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El periodismo de izquierda en tiempos de derecha

Desde su programa en Telesur, Walter Martínez es uno de los periodistas que da día a día la batalla por la verdad. Foto: panorama.com.ve

Rendirnos no puede ser nunca la solución, por tanto hay que luchar, usar la autocrítica revolucionaria, llegar al pueblo, enseñarle qué gobierno lo sacó de la pobreza, le dio salud, educación y trabajo

Por Ana Laura Palomino García

De pequeños, una de las premisas que más rápido aprendemos es que en la unión está la fuerza. Ya sea por Había una vez o los Cuentos de Mamá oca, los niños comprenden que, entre muchos se pueden mover montañas, mientras que en soledad es más empinado el camino.

Luego, algo que se puede entender de manera sencilla y didáctica en la primera edad, se hace sumamente complejo con el paso de los años, al dividirnos como seres independientes y algunas veces egoístas, en busca del bien propio.

Mas lo que puede parecer una fábula para ir a dormir, se aplica en todas las esferas de la vida: hasta en la política, como lo deben saber bien los pueblos de Latinoamérica.

Lejanos pudieran parecer, atendiendo al contexto actual, los años en que Hugo Chávez comenzó en Venezuela un proyecto de trabajo a favor de los más desfavorecidos, proyecto al que se sumaron, a partir de 1998, 11 gobiernos, entre América Latina y el Caribe.

Sin embargo, y como bien diría el periodista y politólogo vasco Katu Arkonada, en Telesur: «el golpe de Estado contra Mel Zelaya en Honduras en 2009, el golpe parlamentario contra Fernando Lugo en Paraguay en 2012, el impeachment contra Dilma en Brasil en 2016, y la victoria electoral de Macri en Argentina, lograron cristalizar parcialmente el intento de restauración conservadora».

Restauración a la que se suma Jair Bolsonaro, o el Trump brasileño, como también se le conoce, el nuevo cabeza de estado de Brasil, quien, según el intelectual Frei Betto, ha creado un gobierno militarista.
En Ecuador, los cambios a partir de la salida del poder de Rafael Correa indican una fragmentación de la izquierda, matizada por un desmontaje de la ejecutoria social de la Revolución Ciudadana.

Venezuela, por su parte, vive un difícil momento, marcado por una fuerte campaña mediática, enfocada en crear confusión y miedo, para desestabilizar y desconocer el gobierno de Nicolás Maduro, democráticamente elegido por los ciudadanos de esa nación.

Entonces, ante este desolador panorama, ¿cuál es el papel de los medios y los periodistas comprometidos? ¿Cómo se lucha cuando las grandes cadenas de información como O Globo, en Brasil, o Clarín, en Argentina, responden a los intereses capitalistas?

Rendirnos no puede ser nunca la solución, por tanto hay que luchar, usar la autocrítica revolucionaria, llegar al pueblo, enseñarle qué gobierno lo sacó de la pobreza, le dio salud, educación y trabajo.

Esa lección es una cuenta pendiente de la izquierda en los países donde hoy se impone el neoliberalismo contra nuestros pueblos.

La periodista y reconocida intelectual argentina Stella Calloni, en una entrevista exclusiva para Granma, contaba que la izquierda está atravesando un difícil momento. Además, advertía que en su nación decir la verdad puede salir muy caro, como bien los saben los 3 000 trabajadores de la prensa despedidos por «diferencias ideológicas».

Esto también sucede en Brasil, donde la cadena de televisión O Globo maneja el 80 % de las emisiones. Por otro lado, según el reportero del gigante sudamericano Beto Almeida, en declaraciones a este diario, los periodistas en ese país sufren persecución, como es el caso de dos compañeros de profesión perseguidos y amenazados de muerte: Juca Kfouri y Jean Wyllys.

Venezuela es otro ejemplo del mal que pueden hacer los nuevos medios de comunicación si son utilizados de manera incorrecta. La verdad, si no puede llegar a todos y es apagada por mentiras proclamadas de maneras más estruendosas, puede ser silenciada.

Las célebremente conocidas fake news, manejadas por profesionales poco éticos que priorizan el impacto y no la certeza, hacen que los individuos se guíen por escenarios fabricados para la manipulación.

Ante esto, Stella Calloni advierte la necesidad de unir a los periodistas de izquierda para contar las realidades que se obvian en los titulares. «Ahora nosotros estamos armando muchas formas, por ejemplo, reuniendo a todos los compañeros que tengan portales web para que hagan lucha de medios alternativos, reunirlos a todos para tener un conglomerado de voces para decir lo que pasa y no se conoce».

Para Juca Kfouri, reportero brasileño especializado en deportes, «el periodismo se distingue por intentar hacer un mundo mejor» y bajo esa premisa sigue denunciando lo que pasa en su país, a pesar de las amenazas, usando el fútbol para sacudir conciencias.

Queda claro que, en el escenario actual, donde hoy más que nunca se necesita el valor para abrir los ojos de los lectores, televidentes, radioyentes, saber utilizar las armas mediáticas es un reto impostergable.

Calloni, en una intervención realizada durante el Foro Internacional de Periodismo alertaba sobre los tiempos actuales, donde la información es un arma de guerra. También, reafirmaba que nos encontramos ante una batalla cultural, de difícil desenlace, donde la desacreditación moral es más fuerte que las balas.

La derecha sabe utilizar bien esas armas. Lo demuestran los hechos. Numerosos estudios prueban que Whatsapp tuvo un papel clave en la victoria electoral de Bolsonaro. Otro caso parecido es el del jefe de gobierno norteamericano Donald Trump.

Como expresara la periodista Rosa Miriam Elizalde en una conferencia ofrecida recientemente: «Estamos frente a una nueva arquitectura mediática: mientras los medios masivos imponen la agenda, los otros se ocupan del anclaje personal y emocional. Hoy la opinión pública no se construye exclusivamente con la opinión publicada, sino con la opinión compartida».

Las redes mueven los sentimientos y estos a las personas que luego van a votar en las urnas, a veces sin confirmar lo que leen o aceptando las cadenas de Facebook como una verdad incuestionable.

De ahí la importancia de buscar nuevas formas de decir, siempre cuidando las buenas prácticas del oficio, sin caer en manipulaciones burdas. Buscar, como dice Calloni, «una manera creativa para resistir».

En contexto:

Muchas veces el debate de la izquierda se extravía entre tomar la calle o tomar la red, como si fueran excluyentes. Si hay una tarea principal en la izquierda es la de acabar de entender que la vida on line y off line no van separadas, son una continuidad, forman parte de un solo cuerpo, y que la red puede ser muchas cosas menos un mundo aparte intangible y etéreo.

El ciberespacio es el corazón de un sistema supranacional que se relaciona directamente con el espacio físico, en al menos tres dimensiones. Primero, sus rutas de comunicación, nodos y servidores (infraestructura física) están ubicados en alguna parte de la geografía. Segundo, los protocolos o reglas de juego que permiten la interconexión de la gente, como los ciberdominios, tienen una identidad nacional e implican zonas de soberanía, control estatal y lenguaje propio. Y tercero, el ciberespacio enfatiza la geografía física de un modo especial: con servicios, aparatos de navegación, artilugios técnicos y dispositivos móviles, que materializan un mapa interactivo de flujos entrecruzados de información, tecnología y personas. Las personas tienen nacionalidad, obedecen a leyes y están, también, físicamente varadas en algún sitio.

No es el caos, hay leyes. Este escenario se regula por jerarquías y nodos principales de una red (internet) ubicados en un espacio físico concreto, que acentúan las disparidades de la sociedad contemporánea y han establecido una nueva cartografía en la que centro y periferia están perfectamente delimitados. Por supuesto, han cambiado las nociones de tiempo y espacio, de poder y libertad, lo individual y colectivo, lo público y privado, la cultura nacional e internacional, y el ámbito de lo productivo e improductivo, pero siguiendo la lógica capitalista hegemónica que los enmarca. Bajo esa moldura se propicia el desarrollo de nuevos modelos de mediación que impactan en los subsistemas de producción, distribución y consumo, por un lado, y en los mecanismos de reproducción social y del poder, por otro.

Fuente: Conferencia de Rosa Miriam Elizalde en el Foro de Periodismo Internacional por el aniversario 60 de la Operación Verdad y la fundación de Prensa Latina.

(Tomado de Granma)

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Redacción Cubaperiodistas
Sitio de la Unión de Periodistas de Cuba

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