la que formó una linda familia en nuestra tierra. A ella y su descendencia las tengo presentes cuando escribo.
Luego nuestros caminos se bifurcaron cuando pasé tres lustros en la Unión de Periodistas de Cuba pero siempre seguí sus andanzas y éxitos, como los de muchos de su generación, que se expresaron no solo en sus tareas como corresponsal o enviado especial al extranjero, a lugares muchas veces complicados como fue su período en Egipto. También cumplió misiones de dirección en nuestra entrañable PL, como ahora lo hacía cuando un nefasto “almendrón” le quitó la vida.
Con la pérdida de Ulises Canales –con cuyo coincidente segundo apellido bromeábamos por “no ser un López cualquiera”—se lacera el entusiasmo que genera la próxima efemérides de su-nuestra agencia en los que la mantenemos viva en su quehacer o en la memoria. Pero sacando fuerzas del dolor, en su honor debe reforzarse el compromiso de seguir luchando por los sueños de dignidad y soberanía, verdad, solidaridad y ética que inspiraron a los fundadores.