Fue una tarde frente al mar, el mar Caribe. El destino me reservó esa tarde de 1996. Santiago Álvarez Román tenía entonces 77 años y había acabado de llegar de Marsella, donde sus documentales habían sido recibidos como acabados de hacer.
Lázara Herrera, su compañera, la que hoy impulsa el festival de documentales con su nombre, era su báculo y su memoria auxiliar; aunque Santiago tenía sus conceptos muy claros. Su mirada era noble pero firme, ambas cosas al unísono. Sabía muy bien lo que había hecho pero, quería seguir.
Los pioneros de algo son difíciles de encontrar. Soy un rendido admirador de Now (1965), su contundente denuncia sobre la discriminación racial en Estados Unidos. Los años no han hecho más que afirmar su excelencia. Voy a reproducir palabra por palabra lo que me respondió, cuando le pregunté si acaso era aquel el primer video clip del mundo:
―Sí, pudiera decirse así. La obra dura seis minutos, lo mismo que la canción de Lena Horne. Comprobando todo lo que se hizo ese año, puede concluirse que fue el primer video clip del mundo. No lo tengo a menos, ni vergüenza de decirlo.
Se confesó admirador de Eisenstein y de Tarkovski, quería captar todo lo que se movía. Me confesó su preferencia por los documentales filmados en Vietnam. Su creación la calificó con apenas cinco palabras: “Un maremoto de secuencias trabajadas”.
Sin él faltarían páginas a la memoria del mundo: el paso devastador del ciclón Flora sobre Cuba (Ciclón, 1963), la batalla deportiva de los Juegos Centroamericanos y del Caribe (Cerro Pelado, 1966), los primeros bombardeos norteamericanos sobre la capital vietnamita (Hanoi, martes 13, 1967), el Che manejando un tractor (Hasta la victoria siempre, 1968)… Eso y más.
Cada vez que salgo del cine, de algún estreno que me convence para ir de mi casa a la sala oscura, siento que falta algo. Me acostumbré a disfrutar entre las tandas, del Noticiero ICAIC Latinoamericano que él encabezó durante tantos años. No por gusto la médula de su creación ha sido escogida como Memoria del Mundo.
Fue una tarde inolvidable frente al mar, el mar Caribe. El destino me reservó esa tarde de 1996…