La Oficina de Transmisiones a Cuba (OCB, por sus siglas en inglés), entidad gubernamental de Estados Unidos que gestiona desde hace 25 años el fracaso mediático, financiero y político de Radio y TV Martí, fue convertida en una organización privada que se encarga de las transmisiones hacia América Latina y el Caribe, incluyendo la Isla. Este grupo puede estar recibiendo los más de 27 millones de dólares para la subversión, cifra que suele llegarle cada año a esta organización “sin fines de lucro”. Por tanto, la OCB “no es considerada como una agencia federal”.
La pregunta entonces sería: si no es una agencia federal la que se encargaría de la propaganda contra Cuba, ¿qué serán Radio y TV Martí? Para desenredar esta madeja, Cubadebate conversó con la Doctora en Ciencias Olga Rosa González Martín, investigadora del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU), de la Universidad de La Habana, una de las principales expertas en este tema.
—Vuelven a circular los rumores de des-federalización de la Oficina de Transmisiones a Cuba (OCB), que administra Radio y TV Martí. ¿Qué significa esto? ¿Cuál sería la relación de esta dependencia con el gobierno de los Estados Unidos en las nuevas circunstancias?
—Esto hay que entenderlo como parte de un proceso más amplio de posibles transformaciones dentro del sistema de transmisiones civiles del gobierno de los Estados Unidos. Sin embargo, si nos centramos específicamente en el debate que en el 113 Congreso ha habido al respecto podemos decir que se han destacado tres posturas básicamente.
—Primero, la que aboga por su eliminación por lo que le ha costado a los contribuyentes estadounidenses y su falta de efectividad y transparencia; segundo, la que apoya el mantenimiento de su status quo como parte de una agencia federal, aunque teniendo en cuenta los cambios que debe enfrentar la Junta de Gobernadores para las Transmisiones (BBG) que es la agencia federal independiente a la que pertenece la OCB y, tercero, la que respalda su posible desfederalización como parte del establecimiento de una organización mediática internacional en idioma español que incluiría a la OCB y la división latinoamericana de la Voz de las Américas (VOA).
—Entre los que abogan por su eliminación se destacan tanto John Kerry y mismo Barak Obama pues cuando eran senadores habían comentado que ni Radio ni TV Martí habían cumplido con los objetivos para los que fueron creadas. Por su parte, los defensores del status quo de la OCB alegan que no debe sufrir cambios pues, como entidad, es necesaria para cumplir con la misión de las transmisiones internacionales de los Estados Unidos tal y como se concibieron desde el principio. Por otro lado, consideran que la confianza hacia la marca (el nombre de la entidad) se pudiera perder de haber un cambio pues ya han desarrollado lo que ellos consideran una relación duradera con sus públicos.
—Pero la tendencia que parece imponerse es la desfederalización.
—Es la que ha generado más noticias en los últimos dos o tres años, es la relacionada con el proceso de desfederalización de la OCB por el que abogan, incluso, algunos de sus directivos aunque algunos de sus trabajadores no ven esto con buenos ojos. Se está proponiendo que este proceso de desfederalización se complete para principios de 2017 y que sea operacional para mediados de ese mismo año.
—Para poder entender este posible cambio en su justa medida hay que tener en cuenta las diferencias entre una entidad federal y una no federal. Lo primero que hay que decir en este este sentido es que esa diferencia va más allá de la manera en que se distribuyen los recursos para centrarse, específicamente, en el contenido a transmitir pues todo aquello que se transmita por una entidad federal debe ajustarse a los estatutos de la VOA que están refrendados, además, en ley.
—Por lo tanto, al ser una entidad federal se es, de facto, vocero oficial del gobierno estadounidense y eso tiene un costo. Cuando se es una entidad desfederalizada, aunque se cuente con financiamiento público, se funciona como una emisora subvencionada que más allá de estar exenta de impuestos y de cubrir las noticias oficiales del gobierno estadounidense se centra, fundamentalmente, en acontecimientos de carácter regional y global a la vez que, sobre todas las cosas, sirve de vía de información local a poblaciones de países que los EE.UU considera que no tienen libertad de prensa. Por lo tanto, la agenda a imponer debe ser más amplia y suplir esa posible carencia informativa. Al no ser vocero oficial del gobierno estadounidense una agencia no federal podría lograr un nivel de credibilidad importante ante sus públicos.
— ¿Qué significa eso para Cuba?
—Esta diferencia entre una entidad federal y una no federal vinculada al mundo de las transmisiones es muy importante para Cuba porque, de convertirse en una entidad no federal, la OCB no sólo se dedicaría a la simple transmisión de información sino que, como he dicho en otras ocasiones, podría contratar a “periodistas independientes” que ya no serían pagados, oficialmente, por el gobierno estadounidense sino por una entidad privada. Así, la información sería más creíble para cualquier audiencia. De hecho, desde el año 2012 la OFAC autorizó el pago a estas personas en el territorio nacional por sus servicios a la OCB. Asimismo, al tener un estatus no federal sus miembros no serían designados y como entidad privada podría trabajar y maniobrar en situaciones que las entidades oficiales evitan. De esta manera, una OCB no federal podría firmar acuerdos con varios medios de la región que, a su vez, reproducirían una visión sobre Cuba que no sería muy diferente a la que dan hoy en día pero sin temores de estar trabajando, oficialmente, para el gobierno estadounidense.
—En algunos documentos se habla de des-federalización y en otros de privatización de la OCB. ¿Cuál es la diferencia?
—Cuando se habla de desfederalizar la OCB de lo que se trata es de no tener que ajustarse a lo establecido para las entidades federales. Al pasar a ser una emisora subvencionada con financiamiento público sería organizada y administrada como cualquier corporación privada sin ánimo de lucros. Por lo tanto, la privatización sería desde el punto de vista administrativo, de organización y funcionamiento.
— ¿Cuáles son los problemas de la OCB, según el gobierno de los Estados Unidos? ¿Por qué deciden mantenerle un presupuesto de 27 millones?
—En las distintas inspecciones que la Oficina de Investigaciones del Congreso ha realizado a la BBG para evaluar lo que pudiera interpretarse como un Plan Estratégico de Transmisiones hacia Cuba se le ha señalado, entre otros, problemas como bajos niveles de audiencia en la Isla (menos de un 2%, según datos del propio gobierno estadounidense y hasta el 2008), análisis nulos sobre la efectividad de los métodos de transmisión empleados y del costo que los métodos alternativos pudieran tener, mal uso de los fondos gubernamentales, problemas en los contratos y dificultades en el cumplimiento de estándares periodísticos elementales como objetividad, precisión y veracidad de la información.
—En fin, no haber cumplido con su mandato como entidad federal y no haber logrado el cambio de régimen en Cuba. Sin embargo, la mantienen porque a pesar de no haber sido efectiva no cejan en su interés por subvertir el orden interno en Cuba, destruir a la Revolución y mantener sus compromisos con la contrarrevolución. Lo único que persiguen los cambios por los que abogan es emplear un nuevo método, nada más.
—Al cambiar el régimen de propiedad de esta Oficina, ¿cambiarán los objetivos que determinaron la fundación de Radio y TV Martí?
—No lo creo. Como se sabe, la OCB no salió de la nada y respondió a las exigencias propias de la política exterior estadounidense hacia Cuba tal y como lo vieron en ese momento los formuladores de política. Cuando Reagan autoriza las transmisiones de Radio Martí y, posteriormente, Bush padre las de TV Martí, lo que argumentan es lo que ellos definen como “necesidad del pueblo cubano de buscar y recibir informaciones e ideas de cualquier tipo y, por tanto, el deber de los Estados Unidos de apoyar al pueblo cubano en esa búsqueda de información”.
—Así, en estas más de dos décadas de transmisiones hacia Cuba con el pretexto de promover las llamadas libertad y democracia al estilo estadounidense, el Congreso le ha entregado a la OCB más de $770,000,000. El gobierno estadounidense ha sido muy claro: lo único que ha cambiado es el método para lograr los objetivos clave en torno a Cuba. De hecho, en el resumen ejecutivo del presupuesto para el 2017 se es muy claro: se quiere crear una organización mediática no federal que reciba financiamiento público de la BBG y que siga haciendo, básicamente, lo que ha estado haciendo la OCB hasta ahora.
— ¿Qué características tiene la guerra mediática en el nuevo escenario de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos?
—La guerra mediática contra Cuba –aún en este nuevo escenario- continúa enfrascada en el desmontaje de los logros de la Revolución y por eso es tan importante que se le preste atención a la producción de símbolos (determinada no tanto por el HACER CREER que es la esencia de la Persuasión o el HACER HACER que es el de la Manipulación, sino por el HACER SABER que es lo que determina la efectividad o no de un discurso). A eso hay que presentarle atención, porque debemos ser los cubanos los que le expliquemos al mundo eso que llamamos realidad cubana.
—Sin embargo, pienso que si bien el campo de la comunicación masiva y toda esa tradición discursiva que hay de la guerra de la información es relevante en las actuales circunstancias (especialmente las operaciones basadas en conectividad efectiva y en el uso de la blogosfera), habría que prestarle más atención a la comunicación para el desarrollo a partir de acciones concretas que pudieran ejecutarse con los públicos metas o con aquellos que pudieran convertirse en posibles agentes de cambio en nuestra sociedad.
—Esto se traduce en la implementación de las llamadas iniciativas de transición, programas de entrenamiento tecnológico, en el apoyo a promotores locales, etc. En fin, todo lo relacionado con eso que se llama diplomacia económica a través de la diplomacia comunitaria. Por lo tanto, creo que en este nuevo escenario habría que considerar no sólo la guerra mediática, sino los grandes desafíos que en materia de comunicación para el desarrollo tenemos.
La Doctora en Ciencias de la Comunicación Olga Rosa González Martín.
Es miembro del Círculo de Investigadores de la Asociación Cubana de Comunicadores Sociales (ACCS), de la Asociación Cubana de Naciones Unidas (ACNU) y de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA). Ha traducido varios libros y más de cien artículos de personalidades cubanas y extranjeras. Recibió en 2012 el Premio Espacio en la categoría de Investigación. Es investigadora del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU), de la Universidad de La Habana.
Tomado de Cubadebate