Por María del Carmen Ramón
El fotógrafo y documentalista Roberto Chile tuvo el privilegio de acompañar a Fidel en sus recorridos por Cuba y el mundo durante casi tres décadas. De tantos años de trabajo, guarda un amplio testimonio gráfico del alcance y la dimensión de uno de los hombres más grandiosos de nuestra Patria, en los momentos más decisivos que ha vivido la Revolución cubana.
Desde su simbólica “Estrella de Fidel”, un Comandante de espaldas que habla a una multitud, hasta las manos fuertes y a la vez tiernas del líder de la Revolución cubana, muchísimas son sus fotografías más conocidas. Quien conoce su obra pudiera pensar que no existe gesto o mirada del Comandante que no fuera captado por su lente, pero este fotógrafo asegura que no solo a él, sino a todos los que lo filmaron o retrataron, les faltó “mucho por hacer”.
“Cuando uno sigue a un hombre así, a un líder como lo fue y lo es Fidel, no tiene derecho a cansarse”, dice a Cubadebate este reconocido documentalista, quien define a Fidel como un “gigante de la historia”, un hombre que combinaba perfectamente lo humano y lo grandioso. “Así lo vi y lo veré siempre, aunque por momentos pudiera rozarle el hombro con el lente”, asegura.
Cuando se cumplen dos años de aquel triste noviembre en que dijimos “Hasta siempre” al líder de la Revolución Cubana, conversamos con el Roberto Chile que conoció Fidel.
—Usted comienza a trabajar con Fidel en 1982, cuando apenas era un joven ¿Cuál fue la primera tarea que tuvo junto al Comandante? ¿Qué anécdotas podría compartir sobre aquella primera misión?
— Las primeras tareas no fueron precisamente las más importantes ni son las que más recuerdo. Esas llegaron con el tiempo. Quisiera referirme al recorrido de Fidel por las zonas afectadas por el huracán Kate en 1985. A pesar de que habíamos cumplido otras tareas con anterioridad, esa fue, tal vez, nuestra prueba de fuego.
Yo estaba en la casa con mi familia cuando el Doctor Miyar (Chomy), entonces Secretario del Consejo de Estado, me llamó para decirme que me preparara para salir de recorrido con Fidel. No sé por qué pensé que se trataba de La Habana Vieja y apenas llevé ropa en mi equipaje.
Tomamos carretera al atardecer y se hizo de noche. La primera parada fue en Villa Clara. Al día siguiente, temprano en la mañana, comenzó el recorrido por pueblos devastados, campos arrasados e inundados por las lluvias y el viento. Reinaban la ruina y la desolación en todas partes. Y en eso, llegó Fidel. Había que ver a la gente cuando lo veía llegar. Porque Fidel era la esperanza, el líder que jamás abandonó a su pueblo ni en las peores circunstancias. Todavía recuerdo a Fidel entre la gente, consolando a los que, menos la vida, lo habían perdido todo, a esos a los que Fidel les devolvía la luz.
Días después, ya de regreso a La Habana, recorrimos esos mismos sitios en helicóptero. Con todas esas imágenes y cargados de vivencias, realizamos un reportaje que titulamos “Con espíritu de combate y de victoria”. Momentos antes de su estreno en televisión se lo mostramos a Fidel y a otros compañeros suyos en su despacho. Cuando terminamos de verlo, visiblemente emocionado aplaudió, nos dio la mano, nos felicitó, y conversó unos minutos con todos los presentes.
Ese y otros momentos vividos fueron los que sellaron mi destino: “seguir a Fidel a todas partes sin reparos y sin miedos”.
—¿Cómo era la relación personal y profesional con el Comandante en aquellos primeros años y cómo fue desarrollándose con el paso de los años?
—Al principio no se sabía mi nombre. Alguien me dijo una vez que se refería a mí como “el muchacho que anda con la cámara”; pero con el tiempo y el roce casi diario me fue conociendo, hasta que un día me llamó por mi apellido: Chile. Así me dijo siempre, como mismo me dicen mis amigos.
Hablé muchas veces con él, de cerca, y nunca dejé de emocionarme. Me sorprendí las veces que me llamó por teléfono, las que fue sin avisar a la oficina para interesarse por nuestro trabajo y cuando dedicó minutos de su tiempo a dialogar conmigo.
Siguió desde cerca el trabajo que hicimos tras el regreso del niño Elián a la Patria, nuestra labor para dar a conocer al mundo la Misión Milagro, nuestro recorrido por las zonas devastadas por el terremoto en Pakistán, tareas que él personalmente nos asignó y consagrados a ellas cumplimos.
Por lo general, era siempre el primero en ver nuestros documentales. Nunca puso objeciones, ni hizo correcciones. Jamás nos rechazó un proyecto. Nos dejó trabajar con entera libertad y absoluta confianza. Solo una vez me pidió que apagara la cámara y tengo que reconocer que fue por mi culpa. Tampoco faltó algún que otro regaño. Uno a veces se excede. Después, la mano en el hombro. Yo siempre me dije: es preferible que me aguanten a que me empujen. Y así pasó el tiempo, y fueron años.
Te cuento una anécdota. Una vez, después de una larga jornada de trabajo, uno de sus escoltas llamó a mi casa para que Fidel hablara conmigo, pero yo no estaba. Mi mamá le dijo que había salido con mi esposa y uno de mis hijos a una pizzería. Él pidió que no me molestaran, y cuando regresara lo llamara. Y así fue, en cuanto llegué a mi casa, llamé al puesto de mando para hablar con él. Cuando salió al teléfono, me preguntó: ¿Cómo te fue hoy? A lo que respondí: Comandante. Todo salió muy bien. Y sin disimular la risa me dijo: Yo no te pregunté eso, lo que quiero saber es si estaban buenas las pizzas. No pude hacer otra cosa que echarme a reír. Después hablamos un buen rato del trabajo.
—¿Cómo era trabajar con el líder del pueblo, con un hombre que apenas descansaba y que siempre estaba en pie? ¿Nunca lo sorprendió a usted el cansancio?
—Era un ajetreo constante. Sabías dónde estabas, pero no siempre dónde ibas a estar después. Sabías cuando empezaba la jornada, pero no cuando terminaría. Porque Fidel era impredecible. Por eso le hacía tan difícil la labor al enemigo. Tenía una energía y unas ansías de hacer tan grandes, que no tenía límites.
Era un ejemplo de consagración al trabajo, de entrega a la Revolución. Y cuando uno sigue a un hombre así, a un líder como lo fue, y lo es, Fidel, no tiene derecho a cansarse. Y te digo sinceramente… no recuerdo una sola vez que en plena faena el cansancio me haya vencido.
El sueño sí. En más de una ocasión se me cerraron los ojos. Para calmar el sueño, aprendí a morderme los labios, como me había enseñado un compañero de su escolta. Más de una vez, casi me saco sangre. Cuando existe voluntad, motivación e inspiración, se siente eso que Martí llamó el placer del sacrificio.
—Una imagen ya sea fija o en movimiento puede ser arte, y quien está detrás del lente siempre quiere comunicar algo. ¿Qué rasgos de la personalidad de Fidel intentaba resaltar a través de sus imágenes?
—Buscaba indistintamente lo humano y lo grandioso. Cuando Fidel hablaba de cerca con el pueblo, captaba ese momento con una cámara que lo tocara con la misma sencillez con que él tocaba a la gente, tratando de penetrar en lo humano, en su espíritu. Pero la mayor parte de las veces lo que buscaba era resaltar su grandeza, mostrarlo en toda su dimensión, como lo que es: un gigante de la historia. Y así lo vi y lo veré siempre, aunque por momentos pudiera rozarle el hombro con el lente.
—De todas sus imágenes, ¿cuáles son las que más recuerda, sus favoritas?
—Son muchas las imágenes de Fidel y el tiempo que nos tocó vivir que se han visto en Cuba y el mundo, imágenes que ya forman parte de la memoria audiovisual de la Patria. Algunas fotografías se han convertido en banderas. No me atrevo a decir cuáles son mis favoritas, eso sí, las recuerdo todas. Aunque aparezcan aquí, allá o en cualquier parte, y no se sepa o reconozca a veces quién es el autor, cuando las veo, siento una inmensa dicha, esa dicha que proporciona el deber cumplido. Entonces me digo: valió la pena.
De todas formas, te menciono una de mis favoritas: La Estrella de Fidel.
—Usted se ha dado a la tarea de compartir parte del legado del Comandante en Jefe a través de sus documentales y fotografías. ¿En el caso de las fotografías, cuál ha sido la intención de sus exposiciones? ¿Cómo han sido recibidas en los distintos países donde se han presentado?
—Mi exposición fotográfica insigne fue “Fidel es Fidel” una selección de fotografías tomadas entre 2005 y 2012, que se presentó por primera vez en el Memorial José Martí el 12 de agosto de 2014.
El tema de la exposición está inspirado en una frase célebre del dramaturgo alemán Bertolt Brecht: «Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles». Y eso es lo que me propuse: detener en el tiempo el símbolo épico de un hombre ícono, de un guerrillero del tiempo.
“Fidel es Fidel” se presentó en 16 países: Alemania, Brasil, Colombia, México, Bélgica, Gran Canaria, Estados Unidos, Australia, y otros más. En todos recibió la más cálida acogida del público y la solidaridad de los revolucionarios de esos países.
—Imagino que no hay mirada o gesto del Comandante en Jefe que no haya sido captado por usted en casi tres décadas de acompañamiento. ¿Le faltó alguna imagen deseada por hacer?
—Con Fidel no se termina. No solo a mí, a todos los que lo filmamos o retratamos, nos faltó mucho por hacer. Pero gracias al trabajo abnegado de varias generaciones de cineastas, camarógrafos, fotógrafos, artistas, historiadores, periodistas y escritores, Fidel no quedará anclado al presente, sino que llegará al futuro. Aunque no haya estatuas, ni plazas, avenidas, fábricas o escuelas con su nombre, su imagen y sus ideas permanecerán por siempre.
Tomado de Cubadebate
Roberto Chile, ejemplo de humildad y patriotismo. Gracias por dejar la memoria histórica en imágenes de un hombre como Fidel Castro. Fueron útiles tus horas de sueño y de descanso. Gracias Chile por tu obra.