Isabelita Moya, cada línea de este escrito me golpeará demasiado. Y tengo que hacerlo mientras evito que la humedad de los ojos impida mi avance sobre el espacio en blanco. Es difícil. Me estremece la imposible llamada prometida en víspera de tu adiós- no lo sabíamos- cuando con voz poco audible me dijiste: “La médica está aquí conmigo. En cuanto me ponga bien, Joaco, te llamo…” Me reprocho no haber creado un trabajo que soñé sobre ti desde hace bastante tiempo y lo fui dejando para otro día; preocupado, además, porque no quería herir tu sencillez.
No voy a enfatizar en los merecidos premios que te otorgaron: si alguien como tú los recibe, con obra y dignidad demostradas, sin pedir nada a cambio ni buscar recompensa alguna, glorifica los galardones; o en tu enseñanza sobre el género, por encima de libros y reuniones sin caer en ridiculeces ni extremismo: ibas a la esencia del asunto. Tampoco en la labor al frente de la Editorial de la Mujer, el pujante periodismo y el apoyo decisivo a la Federación de Mujeres Cubanas.
Prefiero hablar de tu bondad, con la que envolviste tantas veces a tantos amigos e incluso a conocidos. En varias ocasiones, acudí a ti lesionado en lo personal por incomprensiones y fustazos, – ¿quién no los sufre?-o dolido por laceraciones padecidas por diversas personas, debido a latigazos discriminadores y dogmáticos, injustos y oportunistas. Con verbo tierno y profundo, me fortaleciste el ánimo, curaste las heridas de mi alma siempre más terribles que las del cuerpo. Permaneciste en la primera línea de esta batalla, soslayando tus dolores espirituales y físicos para escuchar las penas ajenas, orientar y evitar que engulleran a tus hermanos y hermanas de lucha.
Voluntad de acero en acción, sin perder un segmento de ternura. Mostrada como estudiante más allá de las aulas: cuando, a pesar de las grandes dificultades de locomoción, alcanzaste el Pico Turquino. Mostrada como mujer cuando pariste a riesgo de tu vida y acrecentaste tus males. Con ese mismo vigor, con igual firmeza y fe en ti misma, sabiendo de tu condena, enfrentaste los problemas de salud que no pudieron despojarte del apoyo a las causas justas del país y de la humanidad. Tejías una enorme capacidad con una virtud de la misma estatura.
Me lo expusiste en varias oportunidades: vamos a vencer si unimos lo mejor de cada uno de nosotros y situamos el optimismo y la lucha por delante. Resulta impresionante tu batallar por una potente democracia, dentro y fuera del sector, porque sabías que sin ella, ¿cómo hablar de socialismo, del rescate de valores, del fortalecimiento de la patria para todos, juntar a todos los que valen, salvar y batirse para sumar y no restar?
Esclarecida martiana, conocías que la posición, el egoísmo, del aldeano vanidoso no caben acá, y de la urgencia de llevar a realidad la equidad planteada por el Apóstol: dar a cada cual lo que merece, sin regalar lo inmerecido, y de librar al corazón de la amargura causada por la tardanza del reconocimiento,
Intercambiamos pensamientos sobre asuntos de este tipo, y tu claridad era meridiana. No te limitabas a los conceptos: si abrazabas de querencia a quien lo necesitaba, con la misma fuerza combatías por la honestidad, lo correcto, y contra lo mal hecho viniera de donde viniera. Eso es amor del bueno. Sensible, bondadosa, una mujer de verdad, más que eso, un ser humano de verdad, bendecido por la pasión y el respeto por Fidel. A la vez, bendecías a los que te rodeaban y más allá con inteligencia, ejemplo, apasionamiento y esa misión de ofrecer generosamente lo óptimo de ti. Tenías que ser comunista y lo eras.
Publicaciones, conversatorios, conferencias magistrales en Cuba y territorios foráneos, realizaciones, tesis de alto rango… Sin embargo, tu mejor obra fue esculpirte a ti misma y compartir tu luz con los demás. Ese legado no va a desaparecer, y no pocos de la joven generación lo alimentan con su bregar y la creatividad de su pensamiento propio a partir de la negación dialéctica. Volveré a hablar contigo, te tendré muy cerca, me robustecerás al intercambiar reflexiones y tareas con tus seguidores. Te mantendrán, te mantendremos, en combate.