Todavía brillan las lucecitas de las fiestas decembrinas en las calles de Caracas y la Cruz del Ávila sigue iluminando las noches de la Navidad venezolana, una de las más largas, dicen, de cuantas en América se celebran.
Aunque la derecha insista en hablar de un país quebrado, aquí las fiestas por el cruce de Año no han terminado totalmente. Siempre se extienden y ahora con más causa.
Este 10 de enero, Venezuela es el epicentro de otra batalla continental entre las dos Américas: la del Norte, que sigue yendo de más a menos, a pesar de los vasallos que se le cuelgan de las rodillas y la Nuestra, que va de menos a más, aún incompleta.
Hay evidencias de esa pelea en las calles de Caracas, donde algo es notable desde la primera mirada: las largas filas de autos intentando llegar a su destino se han aliviado y en las amplias avenidas los pesados tranques de horas parecen cosa del pasado. Sin dudas, hay muchos menos autos circulando.
«El bloqueo», responde cualquiera al que le preguntes. La falta de piezas está afectando mucho la tradicional intensidad del tráfico del país.
El combustible más barato del mundo sigue estando a mano, pero los repuestos, en especial baterías y cauchos (gomas) han alcanzado precios Impagables, cuando aparecen.
El bloqueo es una realidad que ha comenzado a emparentarnos. Como la resistencia, que tiene su mayor expresión el día en que asume para su segundo mandato el Presidente Nicolás Maduro Moros, bajo las mil y una amenazas que Washington lanza y amplifican sus lacayos del «cartel de Lima», nombrete que aquí le han dado a las excrecencias de la OEA, esos 14 gobiernos, la mayoría sin autoridad moral en sus propios países, que han decidido hacerle la tarea al desacreditado Almagro. Y que, como él, han terminado haciendo solo el ridículo.
Recién llegados a Caracas, fuimos a ver a Patricia Villegas, presidenta de Telesur, la casa periodística de la familia latinoamericana y caribeña que nos legara en 2005 el genio combinado de Fidel y de Chávez, conscientes de la necesidad de un medio de gran alcance para confrontar la guerra mediática, cañón de proa de todas las otras guerras que se han diseñado en Washington para que no lleguen o no perduren, los procesos liberadores en América.
En el despacho de Patricia hay una caja con el módulo de los CLAP: arroz, harina, aceite, frijoles y otros alimentos básicos, que cada mes el gobierno entrega por sólo 100 bolívares, literalmente centavos al cambio por dólares, para ayudar a la familia venezolana a soportar el desabastecimiento y la carestía, impuestos por la guerra económica, la más profunda y criminal de cuantas se han aplicado aquí en los últimos 20 años.
Emociona y se emociona Patricia cuando se refiere a la intensidad de la lucha que se escenifica ahora en Venezuela, tan parecida a la que ha librado Cuba, desde los años de la ruptura casi total de la región con la isla rebelde, honrosa excepción de México, también apartada del grupo que tomando el nombre de la capital peruana, hoy practica una abyección que avergüenzaría a los Libertadores de América a los que deben su independencia.
Habla la Presidenta de Telesur de los venezolanos que han huido, asustados por las carencias y de los que regresaron, defraudados por la evidencia. Dan miedo las anécdotas de los desprecios y abandonos con que han «acogido» en tierras del llamado Grupo de Lima, a los emigrantes de este país sobre cuyos dramas reales o inventados, se montó en parte la narrativa contra el gobierno de Maduro para justificar el ultimátum, al mismo tiempo que se ignoraba la dramática marcha centroamericana hacia el muro de Trump.
Pero lo que en verdad le pone pilas a la emoción de la periodista colombiana radicada en Venezuela, es la respuesta del pueblo bolivariano a todas las guerras. No han podido quebrar al bravo pueblo ni comprar la lealtad de su ejército, que en vísperas de este día crucial desbarató inteligente y serenamente una provocación en sus aguas territoriales, con la venia del Gobierno de Guyana.
Venezuela resiste y vence. Eso explica la votación que le dio la segunda victoria a Nicolás Maduro con más del 67 por ciento, hasta las movilizaciones de respaldo que han obligado a Washington a buscarse provocadores externos, porque dentro de la nación, sus servidores no tienen pueblo.
La segunda razón de que en las 25 elecciones realizadas en 20 años, prácticamente siempre haya ganado el chavismo, es que ni juntándose en una Mesa de Unidad, han podido unirse los opositores al proceso bolivariano. Los intereses personales, elitistas, proimperialistas, los separan siempre.
En el cruce de las avenidas Bolívar y Balart, un graffiti escrito con los códigos de un twit, grita desde una pared: «#juntos todo es posible». No cabe dudar de su origen. Sólo puede ser una frase chavista. Valiosa memoria de este histórico 10 de enero.