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Iván, Moreno, Soriano, la virtud reconocida

Los vi llegar, muy en alto los anhelos de reflejar e interpretar el movimiento deportivo cubano, sin priorizar ganancias personales: el camagüeyano Iván López, el artemiseño Juan Moreno y el matancero Francisco Soriano. Cada uno firme con sus armas: la máquina de escribir, la cámara, el micrófono. Los vi avanzar enlazados con fuerza al progreso atlético al que cantaban. Los vi ser escogidos recién para el Premio Nacional de Periodismo Deportivo por la Obra de la Vida que otorga el Inder, con el beneplácito del Círculo especializado del sector en la Upec.

Ante todo, ninguno de los tres fue remiso a participar en un proceso donde los cubanos verdaderos  fuimos cortadores de caña, agricultores, constructores, militares, educadores… y en estas y otras acciones nos esculpíamos para ser mejores ciudadanos y profesionales. Han sido –todavía son- seres comprometidos con Cuba, con la humanidad, con su tiempo, sin ser inmaculados – ¿quién no yerra
alguna vez- ; no fueron ni son neutrales, toman partido ante los acontecimientos, ni les rieron ni ríen las gracias contra la patria, aquí o allá, a quienes se les aflojaron las piernas. Dante sitúo a los
no comprometidos, a esos neutralitos con tanta falsedad, en un lugar horrible del Infierno de su Divina Comedia: ni Dios ni el Diablo confían en ellos.

El Ovejo López no cayó de las nubes -antigramatical apodo pero jamás cordero- : corredor de larga distancia, lanzador que me hinchaba la mano a pesar de la esponjita cuando fui su receptor en los
equipos de la escuela de Periodismo en los predios Caribes o en el softbol de la prensa. Protagonista de una inolvidable anécdota de este torneo: por botar una pelota que no le permitían usar lo botaron
del encuentro. Con ese disfrute práctico -es importante- y el devorar la prensa y las páginas dedicadas  a las contiendas del músculo, arribó a Juventud Rebelde.

En el diario de nuestra juventud lo forjó con rigor directamente Eddy Martin, y los consejos  y críticas de Lagarde, Cano, Orestes Cabrera, Núñez Lemus, Cardet;  y la experiencia de lo hecho a hachazos como Nicolás Caraballo, Tommy Albear, Larcada o  Judas Pacheco. Incluso supo extraer lo positivo de elementos reaccionarios de mayor profesionalidad que él: la negación dialéctica en acción. Después, hacia el Icrt. Allá demostró -aún lo demuestra- saber de béisbol, amén de quererlo, amor y saberes ya enseñados en la tan seguida sección Con pez rubia en JR, y en sus escritos al reportar diversos certámenes del país y foráneos.

Morenito no era en sus inicios un cazador de imágenes del ámbito. Después de pasar un curso de corresponsales de guerra, apoyado por Vilo Acuña, laboró en Verde Olivo y Juventud. Acá siguió cual bautismo de fuego a Guillermo Cabrera, en la aventura periodística e histórica de perseguir las huellas de Pablo de la Torriente Brau en Realengo 18. No solo destrozó las botas: “…, aquellas marchas por poco me tuestan, pero me fortalecieron”. Luego, aprendió guiado por Elio Menéndez en la página dedicada a la cultura física. Galardonado por sus fotos, en especial las de béisbol y boxeo, en concursos nacionales;  por su bregar internacionalista ha sido condecorado varias veces, heroicidad reconocida en el apoyo a Angola.

A Pancho Soriano realmente lo oír arribar más bien. Nunca cayó en el “chovinismo de pequeño territorio”. Decía sus verdades sin temor, las argumentaba con reales conocimientos y una voz magnífica. Jamás se cegó ante los méritos ajenos de la región yumurina, ponderaba los
aciertos y fustigaba  los errores de la provincia, distanciado del ditirambo y la censura destructiva.

Nunca provinciano, caballero de la palabra, un narrador respetable y respetado. El olímpico le pusieron sus allegados por su quehacer en los Juegos de Beiging. Podían haberlo enviado muchos antes. Aunque esencialmente fue un soldado de la noticia y la reflexión en la Atenas de Cuba, refulgió por su estilo, su forma y contenido, y está entre los mejores de su faena en la radio cubana.

Iván, Moreno, Soriano, ¡cuánta alegría! En ustedes, la virtud distinguida de toda una generación de periodistas deportivos. Muchos nos quedan por premiar.

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