Los recuerdos obligan. Desde el amor y el dolor. Necesita hacerlos recorrer cuartillas. Que sean de todos. Esta conflagración no puede ser olvidada. Eduardo Heras León escribe desde el pueblo que defendió conquistas y futuro en Playa Girón. Irá más allá de los nombres y de los pasos. Sin falsear ni esconder. Artillero contra los mercenarios, la dará cual la vivió y la siente.
Un intelectual de la talla de Ambrosio Fornet califica a Los pasos en la hierba como “…un pequeño clásico de la cuentística revolucionaria por la minuciosa pasión con que logra captar el torbellino de una época y la terca lucidez con que afirma.- en medio de inaplazables exigencias históricas-, aquellos valores individuales y sociales que trascienden la época”. Allá los que temblaron- y dañaron- ante tanta verdad necesaria.
Testimonio e imaginación unidos en la realidad que el escritor nos ofrece, y ya asomó, en forma y contenido promisorios, en La guerra tuvo seis nombres.
A pesar de aquel duro y absurdo conflicto que termina mal entre dos hombres buenos, en el vehículo que conduce hacia el combate están “…los Tirsos que protestaban y ahora no protestan,… los Mario que robaban y ahora no roban,… los Alberto que bebían hasta emborracharse y ahora van sobre este camión, dispuestos a combatir por algo que los ha cambiado para siempre; con los Brindis que hablaban de la guerra y de los hombres y ahora vienen a defender lo que siempre han defendido.”
Muchacho(a), cerca de ti, está algún Tirso que brinca contento porque acaba de pegarse en la ruidosa lid de dominó de su cuadra, mientras Mario busca el pan de la cuota, y Alberto grita en el Latino, de alegría o tristeza, por la labor de su equipo. No te quedes ahí…María lleva a los nietos al parque, las manos bien cogidas que la calle es peligrosa. Cuando los tipejos invadieron, encabezó el CDR de su barrio para detener a los desafectos que intentaban sabotear, lacerar, matar. Una vez le dijo a un reportero: “ No dejamos actuar a los gusanos. Mira, les encontramos armas, explosivos, papeluchos que mandaban a jo…; perdón, compañero, a fastidiarnos”.
Sí, están a tu lado, enlazados por la compleja cotidianidad, los que desagraviaron a Sandino, vencedor de yanquis y vendidos en Nicaragua. Somoza, la trampa, el asesinato: solo así lo frenaron. Seres como aquellos revivieron al General de Hombres Libres cuando en Girón aplastaron a los traidores, el apoyo gringo y del desgobierno nicaragüense: primera gran victoria militar sobre el imperialismo en América.
Defendíamos el triunfo del humanismo verdadero: el socialismo- ya había mostrado andares y conquistas-, proclamado por el Comandante en Jefe en el sepelio de las víctimas del preludio criminal: los bombardeos. Tanta sangre generosa derramada. Tanta vida tronchada. Tanta proeza en los triunfadores, héroes más allá del éxito y sin partir desde la perfección. Lo magno fue su ascenso sobre las propias debilidades para imponer la virtud, avivada por la etapa fidelista, salvadora de toda la grandeza.
El dogmatismo, el mandonismo, la mediocridad no doblegaron a Heras. Los enfrentó con su quehacer y su crear Desde la fábrica de acero, cantó a los trabajadores: trompadas contra los girovagantes. No son inmaculados los obreros aunque, a pesar de las flaquezas-¿quién no las tiene?-ocupan su puesto de vanguardia. A su lado los intelectuales surgidos de ese seno o que han jurado serles fieles al hacer y al decir.
Mi amigo enseñó y enseña desde las aulas. Ahora, sacrifica la creación propia para alimentar las de las de los más jóvenes. Con ellos asciende aún más. Alma de ese hogar forjador llamado Onelio Jorge Cardoso que no deja morir al cuentero mayor.
Cuando lo galardonaron con el Premio Nacional de Literatura en su pecho vencedor- ya tenía el de Edición- y le dedicaron la más reciente Feria Internacional del Libro, se ampliaba el de quienes lo amamos y admiramos, especialmente el de los que siempre hemos estado junto a él en la batalla, sin dejarnos derrotar por el desencanto porque por Martí sabemos hace mucho tiempo que“… si hay miserias y pequeñeces en la tierra propia, desertarlas es simplemente una infamia, y la verdadera superioridad no consiste en huir de ellas, ¡sino en ponerse a vencerlas!”.