Desde 1970, las delegaciones cubanos arrasaron en los Centrocaribes. Mas el campeonismo comienza a arrasarnos. Fidel lo advierte y advierte. “El fin número uno es promover con el desarrollo del deporte, el bienestar y la salud del pueblo, y el fin número dos, buscar campeones…No conformarnos con los logros obtenidos, sino ir en busca de nuevas metas y de nuevos logros, porque sabemos que podemos alcanzarlos…”Eso lo opinó el 6 de octubre de 1966. Lo corrobora el dos de septiembre de 1977: “No debemos dormirnos sobre los laureles, no debemos pensar ya que somos un fenómeno…”
Uno se estremece con su canto a la solidaridad, “…Algún día los ayudaremos también a formar deportistas, y algún día las competencias serán más parejas…”Vamos a tener miles de profesores, instructores deportivos y vamos a tener profesores hasta para mandar a América Latina…” (19-4-1974): Se ha cumplido con creces.
Dio la clarinada esta isla bloqueada y hostilizada por el imperialismo, dolido al máximo cuando le propinaba tantas derrotas; claro, no solo en la cultura física. Pueblo impulsor del deporte aun en los Estados Unidos al preocuparlos y azotarlos con el adelanto. Fidel lo manifestó el 27 de octubre de 1975 “Nuestros rivales deportivos, en primer lugar, los yanquis, van a tratar de hacer un esfuerzo cada vez mayor porque ya se sienten la competencia de Cuba…Las burguesías gobernantes de muchos de esos países (de América Latina), van a a tratar de inventar algo para ver cómo mejoran en el deporte. Esto quiere decir que las competencias van a ser cada vez más reñidas…”
Agrego: el medallero no es el único medidor del estado de nuestro amado frente. Pierre de Coubertin lo dejo bien claro. Lo apoyo. ¿Acaso Cuba tenía mayor desarrollo ajedrecístico que la URSS cuando José Raúl Capablanca se hizo campeón mundial y vencía a los mejores Maestros de este país o de cualquier otro avanzado? ¿Había fortaleza en nuestra esgrima cuando Ramón Fonst, de solo 17 abriles, se convierte en París 1900 en el primer as olímpico de América Latina y, cuatro años más tarde, encabeza un seleccionado capaz de triunfar en San Luis?
Fonst y Capablanca fueron genios de sus respectivas disciplinas, capaces de derribar todos los obstáculos y burlarse de la lógica con sus condiciones excepcionales. El primero, con Francia como escenario principal, adquirió en el extranjero no solo instrucción. Ambos, además, no fueron mordidos por la miseria. Cuando los desposeídos se hicieron dueños del camino antes bloqueado, Fonst retornó a la vida por encima de sí mismo. En 1972 de nuevo hubo preseas de oro para atletas cubanos en una Olimpiada. Y las victorias ya no serían únicamente para los fuera de grupo.
Hablar de auge deportivo verdadero en Kenya, Etiopía o Jamaica, obnubilados por el fetichismo de las estadísticas, es desafortunado: hay que arribar a la esencia de los números y llevarlos al nivel fidedigno. En esos territorios no existe una cultura física de envergadura; extraordinarios corredores, sí, ¿pero dónde están sus basquetbolistas, voleibolistas, balonmanistas, esgrimistas, tiradores, pesistas, luchadores, púgiles, judocas, polistas, gimnastas…? ¿Hay clases de educación física para todos, masividad…?
Sobre la propia medida limitada a los galardones, mucho aclara el último artículo de Enrique Montesinos al relacionar otros aspectos decisivos. Sabroso ese Defender la obra del deporte en el Granma del 14 de junio de 2017, escrito días antes de su sorpresiva muerte cuando nos representaba en el Congreso Mundial de la Prensa Deportiva en ese año.