Por Luis A. Montero Cabrera*
Está bastante aceptado que los padres del concepto de “inteligencia artificial” (IA) fueron algunos científicos norteamericanos cuando en 1956 lo acuñaron en una conferencia celebrada en el Darmouth College, del estado de New Hampshire. Desde entonces el nombre ha esperanzado y horrorizado por igual. Algunos humanistas ven un evidente peligro ético en que algo tan nuestro como la inteligencia pueda ser emulada por un simple amasijo ordenado de circuitos y dispositivos electrónicos. ¿Podrá ser que lo hermoso de la Gitana Tropical de Victor Manuel o lo estremecedor de la Novena Sinfonía de Beethoven se logre por un sistema de cómputo autónomamente?
Los seres humanos somos entes vivos que para mantenernos vamos más allá que los demás organismos similares. Para adquirir la energía que necesitamos a través de alimentos, “quemándolos” con oxígeno del aire, y para reproducirnos, hemos ido seleccionando habilidades únicas como la “inteligencia”. Nuestros sentidos, la vista, el oído, el tacto, el olfato, el gusto y sus sabores, nos proporcionan información de lo que ocurre en el mundo exterior. La almacenamos y hemos aprendido a correlacionar todos sus detalles en nuestro cerebro. Con el “procesamiento” de esa información la convertimos en conocimiento y modificamos nuestras vidas. Facilitamos así notablemente la supervivencia y un buen predominio sobre otras entidades igualmente vivas que no evolucionaron con esas capacidades. Somos inteligentes. O al menos, puede que seamos más inteligentes que otras especies. Solemos denominar como “inteligencia” justamente al producto de la correlación de saberes previamente almacenados para dar lugar a nuevos saberes, o comportamientos.
Es seguro que, a los saberes o información vital propia se suman otros que de alguna forma están “escritos” en nuestro código genético y los hemos heredado. Algunos son característicos de nuestra especie y otros pueden datar desde los primeros entes vivos que usaron moléculas para almacenar información.
¿Podemos hacer algo parecido en una computadora? La obvia respuesta es que sí. Cualquier sistema de cómputo que tenga almacenada información y la correlacione con la nueva que va adquiriendo puede hacerlo. Solo se requiere darle las instrucciones para ello, programarlo. En el caso de los humanos ese programa viene codificado en nuestros genes característicos gracias a la selección natural, al igual que la de todos los demás seres vivos. El “almacén” molecular con la información de estos “programas” consiste en la tremenda diversidad posible del ADN, cuyos cinco eslabones básicos pueden ordenarse de muy diversas maneras para ello.
La pregunta obvia es la de cuáles ventajas y desventajas podemos obtener atreviéndonos a emular la naturaleza con “inteligencia artificial”. En este sentido cada vez es menos necesario especular acerca de “¿qué será?” ante los hechos consumados en muchos sitios.
La IA hoy se utiliza en vehículos autónomos, sin conductores, que ostentan un alto nivel de seguridad y eficiencia incluso en ciudades con grandes congestiones de tráfico. Las computadoras que los conducen han demostrado ser mejores conductoras que los humanos, reduciendo el número de accidentes y daños. Facilitan también la transportación de discapacitados. Aún las tecnologías de IA para estos fines se están desarrollando. Se especula también que pueden llegar a reducir considerablemente la posesión de vehículos privados pues los necesitados de transportación individual no tendrían que poseer y mantener un carro ya que con una simple solicitud a través del teléfono móvil se resuelven al instante y en cualquier sitio. ¿Imaginamos una ciudad cubana con ómnibus y taxis autónomos? ¿Por qué no?
Los “drones” que pueden transportar personas o mercancías sin tripulación y por el aire ya están entrando en el mercado. Al menos para mercancías, el gigante de ventas en internet Amazon ya los usa desde diciembre de 2016 para entregas de paquetes de hasta 20 kg en ciudades seleccionadas. Por su parte, el consorcio Daimler (Mercedes Benz) está poniendo en uso un “volocóptero” de 18 hélicesque puede transportar dos personas por el aire con toda seguridad en Dubai.
Los diagnósticos médicos ayudados por IA ya son también realidades, y existen casos reportados donde han sido ayudas sustanciales para detectar enfermedades a tiempo y salvar vidas. Este puede ser un campo de aplicación inmediata en Cuba.
Las artes, tan humanas como son, no escapan a la IA. Se comenta que algunas composiciones musicales muy populares recientemente lo han logrado ser gracias a un eficiente uso de la IA por sus autores. Se ha llegado a identificar hasta los acordes que son más propensos de aceptación, emulando a los grandes como Juan Formel y su experiencia en este campo.
Las máquinas de búsqueda de información en Internet usan, indudablemente, algoritmos de IA para hacerlas más eficientes. Los rostros y las formas de andar de las personas pueden ser identificados tanto como las huellas digitales o las secuencias de ADN, gracias a la IA. Se llega a influir sobre los resultados de elecciones. La industria de la publicidad hace tiempo que usa esas tecnologías para hacer más influyentes sus anuncios.
Las redes sociales son hoy en día tan o más importantes que la lectura, la radio o la televisión para influir en las personas, sobre todo en las más jóvenes.Las organizaciones de todo tipo, desde las iglesias hasta los vendedores de ropa,usan ahora la IA para diseminar eventos y cualquier información a través de ellas y así influir en las inteligencias naturales, jóvenes y lozanas, de forma muy eficiente. Esto puede tener propósitos perversos y las causas justas tienen el deber inaplazable de usarlo también para hacerlas más populares y efectivas.
Fidel nos enseñó a usar la televisión, que era la maravilla informativa de moda en la época del triunfo de la Revolución Cubana, para diseminar las ideas nobles y creativas que la inspiraron. Ese es el camino para usar las tecnologías como la inteligencia artificial, siempre para lo más humano y correcto en vez de negarlas dogmáticamente y dejar que solamente las utilicen los que buscan sus beneficios propios a costas de los de las mayorías. Los cubanos podemos, y debemos, hacerlo desde ayer y ahora mismo, porque el principal recurso que se requiere para desarrollar la inteligencia artificial es nuestra inteligencia natural, y esta nos sobra.
*Doctor en Ciencias. Preside el Consejo Científico de la Universidad de La Habana. Miembro de Mérito y coordinador de Ciencias naturales y exactas de la Academia de Ciencias de Cuba.
(Tomado de Cubadebate)