Por la séptima semana trascurre el proceso de consulta popular del proyecto de la Reforma Constitucional. Desde el punto periodístico no resulta ocioso el análisis de la estrategia comunicativa que acompaña el histórico acontecimiento.
Se trata del tema principal colocado hoy en la esfera pública con una participación protagónica y decisiva de los medios. De esa manera, el asunto de referencia deviene la más alta prioridad informativa.
Una campaña política multifacética e intensa delinea la agenda de la prensa centrada en la necesidad de logar la más amplia participación de los cubanos donde cada criterio cuenta bajo los principios de la mayor libertad de opinión y palabra.
Más que la emoción, se busca el valor de la razón a partir del mayor conocimiento del tema a abordar. Se trata de la conformación de una ciudadanía efectiva y preparada capaz de participar con conocimiento de causa en asunto público tan trascendente como es la nueva Constitución.
Hay dos palabras claves para guiar esta tarea profesional: argumentación y sobriedad. La primero parte del buen sentido político, lo cual no significa unanimidad ni militancia a ultranza; la segunda, es la envoltura del discurso alejado de la consigna ramplona y del lenguaje gastado.
En este caso, como en muchos otros vividos, los mecanismos propagandísticos del periodismo son claves en la construcción del modelo de interpretación de la realidad y con ello el consenso.
Aquí el mensaje de la prensa se revela como propaganda objetiva determinada por la referencialidad del hecho y la posibilidad de ser verificada. De manera que la mediación cognitiva y estructural inherente a la actividad periodística puede ser decisiva si se encamina con inteligencia y audacia, rompiendo esquemas persuasivos cuyos usos muestran caducidad e ineficiencia. Nuevos tiempos reclaman discursos nuevos sin que ello niegue el origen, la raíz, la historia, la razón de ser, la significación de lo que se delibera.
Para comprender que el periodismo revolucionario integra la noción genérica de propaganda política, Lenin decía: “(…) Necesitamos un periódico; sin él no será posible una labor de propaganda y agitación múltiple, basada en sólidos principios”.
Para llevar adelante la concepción leninista de referencia, la centralidad de la ciencia desde una perspectiva multi y transdisciplinar deviene hoy decisiva para prever y proveer. De ahí el valor de las alianzas y la sincronización de los actores encargados de impulsar el proceso de consulta.
Se trata de la conformación de modelos de circulación de ideas cuya intención política por una parte y su resultado social por otro, está destinada a influir en los valores, creencias, intuiciones y pronósticos sobre la realidad social presente o futura de los ciudadanos.
En circunstancias como la actual, la saturación es el primer enemigo a vigilar y derrotar, principalmente cuando el mensaje tiende a volverse monocorde, superficial, mimético y las coberturas en una bitácora de hechos recogidos de la mano de la espontaneidad más que de la intencionalidad inherente al buen periodismo.
Para evitar caer en esa trampa toca entonces mantener la vigilancia sistémica sobre el quehacer profesional bajo un prisma científico y los basamentos de la crítica y la autocrítica que deben formar parte de cultura y rutinas productivas del quehacer periodístico.
Por ejemplo, vale recordar entonces que el principio propagandístico de la orquestación nos remite a comprender la repetición sistémica desde diferentes aristas con la intención de que el destinatario hable sobre el asunto, lo discuta y llegue a tomar una posición, pues de lo contrario se corre el riesgo de caer en el lugar común y la desconexión.
Resulta significativa la ponderación del criterio experto como las del pueblo como protagonistas del suceso constitucionalista, pues como expresa uno de los principios de la Educación Popular, todos tenemos un conocimiento, una experiencia por aportar, máxime cuando se trata de un acontecimiento atinente a la vida de todos y el llamado es la participación libre y sincera.
Las asambleas pueden dar la impresión de ser iguales, pero no lo son. En encontrar la diferencia va de la mano de la sagacidad de los reporteros y sus jefes editoriales resumida desde hace mucho tiempo como “el olfato periodístico”, ese que nace de la profesionalidad (espíritu de autosuperación fundamentalmente) y la experiencia adquirida en la práctica o transmitida.
A lo antes expuesto se suma la preparación específica que precisan acciones comunicativas de esta envergadura. Se trata de una responsabilidad compartida entre periodistas, directivos de medios y los organismos y dirigentes encargados de impulsar la campaña tanto metodológica como políticamente.
Los consejillos editoriales están comprometidos a visualizar virtudes y defectos de las coberturas. Para estas coyunturas suelen organizarse equipos especiales y resulta indispensable evaluar su labor. La socialización de las experiencias resulta necesaria y convertirlas en talleres de creación sería de gran beneficio. En esta tarea las delegaciones de base de la Upec podrían promover la sinergia que reclama la gestión editorial.
Una vez más se pone de relieve contar con observatorios y laboratorios mediáticos que, desde el criterio experto, propendan a interconectar de manera dialéctica la relación ciencia, política y periodismo en su condición de aliados contenciosos.
La ocasión da la oportunidad para desplegar todos los géneros y estilos periodísticos. La información, la interpretación y la opinión han de moverse en función de los principios de actualidad y oportunidad, del esclarecimiento de dudas, de combatir con argumentos sólidos el rumor, evitar vicios informativos. Una de las claves consiste en estar siempre en la delantera de los acontecimientos.
Es importante desde los medios darle preminencia a la discusión integral del documento constitucional en las asambleas. Medios y periodistas deben estar atento a la falsa unanimidad, porque puede devenir espejismo que enmascare una lectura a medias o superficial del texto o su desconocimiento.
La necesidad de un enfoque integral debe constituir el norte, es la posibilidad del salto cualitativo de la mano de un imperativo superior: promover y proteger el proyecto de nación del cual la nueva Constitución da cuenta y devine su asidero político y jurídico. También se trata de sentar las bases de una cultura constitucionalista en la población indispensable para el ejercicio de una verdadera democracia participativa.
Nuestro periodismo tiene en sus manos una oportunidad excepcional para desplegar su profesionalidad, como excepcional es el momento histórico que le toca reportar desde una perspectiva responsable, comprometida y convincente.