Como ya dije en mi trabajo anterior,1 la antonomasia es un recurso retórico,2 que consiste en poner el nombre común por el propio, es decir, dar el nombre con que se conocen todos los individuos de una clase al individuo que más sobresale en ella, como cuando a nuestro Martí le llamamos Apóstol o a Fidel, Comandante; tanto apóstol como comandante son nombres comunes y, por antonomasia, los escribimos con mayúscula y los relacionamos con esa persona que para nosotros constituye un modelo entre los de su clase.
Sin embargo, hay que ser cuidadosos al crear esas equivalencias, que pudieran no ser válidas para otra comunidad, como ocurre en el caso de apóstol, que, para la comunidad cristiana, es san Pablo; aunque para los nacidos en Cuba sea José Martí. De igual modo, comandante es un grado militar y hay muchos, incluso no es la más alta jerarquía de un ejército; pero para nosotros, Comandante —así con mayúscula— hay uno solo y esa referencia está bien extendida por el mundo y, aunque quizás otras comunidades no la usen, casi todos la entienden.
De igual modo, este recurso funciona a la inversa mediante el proceso de tomar el nombre propio por el común, es decir, aplicar a un individuo que se destaca en una determinada cualidad el nombre de aquel más sobresaliente entre los que la poseen, como ocurre cuando llamamos Cicerón a un buen orador, Salomón a un sabio, Nerón a una persona extremadamente cruel o Picasso a un buen pintor. Como puede apreciarse en estas equivalencias, muchas veces los modelos pertenecen a personajes de la antigüedad por su valor universal; pero aquí vale también el que la referencia sea inequívoca para la comunidad lingüística.
Además suele ocurrir que un sustantivo común, por antonomasia —y así aparece recogido en los diccionarios—, pase a significar algo muy específico; aunque, en realidad, el sentido de la palabra en cuestión pueda ser mucho más abarcador.
Así, por ejemplo, cuando hablamos de bebidas lo restringimos a las alcohólicas, aunque, en propiedad muchos otros líquidos lo son; cuando hablamos de la píldora, nos referimos a la anticonceptiva, aunque muchos otros medicamentos adoptan esta forma; cuando hablamos de pernil, aludimos al del cerdo, aunque esta palabra significa “anca y muslo de un animal”. Si hablamos de quimioterapia, de inmediato pensamos en cáncer, aunque el término significa “tratamiento de las enfermedades por medio de productos químicos” y si pensamos en azahares, al instante los asociamos al naranjo o al limonero; aunque azahar da nombre a cualquier “flor blanca”.
De modo que este recurso retórico nos permite que nuestra forma de hablar o escribir se pueble de asociaciones que la enriquecen.
Notas
1 “Antonomasia y ortografía”, en cubaperiodistas.cu
2 La retórica es “el arte del bien decir, de dar al lenguaje escrito o hablado eficacia bastante para deleitar, persuadir o conmover”.