La presente nota de “Fiel del lenguaje” trata, como la anterior, problemas de concordancia gramatical, relativos al número, que dañan la expresión oral y la escrita. Al autor no se le ocurre suponer que dos textos breves como los de este espacio bastarán para esclarecer el mal que aquí aborda, y menos aún para erradicarlo, aunque fueran leídos como a él le gustaría que se hiciera, porque los escribe por vocación de utilidad. Esta columna pretende, eso sí, apoyar la tarea de quienes, habiendo dedicado su vida a la enseñanza del español, no han conseguido el éxito que merecen y Cuba necesita, aunque los dislates no se dan solamente en este país.
A quien tenga la responsabilidad de expresarse —todavía más si tiene compromiso profesional en ello— no le está dado el derecho a solamente querer decir: tiene el deber de decir, y hacerlo bien. Entre las faltas de concordancia aludidas al inicio, una irrumpe en líneas como las siguientes, de un merecidísimo elogio a Braudilio Vinent. En ellas se lee: “El Meteoro de la Maya es uno de los lanzadores cubanos que acumula menos de mil bases por bolas”.
Un error da saltos en esa afirmación, como un autoponche para el texto, pero no pasa de ser un simple ejemplo de una pifia que inunda el ambiente. En su desempeño como editor y profesor universitario, y como lector, el autor de este artículo ha tenido alarmantes evidencias no solo de tal inundación, sino de que hay personas con título de nivel superior —profesores y profesoras de español incluso— dispuestas a morir antes que detectar dónde radica la falta, o aceptar que la hay. Y no cabría decir “¡Allá ellos y ellas!”, puesto que difunden cuando menos un error, y quién sabe cuántos más.
La cita ubica al célebre lanzador entre otros del país que brillaron en su trayectoria. Él, Vinent, es uno de esos que acumulan cifras respetables en la proporción entre boletos concedidos y ponches propinados. De ahí que lo correcto sea decir: “El Meteoro de la Maya es uno de los que acumulan menos de mil bases por bolas”. En esa oración Vinent es sujeto singular y concuerda con el verbo en singular es; pero el sujeto de la acumulación de bases y ponches, al que se refiere la oración subordinada que sigue, es plural, y lo representa la construcción los que.
Quien tenga duda y desee librarse de ella, sustituya los que por esos que, y tendrá lo siguiente: “Vinent es uno de esos que acumulan cifras respetables”. La formulación sería diferente si él fuera el poseedor absoluto de los mejores índices: “Es el que acumula las cifras más respetables”. Entonces vale sustituir el que, singular, por ese que, y Vinent sería “el que acumula” o “ese que acumula”. El mal ejemplo escogido se tomó del periodismo deportivo, no porque solo cunda en él —ya se dijo que no es así: asoma hasta en profesionales del idioma—, sino porque es útil, dado que ese periodismo usa con frecuencia tal forma de comparar, y la población lo sigue masivamente.
Una comparación similar se reiteró en los finales de la reciente Serie Nacional de Béisbol: ese pelotero “es uno de los que este año ha jugado en tres equipos diferentes”. Lo argumentado en torno a la cita sobre Vinent ilustra por qué lo correcto es decir que “ese pelotero es uno de los que este año han jugado en tres equipos diferentes”. Sea quien sea, ese deportista es el sujeto, singular, del verbo en singular es; pero los que han jugado en tres equipos diferentes son un sujeto plural que reclama un verbo en plural. Si fuera uno solo valdría decir: “Ese pelotero es el que ha jugado en tres equipos”.
Ni el error de muchos debe consolar a personas sensatas, ni es aconsejable resignarse a los cataclismos gramaticales que circulan. Al país lo beneficia un creciente desarrollo de los estudios sobre informatización, y merece disfrutarlo; pero, mientras no se pruebe lo contrario, habrá razón para considerar que esa maravilla la ensombrece el uso de “los joven club de computación”. Ante los ojos de diablos y de dioses gime una falta que se subsanaría diciendo y escribiendo “los jóvenes clubes”. ¡Amén!