Entusiasmada, la periodista busca nuevos elementos, pero una vieja tendencia le corta el aliento: “Sin autorización de mi directora no puedo ofrecer información” —dice el funcionario”. Es extraño. No ha sido praxis en las arterias de la Educación en Ciego de Ávila. Supongo que tampoco en otras provincias. El problema, no obstante, se resolverá.
En tales casos, como norma, sobrevienen la espera, coordinaciones y trámites para concretar un contacto que puede dilatarse más o menos, según la comprensión, sensibilidad y apretada agenda que envuelve a la mayor parte de quienes encabezan direcciones provinciales, empresas y organismos.
Aunque no sea expresión de crisis, la escena emerge con determinada regularidad en otros sectores donde, de manera consciente o no, la fuente se adjudica una función que no le corresponde: administrar la información, retenerla, ofrecerla de manera parcial, exigir la entrega de una carta para evaluar el caso o para consultarlo al nivel central.
Si supieran que nada de ello facilita lo orientado desde hace años por el Buró Político del Partido, tal vez hubiera más prudencia.
Pero es el viejo síndrome de la cautela o miedo a la prensa: con vida mientras no quede claro —y se logre— que la política informativa es asunto del Partido; que, en última instancia, la decisión acerca de lo que se publica no le compete, de forma unilateral, a ningún organismo en particular, y, sobre todo, que el acceso a la información es un derecho, respaldado, en esencia, por la Constitución de la República.
Lo más curioso es que casi nunca, para no ser absoluto, se trata de información realmente secreta, ni de asuntos que puedan poner en peligro la seguridad del país, en cuyo hipotético caso nuestros medios han sido y siempre serán comprensivos y respetuosos.
No creo que en ese “no estoy autorizado a dar la información” esté la iniciativa o voluntad exclusivas de quien obra “abajo”. Parece responder, más bien, a una indicación vertical, que llega por canalita, para ser cumplida al pie de la letra, ¡y punto!
Eso puede conllevar, entonces, a posiciones de “extremo” cuidado, para no buscarse problemas y no arriesgar el puesto o el cargo.
Porte usted una cámara fotográfica y, aunque coordine y se identifique desde el principio, como corresponde, encontrará resistencia o un permanente acompañamiento (control), no precisamente protocolar, como me sucedió hace poco en el Instituto Politécnico Ramón Paz Borroto, meses atrás en la empresa provincial de Mantenimiento Vial, o mucho antes en una reunión del sector constructivo de Ciego de Avila, por mencionar tres casos. Y les aseguro que no estoy criticando.
Sé de colegas a quienes les han dicho: “Ven mañana porque ahora no estoy preparado para darte eso que necesitas” y de otros a los que, incluso, se les han escondido, postura que pudiera denotar desconocimiento, falta de dominio acerca de la actividad que se atiende o brecha precocida para, como se suele decir: “armar el muñeco” y que todo quede lo más bonito posible.
Así no, compadre. El periodismo no es cristalería o vitrina. Debe ser reflejo, lo más objetivo posible, de lo que, en verdad, acontece. No preparemos ni hagamos hoy —desde cargos y funciones— con recorridos de pastoreo o con recetas a la usanza de una feria expositiva, lo que mañana criticaremos, como lectores, cuando ya no estemos donde mismo.
El consejo viene por las arterias de la vivencia práctica. Y oportuno es transmitirlo próximos a la jornada que cada año Cuba le dedica a su prensa (14 de marzo), para reconocer a quienes ejercen el periodismo, sí, pero también a lectores, radioyentes, televidentes y cibernautas: destinatarios con total derecho a la verdad.
* Acceda al discurso de Miguel-Díaz Canel Bermúdez durante la clausura del IX Congreso de la Upec
* Lea aquí lo que considera Granma, al respecto:
http://www.granma.cu/granmad/2011/07/08/nacional/artic11.html ,