Geopolítica es una de las palabras más empleadas por el periodismo dedicado a reportar el acontecer internacional. Acosada por la falta de espacio como también por el desconocimiento intencionado o no de su significado por muchos de quienes la emplean, el término de marras va mucho más allá del elemental nivel referencial con que se nos muestra a diario.
Como espacio de estudios la Geopolítica comenzó a dar sus primeros pasos a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Por entonces estaba en su apogeo la batalla por una nueva repartición del mundo entre las viejas y emergentes potencias coloniales. La disciplina, como tendencia, estuvo direccionada a justificar esas guerras de rapiñas en correspondencia con la fase imperialista del capitalismo, tal como lo formuló Lenin.
De esos inicios, Rudolf Kjellén (1864-1922), geógrafo sueco, fue el primero en emplear por primera vez el término Geopolítica en su libro “El Estado como organismo viviente”. Mientras Friedrich Ratzel (1844-1904), geógrafo alemán, señaló que el espacio geográfico determina la existencia humana, con lo cual sentó las bases del determinismo geográfico como centro de la disciplina emergente y de las teorías que en torno a ella buscaron justificar desde entonces la esencia depredadora y racista del reparto territorial.
Al respecto, Sir Halford John Mackinder, (1861-1947) puso sobre la cartografía política del orbe la teoría del Hertland (1904), también conocida como Isla Mundial o Región Cardinal con reformulaciones en 1919 y 1943. La propuesta indicó que la zona norte y central de Eurasia, debido a su aislamiento geográfico y riquezas naturales, será, finalmente, el centro de poder político que controle al mundo.
Fue el estadounidense Nicholas Spykman (1893-1943) quien reelaboró las concepciones del inglés sobre la base de la relevancia del anillo de tierras y mares que rodean al Hertland. Él señaló que si el cerco es exitoso, la potencia que lo consiga dominará Eurasia y quien la controle regirá los destinos del mundo.
No puede faltar en este recuento Karl Haushofer (1869-1946), quien asumió de su coterráneo Ratzel y dio acabado a la doctrina Lebensraum enarbolada por el nazismo para emprender la II Guerra Mundial. En ella se expresa que el “Espacio Vital” se considera todo el territorio que un país alega necesitar para lograr su prosperidad.
No sorprendería que Estados Unidos sea la nación con más doctrinas geopolíticas en post de alcanzar la hegemonía imperial desde su advenimiento como país: Doctrina Monroe (1823), Destino Manifiesto(1845), Doctrina Wilson (1918), Doctrina Truman (1948), Proyecto para el Nuevo Siglo Americano (1997), Doctrina de la Guerra Infinita (2003), entre otras.
Todas esas teorías entran y salen de la palestra política internacional y regional, rejuvenecidas o no, según los intereses de quienes la enarbolan. Tal es el caso de la Doctrina Monroe enarbolada por estos días por el gobierno de Donald Trump para plantar bandera en sus relaciones con América Latina y dejar claro a China y Rusia la condición de patio trasero de la región ubicada al sur del río Bravo.
En su devenir, la Geopolítica se ha convertido en ciencia para el dominio político del espacio al estudiar la influencia de los factores geográficos en la vida y la evolución de los estados a fin de extraer conclusiones de carácter político; es la política a nivel mundial y la ubicación de los países en ella, influenciados e influenciándola. Asimismo, sirve para guiar la política práctica, explicar una determinada situación política, guiar la estrategia, coinciden en definir académicos y expertos. Se caracteriza por su interdisciplinariedad donde participan, entre otras muchas, las Ciencias Política, la Geografía Política y Física, la Demografía, la Sociología Política, la Historia, la Comunicación Política cada vez más.
Como afirma el politólogo argentino Atilio Boron, la izquierda ha demorado más de lo conveniente en estudiar la geopolítica teniendo en cuenta la génesis reaccionaria de este pensamiento, y si hoy reaparece resignificada en el pensamiento contestatario, es porque aporta una perspectiva imprescindible para elaborar una visión crítica del capitalismo en una fase como la actual.
El propio Boron se hace eco de la perspectiva marxista contemporánea cuando afirma que la política y la lucha de clases, tanto en lo nacional como en lo internacional, no se desenvuelven en el plano de las ideas o la retórica, sino sobre bases territoriales, y el entrelazamiento entre territorio (con los “bienes públicos o comunes” que los caracterizan), proyectos imperialistas de explotación y desposesión y resistencias populares al despojo requieren inevitablemente un tratamiento en donde el análisis de la geografía y el espacio se articulen con la consideración de los factores económicos, sociales, políticos y militares.
Con el derrumbe del Muro de Berlín y la desintegración de la URSS sobrevino el advenimiento de un nuevo orden mundial supuestamente sin ideologías y fronteras territoriales difuminadas por la globalización neoliberal. Por entonces, no pocos decretaron la muerte de la geopolítica. Así lo proclamada Dick Cheney, en 1997, en su doctrina del Nuevo Siglo Americano.
Con el advenimiento del actual siglo, el pretendido legado imperial del 46 Vicepresidente de EE.UU. comenzó su lento pero inexorable erosión. El triunfo electoral de Hugo Chávez, en Venezuela, daba la clarinada de lo que Rafael Correa certeramente calificó poco tiempo después como el “Cambio de época”, signado por el concepto gramsciano de que “…lo viejo no termina de morir y lo nuevo no acaba de nacer”.
De vuelta, la Geopolítica lo hizo de la mano de la necesidad histórica: la crisis civilizatoria del capitalismo con sus devastadoras consecuencias en el plano político, económico, social, cultural, medioambiental, migratorio. El desplazamiento del protagonismo de la economía mundial en la dirección Asia-Pacífico con China al frente y su emergencia como segunda superpotencia planetaria; está igualmente la alianza geoestratégica de Beijín con su vecino el gigante euroasiático ruso en plena reconquista de su protagonismo en la arena internacional, lo cual conlleva la eclosión de un nuevo liderazgo a nivel global que disputa protagonismo a la unipolaridad estadounidense.
Asimismo, las guerras y su letalidad se han incrementado de la mano de las potencias occidentales lideradas por EE.UU., país que pese a su devastador poderío militar no ha podido ganar ninguna en lo que va de siglo. Retornan postulados de la Guerra Fría y el Papa Francisco habla de que la Tercera Guerra Mundial ya está en marcha. La ofensiva de las fuerzas conservadoras en el planeta y en especial en América Latina también acentúa el valor de la Geopolítica para tratar de entender estos tiempos.
Referencias bibliográficas
Agnew, John. Geopolítica: una re-visión de la política mundial. Ed. Tramas. Madrid. 2005.
Boron, Atilo. América Latina en la geopolítica de imperialismo. Ediciones Luxemburg. Buenos Aires. 2da edición. 2013.
Brzezinski, Zbigniew. El gran tablero mundial: la supremacía estadounidense y sus imperativos. Ed. Paidós. Barcelona. 1998.
Cairo H. y Pastor J.. Geopolítica: guerras y resistencias. Ed. Tramas. Madrid. 2006.
Kissinger, Henry. Diplomacia. Ediciones B. México. 2010.
Ricardo, Roger. Periodismo y geopolítica. La construcción de la realidad internacional por los medios de comunicación. Conferencia impartida en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí. La Habana. 2015.