¿Qué es la naturaleza humana? Fue una de las interrogantes a la que respondió el Profesor Manuel Calviño en su charla Interconexión entre Psicología y Ciencias históricas, en el espacio Sabatinas de Fresa y Chocolate, el pasado 29 de septiembre del año en curso. Aquí reproducimos otra parte del contenido del encuentro.
Por Manuel Calviño
¿Qué—es— la— naturaleza— humana? Tengo una discusión muy complicada con ese tema porque, desde cierta perspectiva, nosotros podemos decir: “La naturaleza humana no es solo humana”, la naturaleza de lo humano, un modo menos exigente de decir, es también animal, es biológica, es un emergente y un continente de la filogénesis. Es decir, nosotros somos una derivación primaria, de una secuela de desarrollo filogenético que está inscrita en nuestra naturaleza, y que de alguna manera nos condiciona movimientos extremadamente sospechosos, ¿no?
Cualquiera de los presentes estaría de acuerdo en decir que la propiedad privada es una creación histórica, cultural si se quiere, económica, de una formación económico social determinada, que pudiéramos hasta llamarle el capitalismo, ¿ya?
Y cualquiera de nosotros podría preguntarse: ¿Por qué en una construcción antitética con el capitalismo reaparece la propiedad privada como una necesidad? El carácter de ser necesario es impertinente, y con frecuencia supera o engaña al carácter de ser deseable. Cuando algo es necesario, encontrará la forma de imponerse, y lo deseable tendrá que apelar a fuertes medidas de control para “mantenerlo a raya”, y aun así, aquello buscará su emergencia.
Y les voy a decir algo para que entiendan lo complicado que es esto de la Psicología. No faltará el psicólogo que diga: Porque la construcción privada es una construcción que está en la naturaleza humana, y que está prácticamente en todo el mundo animal, cercano al animal que somos los seres humanos.
Entonces, quiere decir que nosotros tenemos, como parte de nuestra naturaleza, la tendencia, o al menos la predisposición a tener ciertas “propiedades” (espacios, objetos, incluso relaciones) como privadas. Bueno, hasta donde pueda definirse un límite de lo privado. ¿Pero conocen ustedes a algún ser humano que no tenga un espacio privado, que no defienda un espacio privado? A lo mejor es un espacio de casa. Para quien no tiene ni ese pedazo de casa, puede ser su computadora, o un momento, un momento para hacer algo “en privado”. Y en este pequeño momento “esto es mío y aquí no entra nadie, y no me lo toquen”, ¿no?
Con su penetrante mirada al ser humano, Martí afirmaba: “Es natural y humano que el hombre piense constantemente en sí, aun en sus actos de mayor abnegación y descuido de sí propio, y procure conciliar su adelanto personal y la utilidad pública, y servir a ésta de modo que resulte aquel favorecido, o no muy dañado”.
Aprovechando la presencia de mi hermana aquí, (en el público) que siempre me sugiere cosas de la historia familiar, ¿verdad?, yo he vivido en casa de mis padres con alguna que otra compañera, y recuerdo que había una invariante con mi madre (que en paz descanse), que ella imponía (Lola no me dejará mentir): “La cocina es mía”.
Entonces el fenómeno de lo privado, por sólo poner un caso, está inscrito en una naturaleza humana. Que es coincidente o no, colaboradora o no, de una segunda naturaleza, sin orden jerárquico, puedo decir de otra naturaleza, para mi esencial, que es la naturaleza cultural. Pero está inscrita ahí.
Puedo reforzar esta idea, si ustedes están de acuerdo en ser sujetos de una investigación-acción, ahora mismo. ¿Les parece? (El público asiente).
Bueno, miren qué cosa más loca. En estos días se entregan los Premio Nobel. Y resulta ser que hay tres psicólogos que han ganado Premio Nobel. Y los tres psicólogos han ganado el Premio Nobel en economía por sus trabajos asociados al impacto de los modelos teóricos, psicológicos, en el asunto de la toma de decisiones. Contando con los galardonados, podemos hasta hacer un ejercicio para evidenciar el impacto de la naturaleza humana. Limia, tú me dijiste que yo hiciera lo que me diera la gana.
Todos los que podamos vamos a ponernos de pie. Aquí no hay mucha luz, no importa. Cada uno se va a ver a sí mismo. A mí me encantaría por lo menos en este momento verlos a todos y que ustedes me puedan ver a mi en mi color natural, no en el producido por está iluminación medio cabaretera, de Night club.
Les voy a pedir lo siguiente: Ustedes todos son personas mayores, autónomas, que rigen sus comportamientos fundamentalmente desde el ejercicio de la palabra (la palabra interior y la exterior), que se vinculan en sus relaciones humanas esenciales, a través de la palabra. Les pido que me observen, que me escuchen, y que sigan las “órdenes” que mis palabras comunicarán. ¿Me ven bien? ¿Me escuchan bien? Entonces, de manera comprometida hagan lo que yo les voy a pedir:
Pongan los brazos adelante (todos los asistentes extienden los brazos hacia adelante); brazos a los costados (todos lo hacen). Brazos adelante. Brazos arriba. Brazos adelante. Brazos arriba. Brazos a los costados. Brazos a arriba. Brazos adelante. Brazos arriba. Brazos adelante. Brazos a la mejilla. (Al decir esto, Calviño se lleva las manos a la barbilla… y la inmensa mayoría también se lleva las manos a la barbilla).
Obsérvense. La mayoría se ha llevado las manos a la barbilla… Explíquenme qué pasa. ¿Por qué no siguieron mi orden, mi palabra? Y eso que yo no soy bonito, ¿eh? Bueno, tampoco tan feo. A veces me confunden con Brad Pitt por la calle. Me dicen: “Mira, vino Brad Pitt a Cuba” (risas de los asistentes). No, y en la época que cantabas, debe haber sido un escándalo, dice Limia.
Qué pasa?, que a pesar de que nosotros sabemos que lo que nos tipifica como esencia humana es el intelecto, nuestro cerebro racional, nuestra capacidad de autonomía, nuestra capacidad de decisión, nuestro seguir signos verbales, lo que hacemos es imitar lo que vemos. ¿Qué pasa, que aun teniendo autonomía y decisión de ir en una dirección pensada, de pronto lo que estoy viendo es más importante que lo que yo pienso?
Lo que yo veo es más importante que lo que yo pienso. Conté y fueron pocos los que se llevaron las manos a la mejilla. Esto parece decir: Cuando me miran no me oyen… podría decir, porque es más fácil ver que oír, es más fácil imitar que procesar ¿Por qué?
Bueno, pues les voy a decir que en esa naturaleza humana, que tiene de alguna manera ese descendente o ascendente, no sé bien, biológico, nuestro nivel de activación cerebral, consciente, analítico, etcétera, es “vago”. Vuelvo con Kanehman. El pensamiento humano es vago. El ser humano prefiere (obvio que no hablo desde lo intencional, sino desde lo procesual) no pensar y resolver los problemas de las maneras más rápidas e intuitivas posibles, antes que detenerse a reflexionar. Digo cuando es posible, porque en ocasiones el tiempo de reacción obligado, nos aleja de la posibilidad del análisis reflexivo… como en el caso de la rutina que yo construí para ustedes.
Y tiene que ver con algo muy importante, el cerebro racional, analítico, es un alto consumidor de energía, y la energía que consume es básicamente energía roja… (risas del público), no verde. Yo sé muy bien aquello de que el ser humano nació del trabajo, pero otra vez faltó contar una parte de la historia, nació también de la carne… (más risas) Es decir, el rojo es el proveedor de ciertos nutrientes que son fundamentales en el consumo generador de energía para la actividad cerebral superior. Entonces claro, igualito que la revolución energética, ¿qué hace el cerebro?, trata de consumir lo menos posible, ahorra energía, para cuando tenga que gastarla inevitablemente.
De modo tal que la naturaleza humana esta impactada, contiene dicha predisposición a ser un poco vaga. Y luego esto forma parte, por sus efectos visibles, de las reflexiones sobre supuestos impactos medioambientales.
Bien, ahí está una cierta biología humana predisponente a la “vagancia analítica”, vagancia de protección, por razones del orden de su naturaleza primaria. Pero cuidado, no confundamos, esta es una “naturaleza predispositiva”, que predispone, que favorece. Pero una posibilidad, incluso favorecida, no tiene en el ser humano el carácter de ser indefectible, fatalistamente determinante. Es en todo caso es una alternativa.
Además, existe otra, la construida, la producida, la de la emergencia —la producción, la construcción— de una naturaleza distinta sobre aquella naturaleza. La naturaleza cultural de lo humano. Y es esta tan determinante (que no determinista) que hace (marca estructural y funcionalmente) toda la vida humana, incluso esa naturaleza predispositiva. Tanto que, sin temor a equivocarnos, podemos decir que hasta el cerebro humano es un producto cultural, es cerebro humano, rediseñado funcionalmente y también estructuralmente por la cultura.
Eso es tan interesante cuanto complicado, extremadamente complicado. Y es motivo aún de importantes desarrollos científicos… Una digresión, o quizás no tanto. Cuando tomo aquél axioma martiano, “ser culto es el único modo de ser libre”, y lo extiendo más allá de la significación directa, encuentro la lógica de la esencia de la naturaleza humana: Ser yo (ser libre… ser quien soy, desatado de las amarras de los hegemonismos, ser el decisor de mi vida) es asumirme como actor y productor cultural (histórico, social) porque la cultura es la subjetividad social, la producción espiritual compartida que acuna nuestra identidad.
Efectivamente, el conocido axioma “el hombre se parece más a sus tiempos que a sus padres”, no solo hace referencia a esa naturaleza cultural, sino también a su predominio. Todo lo heredado y heredable de los ancestros familiares, de los padres, tomará su forma definitiva (en tanto “significante” y en tanto “significado”, obvio sobre todo como significado) en el influjo determinante y resignificante de la naturaleza cultural.
Un historiador a quien respeto mucho, dijo: “El hombre no es la clase”. Lo que hace adherido a una clase a un ser humano no es sencillamente su condición material de vida, es también, y yo psicólogo digo sobre todo, su identidad aspiracional, es su proyecto de inserción en la vida social. Así que “si la mona se viste de seda”, no sigue siendo mona: será mona vestida de seda; y esta es ya otra mona. El hábito si hace al monje, lo que no quiere decir que deje de ser también el hombre que era antes, o sin, el hábito… y claro que no hablamos de apariencias (como supone el refrán), sino de esencias.
Entonces, la naturaleza humana es multilateral, es unidad y diferenciación de la naturaleza (la esencia) de lo vivo. Su riqueza reside en su diversidad. Lo diverso (contradictorio o complementar, compartido o diferenciador) es su consistencia, su amplitud, su expansividad; su incompletitud intrínseca es su condición (conditio) sine quanon de movimiento, de cambio, de desarrollo, en su eje vincular. Para el ser humano, la construcción de vínculos es esencial. Su naturaleza biológica es cómplice de su construcción cultural. No hay exclusiones. Hay interconexiones. Y claro ambas tributan a la emergencia del sujeto, lo que quiere decir el ejercicio de la autonomía, la voluntad, la decisión.
La incomprensión de esta multilateralidad de la naturaleza humana, de esta dualidad armónica, (y no solo armónica) en ocasiones plantea retos socioculturales, incluso políticos (de política educativa, por ejemplo), de adecuación de lo deseable a lo posible. Nosotros le pedimos a los niños de primaria, que sepan lo que quieren, que sepan lo importante que es para su futuro estudiar inglés, piano, hacer educación física, kinestesia y astrología, que definan su vocación,…en fin. Y quizás estamos exigiendo contra natura, ¿verdad?, a un modelo de existencia y a una realidad de existencia de un niño que es absolutamente improbable, o al menos extralimitado. Deberíamos acercarnos más a la noción de “zona próxima de desarrollo”, a la noción de “crecimiento posible asimilable”. Claro que el reto puede adelantar el “pase de nivel”, pero en adecuación a las condiciones.
Por cierto, esto, lamentablemente, no quiere decir que los niños no sean capaces de adultizarse antes de tiempo, sólo que son capaces de adultizarse, acercándose apenas a una caricatura del mundo adulto en cosas que no necesariamente tienen que ver con las formas superiores de elaboración, sino con las formas inferiores de elaboración; no tengo nada en contra de la sexualidad, al contrario, todo a favor, pero efectivamente a un niño de seis años, de cinco años, incluso en su escuela primaria lo ponen a bailar reguetón y a hacer movimientos hiper-sexosos con otros niños (niñas), y lo hace feliz y lo disfruta, y forma parte del matutino que se organiza, tranquilamente, por el 28 de enero. ¿Me explico?
De modo que sí, que efectivamente, hay un componente básico de esa naturaleza humana, que es un componente no fatalistamente determinante, pero que está ahí y marca, establece zonas de posibilidad, tiene marcas que no deben ser desconsideradas.
Pero hay una esencia humana cultural, esa que Marx identificó con el conjunto de las relaciones sociales, que Martí describió como lo que pone en cada hombre su pueblo, que incitó a Aristóteles a hablar del hombre como “animal político” (zoon politikón).
Y ustedes se estarán preguntando ¿por qué esto, por qué esta reflexión? Bueno, no solo porque Limia me la solicitó con su propuesta temática… Me dijo: “naturaleza humana”, y además me dijo “historia”… Entonces, lo que no se puede olvidar, no se puede desatender en la comprensión de la historia, (para ser más exacto no se debería, porque poder creo que sí se ha podido)… lo que no deberíamos olvidar jamás en el hacer, el investigar y el decir de la historización, es que esas personas que son los íconos de la historia, que no son la historia pero son los íconos de la historia, y vemos la historia a través de ellas, fueron y son seres humanos, y su condición de seres humanos, supone procesos humanos, marcados por su condición de sujetos culturales, sujetos biológicos (por decirlo de alguna manera), sujetos psicológicos.
Defiendo, entonces, la necesidad de una historia que hable de los seres humanos, como nosotros. No solo de las dimensiones de su existencia icónica, ejemplarizante, sino también…por supuesto que “también”, y no “solo”… de sus dimensiones primarias, tan esenciales para poder construir no solo mitos, sino identificaciones; para poder entender no solo su excepcionalidad, sino también su tangibilidad; para que la grandeza de sus actos, pensamientos, actitudes, decisiones, compromisos, entregas, sean material de construcción no solo de una identidad genérica deseable, la de “los cubanos”, sino de un identidad vívida y vivida, de una identidad que al diferenciar, integra: “yo como aquél, soy cubano”… y de ahí entender que en la historia de aquel, está mi historia; que en la historia de todos, está la historia de cada uno.
Como psicólogo, demando una mirada más centrada en las subjetividades en cuestión en la historia. Las subjetividades colectivas y las subjetividades individuales. Pienso, y perdonen la intromisión especulativa, en la mirada de un Céspedes que perdió a su esposa y a su hija de manera traumática (enfermas de tuberculosis), y luego se casó con una mujer mucho más joven, quien sabe si encarnando a las dos figuras perdidas, quien sabe si por la angustia de no pasar nunca más por una pérdida tan dolorosa (que lleva consigo también la de su madre y la de su padre, más allá de las relaciones conflictivas con este). No se trata de una historia subjetivista, sino de una historia con sujetos reales, y no solo icónicos. Subjetividad no es idealismo, muy por el contrario es la objetividad de los humanos.
Por eso comparto una aproximación que veo en el trabajo de Limia, y algunos otros, que acuden a las narrativas anecdóticas para acercar la historia, sus actores más notorios, a la vida de las personas, como ya dije sobre todo a las personas más jóvenes.
Recontextualizo, con afán intertextual, la sentencia engeliana de que son los hombres los que hacen la historia, y la hacen con arreglo a sus necesidades… a sus intereses, para llamar la atención sobre el inevitable proceso del influjo que la “subjetividad individual” (preceptos, convicciones, valores… puntos de vista) tiene sobre la “subjetividad social”, sobre todo cuando se trata de referentes del imaginario socio-psicológico.
El otro día alguien comentaba, refiriéndose a la presencia de nuestro Presidente en las Naciones Unidas: “¿Pero fue con la esposa a los Estados Unidos?… ¿qué cosa es eso?”, Claro, en sesenta años nosotros nunca vimos una esposa. Era un modelo, ¿pero era un modelo histórico? No, era una decisión personal muy respetable, ¿eh?, muy respetable. Pero esa decisión personal, esa asunción subjetiva, individual, se convierte en un paradigma de referencia, se convierte en un paradigma histórico. De pronto, nuestros dirigentes, quitando por cierto a Raúl, “no tenían familia, familia pública, visible, participante…no tenían mujer, no tenían hijos (a los hijos se les conocía porque estaban contigo en el pre, o porque se comentaban que habían sido visto en este u otro lugar… donde nada más que iban algunos… Pero, ¿fue esta una construcción histórica asociada a qué? ¿Asociada a ciertas convicciones, patrones éticos, principios políticos decisorios?, Seguro que sí, pero parcialmente. Está también, y fuertemente asociada a decisiones personales, a decisiones personales que dijeron: “No, con mi vida privada”…Igual que mi mamá no dejaba entrar a nadie en su cocina, ¿verdad?, probablemente el Comandante, ese hombre entregado totalmente a la causa de un pueblo, un hombre que “no tenía nada suyo”, pues sí tenía cosas suyas, y en algún momento dijo: “En mi casa no entra nadie, es mi decisión personal, mi derecho personal, mi opción”.
Lo que pasa es que eso en manos de una personalidad histórica, una opción personal, se convierte, puede llegar a convertirse en un paradigma, y los paradigmas son muy fuertes. Porque los paradigmas no son sólo modelos conductuales, ojalá que fueran modelos conductuales solamente, porque los modelos conductuales están ahí y yo me hago cargo de ellos o no. No, los paradigmas son modelos mentales que condicionan las percepciones, entre otras cosas de lo correcto y lo incorrecto, de lo que se debe o no se debe, se puede o no, en fin, presiden nuestras decisiones y valoraciones.