Elson conversa desde el balcón de su casa o como él le llama, desde su puesto de mando. La mirada se le ilumina cuando pasa el carro de Granma repartiendo la prensa. Vuelve a la conversación, nuevamente interrumpida por los jóvenes colegas que desde Holguín lo llaman para felicitarlo por el 4 de abril, fecha que conmemora el nacimiento de la Unión de Jóvenes Comunistas, de la cual fuera fundador en el territorio holguinero.
Sí, porque Elson es un eterno joven, aunque no le guste reconocer los 73 años que tiene. Es uno de esos jóvenes que se hace eterno al dedicar 55 años de su vida al periodismo, una profesión donde según él: “meterse es más fácil que salir”.
Desde este 14 de marzo, Día de la Prensa Cubana, en el armario donde figuran sus reconocimientos y medallas, Elson Concepción Pérez colocó la máxima distinción que homenajea la obra de su vida, el Premio Nacional de Periodismo José Martí. Sin embargo, este galardón no es lo más importante para una persona que, como él, hizo y hace periodismo sin importar estímulos.
En Barajagua, un pueblecito ubicado en la carretera de Mayarí en las entrañas de la tierra holguinera, nació este guajiro que tuvo por primera escuela el hogar: “Aunque mi padre Manuel no llegara al sexto grado, fue un hombre muy culto que leía el periódico y escuchaba la radio con vehemencia.
“Enseñó a todos sus hijos que en la pobreza había dignidad por lo que nunca aceptaría que alguien tomara algo que no fuese suyo. Me enseñó a montar a caballo, arar con bueyes y sembrar maíz, yuca, boniato. De mi madre Josefa, mujer muy dulce, recuerdo la pulcritud con la que mantenía la casa, nuestras ropas y cómo planchaba almidonando las sábanas”, comparte.
Elson fue el quinto de los seis retoños de Manuel y Josefa, dos campesinos pobres que siempre se preocuparon por la educación de sus hijos: “La escuela me quedaba a seis kilómetros de distancia, pero tenía que ir como fuera, a pie o a caballo”.
Su patrón a seguir era Eloy Sebastián, el mayor de los hermanos que estudiaba periodismo en Santiago de Cuba y estaba vinculado al Movimiento 26 de Julio: “Yo también, como mi hermano, ayudaba a los rebeldes llevándoles el almuerzo y escondiendo armas cortas y brazaletes del 26 cuando iba a Cueto a vender aguacates o huevos criollos”.
En marzo de 1959, la familia Concepción se instaló en la calle Garayalde, entre Miró y Morales Lemus, Holguín. Ciudad que para Elson fue otra de las oportunidades que le dio la vida.
-¿Nunca le llamó la atención estudiar la profesión que ejercía Eloy, su mayor ejemplo a seguir?
“No, cuando nos mudamos para Holguín empezó mi sueño por ser electricista. Hacer la carrera, que se estudiaba en el Tecnológico, requería mi preparación para las pruebas de ingreso, entonces mi hermano Eloy me resolvió estudiar en la escuela Regil, aún privada. Aquí trabajaba limpiando las aulas y ganaba seis pesos al mes y el derecho a los estudios. Todo fue hasta que un día el dueño de la escuela encontró un pupitre con polvo y se acabó mi primer trabajo «remunerado» con seis pesos mensuales. Entonces me presenté al examen de ingreso en el tecnológico y lo aprobé. Hice primer año en Holguín y luego me trasladé para Santiago de Cuba”.
Sentir y hacer periodismo
“Ya estaba en tercer año de técnico medio en el tecnológico Pepito Tey en aquella ciudad cuando en diciembre de 1962 tuve el accidente que cambió mi vida. Ese día, de recorrido familiar por la Gran Piedra y la Granjita Siboney y me acerqué a la Cueva de Siboney que tenía derrumbes y caí para adentro como a 40 pies de distancia.
“Estuve 31 días sin conocimiento. Después vendrían cinco operaciones craneales, una traqueotomía y las palabras de: «hasta aquí llegó tu electricidad», pronunciadas por el Dr. Cantón, el médico que atendió mi caso.
“De regreso a Holguín, Eloy que sabía del nacimiento del periódico Ahora, llevó a la casa a Cuqui Pavón, Pedro Ortiz, Francisco García Benítez, todos periodistas con la experiencia del periódico Surco y en la plantilla del naciente Ahora, para que me empezaran a hablar de la que podía convertirse en mi nueva profesión.
“Poco a poco fui mejorando la salud y levanté el estado de ánimo. Entonces las visitas al periódico se volvieron más sistemáticas. Me empezó a gustar la profesión cuando me di cuenta la importancia de que las personas se interesaban de lo que publicaba el diario. Esperaba hasta altas horas de la noche para ver salir los primeros ejemplares, ese olor a tinta era riquísimo. Así fue como llegué al periodismo, por un accidente real”, rememora.
En octubre de 1965 se funda el periódico Juventud Rebelde, un mes después, Elson Concepción se convertiría en el corresponsal del diario en toda la provincia de Oriente; también simultaneaba en el periódico Sierra Maestra, otro nuevo escenario de trabajo.
“Odio la apología. El periodismo se aprende en la vida, mientras que el periodista sea capaz de insertarse en los pedacitos de la sociedad.
“El periodista debe saber buscar los matices de la realidad de su pueblo, sentir los problemas de los demás como suyos, pues es imposible expresar lo que no se siente. Cuando llegue a cualquier lugar, la tesis de todo periodista debe ser lograr que su corazón lata al compás del corazón del que tiene un problema”, considera.
Cuando el compromiso es lo primero
Habana, 1970. Elson se encuentra al frente de la Escuela Nacional de Corresponsales de Juventud Rebelde (JR), acción que simultánea con los recién comenzados estudios en la licenciatura de Periodismo, en la casa de altos estudios capitalina.
Entre 1974 y 1984 trabajó en la Unión de Periodistas de Cuba (Upec), donde se desempeñó como secretario de Educación y Cultura y más tarde atendió las Relaciones Exteriores, participó en la creación de cursos de géneros periodísticos y fungió como miembro no profesional del Consejo Directivo de la Federación Latinoamericana de Periodistas (Felap); asimismo, se desempeñó como vicepresidente de la Asociación Latinoamericana de Comunicadores para el Desarrollo (Alacode).
-Como parte de las iniciativas de la Upec, surge la Bienal Internacional de Humorismo Gráfico en San Antonio de los Baños, ¿cómo fue la organización del evento?
-“Junto a Ernesto Vera – presidente de la Upec en aquel entonces-, René de la Nuez y Enrique Núñez Rodríguez surge la idea de comenzar a organizar los Festivales del humor. Hicimos estas actividades por muchas provincias del país como Pinar del Río, Camagüey, Holguín y siempre contamos con el apoyo de Nivaldo Herrera, presidente de Instituto Cubano de Radio y Televisión (Icrt), y de artistas como Germán Pinelli y María de los Ángeles Santana.
“San Antonio de los Baños, tierra de Silvio Rodríguez, se presentaba como un ambiente cultural muy fuerte. Allí se fundó el Museo del humor y se crearon las condiciones para realizar lo que quedaría en la tradición como la Bienal Internacional de Humorismo Gráfico”.
Elson fue designado en 1984 Secretario Latinoamericano de la Organización Internacional de Periodistas (Oip) con sede en Praga, Checoslovaquia: “La principal labor de la Oip era darle valor y aglutinar a las organizaciones nacionales de periodismo”.
“En los cinco años que estuve desarrollamos otros planes como la atención a los periodistas latinoamericanos exiliados en Europa y en México, víctimas de las dictaduras imperantes en Chile, Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay. En nuestro país se financió la construcción del Instituto Internacional de Periodismo José Martí y en Nicaragua se realizó la Operación Verdad”, relata.
– ¿Alguna anécdota relacionada con la Operación Verdad en Nicaragua?
– “El día que presentamos el tema sobre Nicaragua recuerdo que discutí con el secretario soviético porque, sin dar razones que lo justificaran, dijo que no asistiría. Yo regresé a mi oficina junto a mi secretaria y traductora, Dagmar Svórcova. A los cinco minutos el secretario soviético fue a darme explicaciones.
“El colega me ofreció disculpas por su negativa de viajar al seminario de Managua, viró la espalda y se fue. Al día siguiente me anunciaron que Dagmar, mi secretaria, pedía ser liberada del trabajo. La razón, le pregunté a ella y me respondió: «¿Cómo se atreve usted a discutir y no estar de acuerdo con el señor Sájarov?», nombre del secretario soviético. Entonces le agradecí el trabajo realizado durante tres años y la libré de responsabilidades, diciéndole que con razón se puede discutir y discrepar del soviético y del que sea”.
Granma, la impronta
A su regreso de Praga, en 1989, se incorpora a trabajar en el periódico Granma, donde lleva 28 años de labor periodística desde la Redacción internacional
“Una de las primeras tareas orientadas por Granma fue usar mis contactos en la Oip a ver si me podían acreditar para el cambio de gobierno de Pinochet a Patricio Aylwin. Así se hizo, pero cuando llegué al Aeropuerto de Santiago de Chile, la guardia nacional de Pinochet miró mi pasaporte cubano y de color rojo como si fuera el diablo mirando la cruz, y en aquello de si me dejaban entrar o no pasaron unos colegas chilenos y paraguayos, también acreditados para el evento y me fui con ellos.
“Después de cubrir el traspaso de gobierno, me quedaba otra tarea aún más difícil, debía entrevistarme con el jefe del Movimiento revolucionario clandestino que luchaba en Chile para obtener una actualización de la situación interna de ese país.
“Quien me contactó en Santiago de Chile, me orientó que debía salir del hotel a una hora determinada, montarme en el metro y después caminar hacia la derecha, luego a la izquierda, tomar hasta un café determinado, subirme y acostarme en el piso de un auto que me esperaba y que cambió varias veces la dirección hasta llegar a lo que me pareció un garaje, lugar donde me encontré con el jefe. La salida de allí fue parecida. Esta experiencia periodística es imborrable de mi memoria…”, confiesa.
Dios, Chávez y Fidel
“Compartir con Fidel representó siempre un verdadero honor para mí. Nunca olvidaré aquel viaje a Sudáfrica cuando fuimos a Robben Island, lugar donde estaba la cárcel en que el líder sudafricano Nelson Mandela pasó 27 años. El Comandante se detuvo a medir con sus brazos y su estatura el pequeño espacio de aquella celda, y reiteraba sentirse conmovido por los años que Mandela tuvo que soportar en ella.
“Para mí, en esa y otras experiencias, Fidel mostró se gran humanismo, como se adentraba en detalles humanos de los que uno no se percataba.
“Los periodistas debemos identificarnos, aún más con esa genialidad. Sus reflexiones deben ser tomadas como referencia para los estudiantes, tanto en temas nacionales como internacionales”, cuenta.
Elson no prefiere la televisión para hacer periodismo, sin embargo, estuvo más de una década en el espacio televisivo de la Mesa Redonda, como comentarista de temas internacionales: “La Mesa Redonda en Cuba es un ejemplo de cómo la prensa se puede ir transformando para bien. Es un ejemplo de análisis y profesionalismo”.
El 30 de noviembre del 2011, las historias de vida de los pacientes venezolanos atendidos en el Centro Internacional de Salud La Pradera, como parte de los convenios entre Cuba y Venezuela, quedaron recogidos en el libro Dios, Chávez y Fidel. El texto lo escribió junto con su esposa, la también periodista María Elena Ruiz.
“El mayor honor fue cuando el presidente Chávez, en el Palacio de Miraflores, presentó el libro y leyó algunos de los testimonios”, recuerda.
Un instante
En pocas palabras, para nuestro entrevistado, Barajagua fue “la oportunidad de aprender a caminar por la vida, ir a la escuela en caballo, sembrar yuca y maíz”.
Cuba: la gran oportunidad de vivir en un país que “me lo ha dado todo y he tratado de dárselo todo también”. Ser periodista: “el privilegio de acercarme lo más posible a la realidad siempre acompañado de la ética”.
Por último, al pedirle nos comparta sintéticamente quién es Elson Concepción, responde: “un privilegiado de este mundo por haber coincidido los años de mi vida con los de Fidel y, sobre todo, un hombre feliz por ver en el periodismo cubano de hoy a tantos jóvenes talentosos”.
Por: Patricia María Guerra Soriano, estudiante de Periodismo