Estrés. Resultado de la tensión habitual que genera la precipitada forma de vivir que imperceptiblemente se apodera del organismo hasta llegar, incluso, a su aniquilación… de no saber evitarse.
La humanidad está sometida a grandes cambios: demandas, competencias, reformulación de objetivos, metas, estrategias; en fin, exigencias que no solo requieren trabajo, sino concentración del pensamiento ante tal nivel de expectativas.
Los periodistas no escapamos de ese ritmo acelerado que casi forma parte de nuestra dinámica; por tanto, somos víctimas del estrés. Contrariedades y requerimientos cotidianos, propician sus consecuencias negativas para la salud, coinciden en afirmar los expertos.
Al estrés se le hace responsable, lo mismo del inicio de una dermatitis que de una crisis de asma, de la caída del cabello, la disfuncionalidad sexual o de la cada vez más extendida depresión, sometida a investigaciones multidisciplinarias a nivel internacional en el afán de lograr su control.
Muchos psicólogos consideran que las situaciones que implican demandas conductuales difíciles de satisfacer, dependen, tanto de las exigencias del medio, como de los propios recursos personales para afrontarlo.
Los estresores pueden ser de tipo biogénico o psicosociales, y provenientes de estímulos internos o externos. Entre estos últimos: la temperatura ambiental (frío o calor extremo), ruidos, luz intensa o aspectos cognitivos, por ejemplo, imaginar que quienes hablan en voz baja se refieren a su persona.
El temor al desempleo o a la jubilación implica problemas psicológicos en el adulto. Además, el efecto gratificante del trabajo puede tornarse desalentador si no es organizado de acuerdo a las capacidades de los involucrados. Aparece así el estrés laboral que provoca vivencias negativas asociadas al contexto: apatía, astenia, dificultades en las relaciones interpersonales, disminución en el rendimiento laboral, tristeza, depresión, síntomas psicosomáticos que pueden generar la aparición de determinados trastornos en el organismo
Los factores estresantes surgen en cualquier ocupación o profesión. También en circunstancias que sometan al individuo a una carga a la que no se ajuste rápidamente. En definitiva, es un fenómeno tan variado y complejo como la propia vida, y entre sus fuentes potenciales están las condiciones físicas en que se realiza, la sobrecarga, la disponibilidad de recursos y poco o mucho contenido de trabajo, entre otras como el desempeño de roles: ambigüedad, conflicto, falta de responsabilidad, etc., factores vinculados a las relaciones interpersonales, el desarrollo de la carrera profesional, falta de congruencia o de competencia para desempeñar el puesto ocupado, la estructura y clima organizacional, como falta de participación en la toma de decisiones y carencia de autonomía.
Según demuestra un nuevo estudio científico realizado por el London Press Club, las muletas de las que hacen uso los periodistas para sobrellevar el estrés diario —como el alto consumo de cafeína, la comida rápida o el consumo de bebidas alcohólicas— los vuelve más propensos a ser incapaces de resolver problemas complejos.
“Al mismo tiempo, los periodistas son capaces de reponerse de esta realidad debido al inquebrantable reconocimiento del peso de su labor”, según afirma la Dra. Tara Swart, neurocientífica que llevo a cabo diversos estudios a 90 periodistas de diferentes ramos en un periodo de tres meses. El objetivo de la investigación es dotar a los periodistas de estrategias para el manejo del estrés, que van desde mejorar los hábitos de sueño, alimenticios y rutina de ejercicios.
La exposición a situaciones de estrés no implica efectos, necesariamente, negativos. Esto ocurre cuando las respuestas son en exceso intensas, frecuentes y duraderas, lo que desata diversos trastornos en el organismo. Se diferencian en:
Fisiológicos:Aumento de presión arterial, sudoración, ritmo respiratorio, tensión muscular, así como niveles de adrenalina. Incremento de azúcar en la sangre. Disminución del riego sanguíneo periférico y cambios en el sistema digestivo. Aumento del metabolismo basal, colesterol y liberación de ácidos grasos en la sangre. Aumento de los niveles de corticoides. Inhibición del sistema inmunológico. Dificultad para respirar. Sensación de nudo en la garganta. Sequedad en la boca. Dilatación de las pupilas.
Cognitivos: Ocasionados por preocupaciones, dificultad para decidir y dirigir la atención; confusión, incapacidad para concentrarse, falta de control, olvidos frecuentes, bloqueos mentales, hipersensibilidad a la crítica.
Motores: Hablar rápido, temblores, tartamudeo, voz entrecortada, imprecisión, precipitaciones, explosiones emocionales, predisposición a accidentes, consumo de drogas (psicofármacos, alcohol, café); comer en exceso o inapetencia, bostezos y trastornos del sueño.
Del estrés, no todo está dicho. Y tampoco de las mil formas de enfrentarlo para sentir el trabajo, principalmente, como fuente de satisfacción, de hallar en su praxis, objetivos y motivaciones que permitan una vida mejor.