Por Patricia María Guerra Soriano, estudiante de primer año de Periodismo
Hay pinturas, fotos, cerámicas, serigrafías. Hay pulóveres, sombreros, carteras. En todos están sus imágenes. Y no porque hoy cumpla 90 años. No, es porque siempre están ahí. Hoy que salí a felicitarlo, son tantas esas imágenes que me confundo y no lo distingo entre la creación, porque la vista quedó extraviada entre colores. De momento se pierde, de momento está de nuevo y lo veo en Luisito, que tiene diez años y lleva un collar con la inconfundible firma. Lo veo en Luisito que me responde: “porque es un hombre justo, humanista, porque es mi superhéroe”.
Ahora hay sol y mi mochila pesa, pero me acuerdo que él espera y camino persiguiendo su estrella sin saber o sin darme cuenta dónde está.
Ahora hay sol, pero Andrés que barre las calles, me dice una sola palabra, “paradigma” y eso me impulsa a seguir buscándolo.
La cubanía refulge: rumberos en zancos, música, el sonido de unas claves, tres tambores, maracas, guitarras y sus imágenes de nuevo, ahora colgadas en las paredes de una pequeña tienda de souvenir en la calle Obrapía, de La Habana Vieja.
“A los turistas les gusta mucho llevar imágenes como estas por lo que representa su figura para la historia de Cuba, Latinoamérica y el mundo”, así habló Pedro, el dueño de una de las tiendecitas de Obrapía, quien además, me enseñó todas las imágenes que tenía para que las fotografiara.
Josefina me dijo que él fue un trabajador incansable, un líder del trabajo voluntario, que quería llevar la misma vida de nosotros y que eso era imposible.
Aunque Josefina no lo vea, él sí logró su propósito. Está dentro de nosotros, no solo en imágenes sino en ideas. No solo en ideas sino en hechos. No solo en hechos sino en hombres nuevos.
Hoy, hay pinturas, fotos, cerámicas, serigrafías. Hay pulóveres, sombreros, carteras. En todos están sus imágenes. Y no porque cumpla 90 años. No, es porque siempre están ahí. Hoy, que salí a felicitarlo, por fin lo encuentro.