El Waldorf Astoria, uno de los hoteles más caros de Nueva York, estaba descartado. Era el preferido de los corruptos y dictadores latinoamericanos como Fulgencio Batista, quien pasó varios años en la década de 1940 alternando su lujosa habitación en el Waldorf con una casa en Daytona Beach, Florida.
El embajador cubano en Naciones Unidas, Manuel Bisbé Alberni, propuso que Fidel se hospedara en el Shelburne, situado en Lexington Avenue y la 37, a pocas cuadras de los edificios de la misión cubana en Nueva York. Desde el punto de vista de seguridad y la logística resultaba la mejor opción.
Raúl Roa Kourí, un joven diplomático de apenas 24 años en 1960, decidió no presionar demasiado con su propuesta: un sencillo hotel en el barrio negro de Harlem llamado Theresa.
La prensa estadounidense dedicaba titulares a la próxima visita a Estados Unidos de Fidel, uno de los oradores previstos para el XV período de sesiones de la Asamblea General.
Aunque la Revolución tenía poco más de un año de vida, el gobierno norteamericano ya había declarado una guerra abierta contra las nuevas autoridades en La Habana y lideraba una campaña de desinformación sobre Cuba, que por esos días anunciaba la intervención de la banca estadounidense y el paso del canal 6 de la CMQ a manos públicas.
“En aquel momento todavía había relaciones diplomáticas plenas con los Estados Unidos, aunque sabíamos todas las cosas que estaban sucediendo”, recuerda Roa, representante cubano en la Comisión Económica de Naciones Unidas y uno de los encargados de los preparativos de la visita de Fidel.
Si el barbudo de la Sierra Maestra era una preocupación para Washington, los estadounidenses progresistas lo recibieron como un héroe. Cientos de personas acudieron el 18 de septiembre de 1960 al entonces aeropuerto Idlewild, hoy John F. Kennedy, para presenciar la llegada del avión del Comandante en Jefe.
Su arribo también atrajo a los contrarrevolucionarios. A la entrada del Shelburne, por Madison, se reunió un grupo no muy grande de batistianos de la organización denominada “La Rosa Blanca”, pionera de lo que después se convertiría en una mafia multimillonaria dedicada a las agresiones contra Cuba.
Los bandidos del Shelburne
La estadía en el Shelburne fue corta. Roa rememora que el gerente del hotel exigió a la delegación cubana un depósito de 20 mil dólares como garantía ante posibles daños.
“Temían, decían ellos, que los grupos contrarrevolucionarios pudieran afectar al hotel con piedras o con algún atentado”.
Fidel consideró, recuerda Roa, que aquello era una extorsión y una falta de respeto a la delegación cubana. “Me ordenó que hablara con el gerente del hotel y le transmitiera que de ninguna manera íbamos a pagar los 20 mil dólares”.
-“Diles que son unos bandidos”, enfatizó.
El Comandante en Jefe ordenó al capitán Núñez Jiménez que comprara tiendas de campaña. “Si no encontramos hotel, acampamos en el jardín de las Naciones Unidas”, dijo.
Y, dirigiéndose al embajador Bisbé, le instruyó pedirle una entrevista urgente a Dag Hammarskjold, entonces Secretario General de la ONU.
Hammarskjold prefería que Fidel se quedara en algún hotel del mid-town Nueva York, para evitar escándalos, pero la decisión de la delegación cubana sorprendería a los funcionarios de las Naciones Unidas y a los propios estadounidenses.
El Hotel Theresa
El Comandante, como solía hacer, caminaba a grandes zancadas de un lado a otro del salón de oficinas pensando en qué decisión tomar. Fue entonces cuando Roa le dijo: “Yo tengo un hotel”. Fidel ni siquiera lo escuchó.
-“Tengo un hotel en Harlem”, repitió.
-“¿En Harlem, en el barrio de los negros y los puertorriqueños?”, preguntó Fidel.
– “Sí”, respondió Roa.
-“¿Y lo puedes conseguir?”, continuó interesado Fidel.
-“Creo que sí”, respondió una vez más Roa.
Unos días antes, el joven diplomático había recibido la propuesta de que la delegación cubana se quedara en el hotel Theresa en una conversación con Bob Taber, el periodista de la CBS que había entrevistado a Fidel en la Sierra Maestra. Pero quien estaba detrás de la invitación era Malcolm X, dirigente de los Musulmanes Negros y una de las figuras progresistas más conocidas en los Estados Unidos.
Roa resumió la historia y Fidel se mostró conforme.
“Habla con Bob Taber y me avisas cuando tengas el hotel”, concluyó.
¡Viva Castro!
“Harlem se movilizó para darle la bienvenida a Fidel”, recuerda Roa. “Malcolm X, por supuesto, convocó a la comunidad negra, pero ellos avisaron a su vez a todo el mundo, a todos los amigos, a los puertorriqueños, a los cubanos que había en aquella época que vivían en Harlem”.
Las imágenes de la época muestran a la policía de Nueva York incapaz de contener la masa de personas que se congregó para recibir al revolucionario cubano.
“Cuando llegó la caravana comenzaron a gritar Fidel, Fidel”, refiere Roa. “Era como estar en Cuba”.
El Comandante en Jefe saludó a los presentes y entró al hotel donde lo esperaban, entre otros, Malcom X y Bob Taber.
El periodista Ralph D. Matthews escribió un artículo para el semanario New York Citizen-Call sobre el encuentro.
-“Mientras el Tío Sam esté contra ti, sabes que eres un hombre bueno”, le dijo Malcolm X a Fidel.
-“Nosotros luchamos por toda la gente oprimida”, comentó a su vez el cubano a su anfitrión, símbolo de la lucha social y los derechos de los negros en el interior de los Estados Unidos. “De eso hablaremos en Naciones Unidas”.
Pocos días después, Fidel haría historia en el hemiciclo de la Asamblea General. Su discurso se prolongó por más de cuatro horas y fue uno de los más ovacionados en la historia de las Naciones Unidas.
En efecto, abordó la discriminación contra las minorías, reclamó el derecho de los países pobres a su desarrollo y denunció las injusticias del sistema imperante como nunca se había hecho en aquella sala. “Cese la filosofía del despojo y cesará la filosofía de la guerra”, sentenció.
Diplomacia de alto nivel en Harlem
Hasta el hotel Theresa se desplazaron líderes y personalidades mundiales para saludar a Fidel.
Uno de los más notorios fue el primer ministro de la Unión Soviética, Nikita Serguéyevich Jrushchov, acompañado de su ministro de Relaciones Exteriores, Andréi Gromyko.
“Yo ese día estaba en Naciones Unidas y no estuve en el hotel, pero después sí”, recuerda Roa.
El joven diplomático sirvió de traductor a Fidel en su reunión con Jawaharlal Nehru, primer ministro de la India.
-“No, usted no debía haberse molestado, Primer Ministro, en venir hasta aquí”, le dijo Nehru al líder cubano, que había bajado hasta la entrada del elevador para recibir a su par indio. “Era yo quien quería estrecharle la mano a un héroe”.
Por Harlem también desfilaron el presidente egipcio, Gamal Abdel Nasser, y el político y filósofo ghanés, que recientemente había logrado la independencia de su país, Kwame Nkrumah.
El porqué de la decisión de hospedar a la delegación cubana en un humilde hotel de Harlem lo resumió el propio Fidel en su encuentro con Dag Hammarskjöld:
“Voy a un hotel donde están los humildes, los preteridos, porque la Revolución cubana es la Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes”, recuerda Roa que le dijo Fidel al secretario general de la ONU. “Eso tuvo efectivamente una gran repercusión en los Estados Unidos, porque ningún jefe de Estado jamás se había alojado en un sitio como Harlem.”