Como era de esperar, la publicación del texto del proyecto de nueva constitución de la república ha despertado un vivo interés en la sociedad y en magnitud pocas veces vista en casos similares en que se han puesto a escrutinio popular en nuestro país importantes documentos políticos y jurídicos. El rápido agotamiento de casi un millón de tabloides lo demuestra.
Naturalmente, mientras los medios de comunicación social, tradicionales y digitales, no saturen el mundo simbólico con información sobre los diferentes puntos de vista, no será posible tener un panorama suficientemente cercano al impacto que tan importante texto está causando entre los cubanos.
Uno de los temas que ya están generando opinión se refiere a la ausencia del término comunismo y al adjetivo comunista que solo aparece dentro de las siglas PCC.
En efecto, en el proyecto de nueva Constitución de la República de Cuba no aparece en lugar alguno el sustantivo comunismo ni el adjetivo comunista salvo como parte del nombre del partido.
Tal realidad, tratándose de un término como ese, no es obviamente un olvido, por ello cabe preguntarse si la ausencia -más allá de la letra del proyecto- debe ser interpretada como parte de una perspectiva calificada como moderna, como lo nuevo, en cuyo caso el concepto de comunismo ha sido considerado obsoleto; o por considerarse una expresión de realismo, es decir, un modo de atemperar la constitución al modo con el que se aprecia la realidad.
Independientemente de si el término se reintegra o no al nuevo texto constitucional en su redacción definitiva, lo cual dependerá del criterio de la población y de cómo sea interpretado por la Comisión redactora y por la ANPP al momento de aprobar cómo será sometida a referendo, la disyuntiva planteada es razón suficiente para profundizar en el tema.
¿Está vigente el ideal comunista?
Un primer asunto es analizar si el ideal comunista tiene vigencia en la hora actual de la humanidad.
Cuando los clásicos del marxismo en sus primeras obras fundacionales profundizaron en el significado del concepto, para ellos el comunismo era el movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual. Era una argumentación que no tenía fecha fija, sino que hablaba del movimiento real.
Al ser la palabra que resume el ideal humanista universal de liberación social, el término comunismo ha tenido numerosas interpretaciones y manipulaciones, destacándose dos significados muy diferentes. De una parte, el que ha instalado durante décadas en el mundo simbólico la propaganda generada por los intereses del capitalismo y que lo descalifica y rechaza en una franja que va desde declararlo un error colosal, algo superado por la historia y destinado al olvido, hasta su demonización.
De otra parte, en la tradición revolucionaria anticapitalista, la palabra comunismo se ha instalado como un ideal, como una finalidad histórica vinculada a la plena liberación de los seres humanos, la idea de un mundo de seres humanos que conviven en plena igualdad.
Ciertamente, los clásicos visualizaron en su momento la superación del capitalismo a través del movimiento real que tenía lugar en los países capitalistas desarrollados, en los que el proletariado industrial cobraría conciencia de clase para sí y esperaban que de su mano, en alianza con otras clases y sectores sociales se daría el proceso de cambio revolucionario más o menos al unísono, a lo que seguiría inexorablemente la periferia, hasta realizarse como proceso universal. Como nos ha mostrado fehacientemente la historia, tal proceso no ha ocurrido, mientras el fracaso del camino socialista en la extinta URSS y demás países del campo socialista de Europa del Este, infligió un fuerte daño al ideal comunista.
Pero lo anterior en modo alguno suprime las numerosas contradicciones inherentes al sistema capitalista, en primer lugar la contradicción capital-trabajo.
El capitalismo tardío ha desarrollado múltiples mecanismos de manipulación, que combina con el ejercicio del poder; ha logrado dividir, fragmentar el polo trabajo, incentivar el individualismo y el egoísmo, la codicia, el afán de lucro, fomentar el consumismo, y ha incrementado su hegemonía junto con el aumento de la brecha entre ricos y pobres. Como consecuencia, sin que se visualice una articulación suficiente de los sectores desposeídos, ni se perfile aún una filosofía política que los cohesione, se multiplican los actores sociales que desde diferentes orígenes, prácticas y condiciones de vida responden a los desmanes del capitalismo y van ganando conciencia del abismo al que nos conduce como especie.
En efecto, la ganancia como deidad suprema del capitalismo, está poniendo a la humanidad al borde de la extinción, haciéndose evidente la imposibilidad de sobrevivir si no se impone la planificación a escala social, que es ley del socialismo, y si no se impone culturalmente la justicia y la igualdad social, que es la quintaesencia del ideal comunista. No será el cambio como lo imaginaron los clásicos, pero la humanidad será socialista o no será.
No por gusto y sí con gran acierto, la Conceptualización en su versión actual -ya que continúa abierta a su continua elaboración- reafirmó la necesidad de mantener con firmeza el ideal socialista y comunista.[i]
Resulta peculiar observar cómo, mientras el capitalismo sigue su paso arrasador, acabando con el medio ambiente, agotando los recursos del planeta y deteriorando la salud y la vida de los seres humanos y de todo cuanto hay vivo en la tierra, sus mecanismos ideológicos desacreditan por diferentes vías el ideal comunista, el cual, por cierto, deviene más moderno mientras más senil sea el capitalismo.
Muy lejos de aquella festinada afirmación de Nikita Jruschov cuando en el XXII Congreso del PCUS dijo que aquella generación viviría en el comunismo, el ideal comunista señala un horizonte, no una fecha y menos un programa. Pero se revela en el ideal socialista, que sí se puede concretar. El ideal comunista inspira los mejores valores humanos, su identificación con el amor hacia la humanidad ha inspirado al pueblo a los mayores esfuerzos y a lo mejor de la intelectualidad cubana a expresarlo con su arte y pensamiento. Y de últimas no hay que posponer los sueños, sino soñar con los pies sobre la tierra.
Desestimar el valor simbólico que tiene el vocablo comunismo, significa desprenderse de la tradición histórica que le acompaña, vinculada indisolublemente con una ética superior de dignificación y liberación de los seres humanos, capaz de poner por delante el amor a la humanidad, la igualdad social, el colectivismo, la entrega desinteresada del esfuerzo personal en favor del bien social.
Cabe reiterar en una coyuntura política como la actual, que el socialismo en Cuba si bien ha alcanzado importantes logros sociales, materiales y espirituales, culturales, no ha confirmado su irreversibilidad, aunque sí mantiene la decisión mayoritaria de la sociedad de perseverar en esa orientación de la construcción social. La nueva constitución resumirá el espacio legal, en el que deberá continuar la construcción socialista en Cuba.
El alto grado de complejización de las sociedades humanas, de la nuestra obviamente también, acorta los tiempos, acelera las decisiones, obliga a revaluar continuamente la situación, prever los riesgos y administrarlos, elaborar políticas inteligentes que aseguren efectos prácticos alcanzables, visibles, posibles. No habrá milagros. Pero solamente inspirados en el ideal comunista se podrá lograr el más profundo acompañamiento espiritual, ideológico, ético, imprescindible para comprender la importancia estratégica que tiene para la soberanía, la independencia y la libertad de los cubanos ponerle límites al mercado y a la propiedad privada.
El ideal comunista cultivó en los cubanos los mejores valores del humanismo y esa herencia constituye hoy la principal reserva ética para afrontar los desafíos que impone la obligada aceptación de formas de propiedad privada y de relaciones mercantiles basadas en la oferta y la demanda.
Solamente una ética comunista logró la masiva y solidaria donación de sangre por el terremoto del Perú, los millones de horas de trabajo voluntario en medio del período especial para construir el complejo deportivo para los Juegos Panamericanos de 1991, la desinteresada contribución de los cubanos a la defensa de la independencia de Angola, y un sinnúmero de otras acciones históricas del pueblo cubano en las que el mercado no jugó papel alguno, sino la moral revolucionaria. Cabe recordar también las emocionadas palabras de Fidel cuando en 1965 con determinación y convicción plena confirmó para la organización política que sintetiza la unidad de la nación cubana el adjetivo comunista, y cuando en los años de duro esfuerzo creador afirmó para evidenciar los mejores valores de los cubanos que el nuestro era un pueblo de comunistas.
El debate ya ha comenzado en el país, como ha afirmado el Presidente Díaz-Canel, nos aportará una carta magna más robusta, y será un punto de partida para reunir fuerzas, sincerar nuestra situación, poner bien los pies sobre la tierra y avanzar.
[i] El documento expresa: “Son mantenidos con firmeza los ideales de Martí, Fidel y de todos los luchadores por la libertad, la independencia, la soberanía y la justicia social, inseparables del pensamiento socialista y comunista que caracteriza el proceso revolucionario cubano. A la vez se toman en cuenta experiencias y conocimientos de los procesos de desarrollo económico y social de diferentes países -tanto positivos como negativos- considerando sus particularidades y los contextos en que han tenido lugar, en especial, de aquellos que acometen procesos socioeconómico de carácter socialista.”
ya lo dije anteriormente, vamos a hacer el socialismo primero, es la forma necesaria para llegar donde queremos, el comunismo, que a su vez, según mi manera de ver es la forma natural de convivencia humana