¿Se sorprendería si le dijera que en solo tres horas las más de cinco mil capacidades del teatro Karl Marx de La Habana pueden agotarse? Tal vez me responda que eso no se concibe ni en una buena película de ficción.
Dicha hazaña sucedió el martes 30 de enero, cuando se vendieron las entradas para el concierto de Leoni Torres del próximo 3 de febrero en el escenario de los grandes eventos.
A las doce del día de ese martes en las taquillas del centro cultural capitalino ya no había nadie, ni siquiera existía la presencia de un cartel para informar que las papeletas estaban agotadas y mucho menos uno que anunciara la presentación del cantante camagüeyano.
El desconcierto de quienes llegaban al lugar era grande. Entre todos se miraban y se escuchaba una pregunta generalizada: “¿hoy no vendían las entradas?”. La cara de asombro era similar en cada uno cuando se ponían al corriente de que no quedaban tickets.
Algunos valientes se acercaron a averiguar con un empleado del teatro que estaba en una puerta al costado de la taquilla. El señor afirmaba que ya los boletos habían sido vendidos.
“Leoni tiene público, pero esto es demasiado”, expresaban algunos. En ese minuto una de las personas que había llegado tarde, la cual se había desaparecido por un instante, se acerca a otra y le comenta: “Oye, parece que sí se acabaron de verdad, dice el parqueador que la cola era larguísima; pero ya yo conseguí dos localidades, están a siete pesos”.
Un “módico” precio de siete CUC, casi al mismo monto del cover de este artista en la Casa de la Música de Varadero. Entonces, es cuando obligatoriamente se genera una idea algo “traidora”, a la que le suplicamos “no sea tan abusadora”, en quienes asistieron a la compra de las entradas: ¿las papeletas se agotaron por los revendedores que las guardan “para que un día vuelvas” a tratar de adquirirlas por la vía alternativa, “y todo esté en orden”?
Nadie duda del talento de Leoni Torres y su facilidad de atraer un gran número de fanáticos, pero ¿en tres horas, cinco mil capacidades?, ¿es que quienes fueron a comprar las entradas estaban allí llenándose de un “amor bonito” y matando la “soledad”? o, lo más triste, ¿los revendedores aparecieron para trabajar aprovechando la situación?
Si es cierto que las entradas se vendieron o no, será difícil saberlo; pero situaciones indignantes como esta se hacen cada vez más frecuentes y el freno parece estar descompuesto, sin un líquido eficaz que lo haga funcionar. Mientras tanto, los revendedores hacen su trabajo y, aprovechando la cuestión, continúan con el buen negocio gracias a un desmedido Idilio con la reventa.
Jorge Luis Coll Untoria / Cubadebate