Por Marta Denis Valle*
José Martí (1853-1895) y Fidel Castro (1926-2016) asumieron la misión de retomar en una escala superior para darle feliz término a la Revolución iniciada en 1868, la de Carlos Manuel de Céspedes (1819-1874), como único proceso de independencia y soberanía de Cuba.
Muy jóvenes y en momentos históricos diferentes, ambos admiraron al Padre de la Patria, aquel que levantó en armas a los cubanos en su ingenio La Demajagua y fue el primero en darles confianza en la posibilidad de enfrentar casi cuatro siglos de colonialismo y régimen esclavista.
Aquella heroica gesta que duró 10 años, sirvió de inspiración a José Martí, el héroe nacional cubano, para aunar las voluntades de los viejos y nuevos patriotas en la Guerra de Independencia de 1895. También los revolucionarios de la década del 30, en la República neocolonial, se sintieron herederos de aquellos iniciadores.
“Por la dignidad y el decoro de los hombres de Cuba, esta Revolución triunfará”, juraron los jóvenes de la Generación del Centenario, profundamente martianos, poco antes de asaltar la fortaleza del Moncada, el 26 de julio de 1953.
Redactado por el maestro y poeta Raúl Gómez García -mártir algunas horas después-, el documento A la nación, conocido como Manifiesto del Moncada, expresa el ideario de Fidel Castro y sus compañeros, encaminado a hacer una patria mejor, sueño supremo de José Martí.
Se trata de la Revolución Cubana que no ha triunfado todavía, la de Céspedes, de Agramonte, de Maceo, de Martí, de Mella y de Guiteras, de Trejo y de Chibás, señala el Manifiesto firmado antes de partir para el combate.
PROFUNDA HUELLA EN MARTÍ
Los esfuerzos más arduos de Martí, al organizar la nueva guerra que llamó necesaria, estuvieron en la elevación del sentimiento patriótico, en la legitimación de la nación cubana forjada en los campos de Cuba Libre durante diez años de gloria y sacrificios (1868-1878), en la primera guerra independentista.
En la publicación del Periódico Patria (1892) confió la mayor parte de esa empresa.
El estallido de la Revolución despertó en el adolescente Martí un sentido patriótico diferente al de sus padres, emigrantes españoles, y lo convirtió para siempre en deudor del derecho a su independencia.
Sus sentimientos se desbordaron en el soneto ¡10 de octubre!, incluido en el boletín estudiantil manuscrito Siboney, y las simpatías por la revolución, en dos periódicos clandestinos.
El 19 de enero de 1869, el Diablo Cojuelo publicó un artículo de fondo escrito por Martí, en el cual plantea una definición entre Yara o Madrid, la Revolución o las demandas de los fracasados reformistas criollos.
Su poema dramático Abdala apareció el 23 de enero en el único número de La Patria Libre –escrito expresamente para esta publicación-; el héroe que le da nombre encarna los sentimientos del joven Martí y Nubia, lugar donde se desarrolla, es Cuba.
Preso a los 16 años, desterrado poco después, desde entonces su vida y su obra estuvieron al servicio de Cuba con un amor desgarrador pues pasó en el exilio casi todo el tiempo.
Diversas crónicas, noticias y relatos sobre la causa cubana, escribió en aquellos años de deportación, en España, México y Estados Unidos, publicados en diarios, revistas y folletos.
Dos trabajos medulares produjo durante la deportación en España (1871-1874): El presidio político en Cuba (1871) y La República Española ante la Revolución Cubana (1873), suficientes para incluir a este cubano de solo 20 años entre los pensadores latinoamericanos.
El 10 de octubre de 1887 pronuncia el primero de sucesivos discursos que dedica hasta 1891 a la conmemoración del 10 de Octubre de 1868, en el Masonic Temple y el Hardman Hall, neoyorkinos; en cada uno iba subiendo el tono.
En 1890 expresó a los cubanos emigrados: “Me parece que veo cruzar, pasando lista, una sombra colérica y sublime, la sombra de la estrella en el sombrero; y mi deber, mientras me queden pies, el deber de todos nosotros, mientras nos queden pies, es ponernos en pie, y decir: ¡presente!
De ese día es también un juicio exacto: “Porque nuestra espada no nos la quitó nadie de la mano, sino que la dejamos caer nosotros mismos; y no estamos aquí para decirnos ternezas mutuas, ni para coronar con flores de papel las estatuas heroicas…; sino para ir poniendo en la mano tal firmeza que no volvamos a dejar caer la espada”.
FIDEL TOMÓ LAS BANDERAS DE CÉSPEDES Y MARTÍ
Medio siglo después, el sueño irrealizado de Martí echó sangre y vida a la sufrida nación cubana cuando jóvenes virtuosos y visionarios recogieron sus banderas, y contra todo pronóstico siguieron sus huellas.
Parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se extinguiría para siempre, ¡tanta era la afrenta!, dijo Fidel Castro en el más famoso juicio en la historia de Cuba, el 16 de octubre de 1953.
…hay cubanos que han caído defendiendo sus doctrinas, hay jóvenes que en magnífico desagravio vinieron a morir junto a su tumba, a darle su sangre y su vida para que él siga viviendo en el alma de la patria. ¡Cuba, qué sería de ti si hubieras dejado morir a tu Apóstol!
El máximo líder de la nueva etapa de la Revolución Cubana Fidel Castro reunía en su persona al dirigente estudiantil, juvenil y político, que se enfrentó a la corrupción de los gobernantes neocoloniales –primero- y denunció y enfrentó, después, el golpe militar del 10 de marzo de 1952.
A falta de otro camino, organizó y dirigió el Asalto al Cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, el 26 de julio de 1953, en respuesta a una dictadura que rompió el llamado juego democrático-representativo.
En calidad de abogado pronunció su alegato de autodefensa La historia me absolverá, en el cual expresó el programa de la futura Revolución, ante el tribunal que lo juzgó por el asalto al Cuartel Moncada.
Fidel Castro denunció que se prohibió, incluso, que llegaran a sus manos los libros de José Martí. “Parece que la censura los consideró demasiado subversivos. ¿O será porque yo dije que Martí era el autor intelectual del 26 de Julio?”, preguntó. Tampoco pudo consultar un tratado de Derecho Penal.
¡No importa en absoluto! Traigo en el corazón las doctrinas del Maestro y en el pensamiento las nobles ideas de todos los hombres que han defendido la libertad de los pueblos.
Admirador martiano desde la adolescencia, Fidel profundizó en las ideas de Martí en sus meses de prisión, en dos gruesos volúmenes en papel biblia, titulados Obras Completas, publicados en 1948.
En el mismo lugar del primer grito por la independencia nacional, Fidel Castro afirmó, cien años después, que “en Cuba sólo ha habido una Revolución: la que comenzó Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868 y que nuestro pueblo lleva adelante en estos instantes”.
Fue consecuente con estas ideas hasta su último aliento. La Revolución Cubana sigue adelante a 150 años de la fecha fundacional.
*La autora es historiadora y periodista cubana