FOTOCRÓNICAS

Fotografías que reviven La Habana del siglo XIX

Vistas del castillo de los Tres Reyes Magos del Morro y el canal de acceso a la Bahía de La Habana

El medio milenio de la fundación de La Habana que celebramos este año, es magnífico motivo para desempolvar las fotografías más antiguas que existen de nuestra ciudad capital y darles una ojeada a algunos sitios icónicos que  el tiempo ha ido transformando o han desaparecido.

Las  imágenes que presentamos comenzaron a realizarse  en 1851, cuando se  introdujo  en Cuba la fotografía sobre papel, la cual reemplazó  al daguerrotipo, el primer método fotográfico que producía una imagen única sobre una lámina de meta,  la cual no era posible reproducir y que era empleada para hacer retratos en las galerías de entonces.

La fotografía sobre papel simplificó el proceso, redujo el tiempo de exposición y, lo más importante, la placa sensible que empleaba la cámara  era de cristal y captaba una imagen negativa transparente que permitía imprimir cuantas copias positivas se quisieran.

La Plaza de la Catedral de La Habana, donde se aprecian estacionados algunos con ómnibus de la época colonial, que eran tirados por caballos.

Aunque  el nuevo proceso permitía multiplicar los retratos, al fotógrafo le resultaba muy difícil trabajar fuera de su galería, por las dimensiones y el peso de  la cámara, el trípode y la maleta llena de planchas de cristal. Adicionalmente, al igual que con el daguerrotipo,  necesitaba un cuarto oscuro o laboratorio al lado para poder sensibilizar la placa antes exponerla en la cámara y seguidamente, con la emulsión húmeda, retratar la escena y revelarla.

Si la placa se secaba durante este tiempo perdía la sensibilidad a la luz y no captaba la imagen.  Eso implicaba tener que cargar con  un bulto adicional, que contenía una mesa plegable con un toldo a prueba de luz donde el fotógrafo se encerraba para preparar, sensibilizar  y revelar sus fotografías, frascos con químicas, cubetas, agua destilada y una lamparita de cristal rojo que despedía la luz de una vela para observar el avance del proceso.

Para muchos fotógrafos habaneros semejante engorro los limitó de salir de sus galerías. Pero a pesar de estas  dificultades  algunos pocos se aventuraron por La Habana y sus rincones coloniales,  entre ellos el  retratista cubano  Esteban Mestre y  el  norteamericano Osberto Burr Loomis,  quien también realizó la primera panorámica de La Habana y sus alrededores en 1860 captada desde la base del asta de la bandera de la Fortaleza de la Cabaña. Esta imagen llamó mucho la atención de los capitalinos porque se trataba de siete vistas unidas que en su conjunto medían  239.5 centímetros de ancho x 25,5 de alto. Por aquella época también estuvo Leopoldo Varela y Solís, quien publicó algunas de sus imágenes habaneras en “El Álbum Histórico Fotográfico de la  Guerra de Cuba”, editado en 1879, así como otros fotógrafos que no acreditaron sus obras.

Hasta la década de 1880 estuvo en práctica este procedimiento fotográfico artesanal, cuando los continuos avances tecnológicos proporcionaron placas secas fabricadas por la nueva y pujante industria fotográfica europea y norteamericana las cuales venían preparadas para exponerlas en cualquier momento y revelarlas en el cuarto oscuro de la galería.

Así,  es digno de agradecer el esfuerzo que hicieron aquellos profesionales para permitirnos hoy echar un vistazo a la urbe de entonces, que es hoy Ciudad Maravilla,  Patrimonio de la Humanidad, y que va camino a sus 500 años.

Veamos sus fotografías.

EL CASTILLO DEL MORRO

El  Castillo de los Tres Reyes del Morro es el lugar más fotografiado de Cuba y también la imagen que identifica a nuestro país en todo el mundo. Las obras del Morro junto con las del Castillo de la Punta las inició el ingeniero militar italiano Juan Bautista Antonelli en 1589,  tiempo en que gobernaba la Isla el  maestre de campo Juan de Tejada.  En 1630 terminó la construcción de los dos castillos y La Habana se convirtió en una de las principales plazas fortificadas de América, refugio seguro de las flotas que venían de México y Perú cargadas de oro, plata y joyas para juntas y bien protegidas por galeones de guerra emprender la navegación rumbo a la metrópoli.

El movimiento marítimo  propició a la ciudad un gran desarrollo comercial, agrícola e industrial con grandes astilleros y fundiciones de piezas de artillería y municiones y también la construcción de la Zanja Real que surtió de agua a la población. En 1592,  el Rey Felipe II le concedió a La Habana el título de ciudad y el uso de un escudo con tres castillos, una llave y una corona y el collar de Toison por orla.

El Morro resistió el ataque de piratas y corsarios durante dos siglos pero no pudo contener el asalto y toma por parte de los ingleses en julio de 1762. Durante quince días resistió intenso bombardeo desde los barcos y desde las baterías emplazadas en la loma de la Cabaña,  que había sido ocupada por los invasores. Solo cuando cayeron los  heroicos y valientes  jefes militares,  el Márquez González y Don Luis de Velazco, y con ellos  la mayoría de los defensores, los ingleses pudieron tomar el castillo. Cuentan las crónicas que ese día, 30 de julio, el Conde de Albemarle, jefe de la fuerzas británicas, admirado y sorprendido por la valentía de Don Luis de Velazco y sus hombres, ordenó un alto al fuego y que sus cañones se unieran también a las salvas de artillería que en honor a los caídos disparaban las armas  españoles.

La Habana fue ocupada por los ingleses desde el 14 de agosto de 1762 hasta el 6 de julio de 1763, fecha en que fue devuelta a España a cambio de la Florida. El nuevo gobernante  español  teniente general Ambrosio Funes Villalpando, conde de Ricla, reconstruyó el destruido castillo durante su mandato (1763-1765)  y más tarde, en 1844,  el General Leopoldo  O’Donnell, sustituyó la antigua torre por el majestuoso faro que actualmente conocemos.

En la primera de estas amarillentas cartulinas fotográficas de finales del siglo XIX, cuyos autores olvidaron firmar, vemos al Morro captado desde el medio de la bahía. La otra está tomada desde los arrecifes de la costa aledaños al castillo de la Punta, espacio hoy convertido en un parque.

 LA CATEDRAL

La Catedral de la Habana es otra de las edificaciones que no ha sufrido ningún cambio desde su construcción. Se alza sobre el oratorio “Hijos de San Ignacio” que construía la Orden de los Jesuitas en la llamada Plaza de la Ciénaga y que fue suspendida en 1767 al decretar el Rey Carlos III la expulsión de los jesuítas de todos los dominios de España. Unos años después, el Obispo Trespalacios decidió reformar los planos del oratorio y construir una iglesia que en 1789 fue declarada Catedral de La Habana. Alrededor de la plaza, hoy llamada Plaza de la Catedral,  se construyeron las suntuosas mansiones del Marqués de Arcos, del Conde Bayona y el Palacio del Marqués de Aguas Claras,  que mantienen el paisaje colonial del siglo XIX. En las fotografías podemos distinguir algunos cambios de época en el ambiente de la plaza. Por ejemplo, en esta imagen captada en  1890 vemos el paradero de las guaguas de Estanillo, que eran tiradas por caballos.

DOS RINCONES DE LA CATEDRAL QUE YA NO EXISTEN

Estas curiosas fotografías tomadas por el famoso fotógrafo José Gómez de la Carrera descubren dos rincones históricos de la Catedral de la Habana que desaparecieron al perder España su domino colonial en la Isla. Se trata del lugar donde reposaron durante más de un siglo los restos de Cristóbal Colon (a la izquierda) y del monumento (a la derecha) que debía acoger sus cenizas  y conmemorar el cuarto centenario del descubrimiento de América.

La tumba donde estuvieron los restos del almirante Cristóbal Colón y una tarja en la Iglesia Catedral de La Habana

¿Cómo y cuando llegaron los restos de Colon a Cuba? ¿Cuándo salieron? El Gran Almirante deseaba reposar cuando muriera en la isla de La Española y complaciendo su voluntad fue enterrado en 1544 en la Catedral de Santo Domingo. En 1795  España  perdió la guerra que sostuvo contra la República Francesa y entre otras concesiones les cedió  el territorio de Santo Domingo. Antes que los  franceses lo ocuparan, el general Aristizabal  se encargó de trasladar a La Habana los restos del Gran Almirante y de su hijo en el navío San Lorenzo.  Aquí  fueron recibidos con gran solemnidad el 19 de enero de 1796 por el Gobernador Don Luis de las Casas y el Obispo  Felipe José Trespalacios, y fueron colocados en un nicho abierto en la pared que divide el Presbiterio de la Capilla del Loreto. El 23 de octubre de 1822 cubrieron el nicho con una lápida de mármol esculpida con el  busto del almirante y el siguiente epitafio:

¡Oh restos e imagen del grande Colon!

Mil siglos durad guardados en una urna

y en la semblanza de nuestra nación

El 19 de marzo de 1898 quedó terminado en el crucero de la Catedral un conjunto escultórico que acogería los restos de Colón en un gran homenaje a su memoria  y a los cuatro siglos del descubrimiento de América. La obra realizada por el famoso artista madrileño Arturo Melida y Alanari representa a los reyes de Castilla, León, Aragón y Navarra,  cada uno con un escudo de oro sobre el corazón, llevando en hombros el féretro de Cristóbal Colón.

El monumento de Melida no llegó a inaugurase, pues la guerra en Cuba había terminado el colonial español en la Isla. El 13 de diciembre de 1898 los restos del Gran Almirante Cristóbal Colón  y el monumento de Melida regresaron a  España en el crucero Conde de Venadito,  después de honores militares del mayor rango. Actualmente se encuentran en la Catedral de Sevilla

 PARQUE DE ISABEL II

Parque de Isabel II y Paseo del Prado, en una imagen captada en 1857

Esta fotografía del Parque Central fue captada en 1857 cuando existía en la zona una estatua de 7 metros de altura  de la Reina Isabel II, realizada en mármol de Carrara por el escultor italiano Phillippe Garbeille. Frente a la misma no había edificación alguna, solo las murallas de La Habana, que comenzaron a ser derribadas años más tarde para expandir la ciudad. En el espacio de los solares vacíos que vemos en la fotografía actualmente se levantan los hoteles Parque Central, Plaza y Gran Manzana Kempinski; el Museo Nacional de Bellas Artes y al centro del parque la estatuta de nuestro Héroe Nacional José Martí.

CON ESTOS EQUIPOS SE HICIERON LAS FOTOGRAFÍAS QUE HEMOS VISTO

Con la cámara que vemos a la izquierda  y otras muy parecidas, se hicieron las fotografías  aquí presentadas. Las placas para obtener el negativo eran de cristal y medían 8 x 10 pulgadas aunque algunos fotógrafos también usaban el formato de 5 x 7. Las copias se hacían por contacto en prensas que se exponían a la luz del sol en la azotea de la galería y todo el proceso de revelado de placas e impresión en papel se realizaba en el cuarto oscuro de la galería.

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Jorge Oller Oller
Fotógrafo, reportero gráfico. Fundador de la Unión de Periodistas de Cuba y del Periódico Granma. Premio Nacional de Periodismo José Martí por la obra de la Vida. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba.

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