Las horas de una tarde son cortas para escuchar hablar a Ambrosio Fornet. Y, esa sensación, recurrente, volvió la segunda mitad del pasado día siete de febrero, cuando Pocho (así llamado por las personas más cercanas) recibió el Premio Pablo, a la obra de toda la vida, en el Centro de Estudios Martianos, después de haber presentado minutos antes, en el Salón de Mayo, del Pabellón Cuba, Memorias insulares (Ediciones Extramuros, 2017), su más reciente libro.
Emocionado, en este segundo momento, por las palabras de Víctor Casaus, quien subrayó del erudito “la agudeza de su pensamiento crítico que nos ha ayudado a pensar con cabeza propia los problemas de nuestro tiempo, la consecuencia de su práctica intelectual a lo largo de estos años, su sostenido e intenso aporte a la cultura revolucionaria de la Isla, Ambrosio (con la sencillez que le caracteriza) preguntó: ¿Por qué un premio tan inmerecido? Y, en voz alta, reflexionó:
“Tengo la impresión de que si lo merezco no es solo por mis vínculos con la tradición cultural que el Centro Pablo de la Torriente defiende y promueve, ni por mi vinculo espiritual o intelectual con el propio Pablo de la Torriente Brau, al que vengo estudiando y admirando desde que empecé a escribir sobre literatura cubana, sino también por un vínculo que nos une a los dos, y a todos, que es el vínculo con Raúl Roa, la persona que sirve de nexo, no solo generacional sino también espiritual, con esa cubanía que resurge a partir del triunfo de la Revolución”.
En la Revista Cuba —añadió— yo publiqué un trabajo que se llama “Fin de las palabras” del camarada Roa, es una larga entrevista donde él habla de lo humano y lo divino, y es algo que a Víctor le gustó mucho. Y yo le dije: te voy a conseguir un ejemplar. Eso fue lo que me dio la idea del vínculo entre todos. Porque a Pablo nos une el hecho de que también Roa fuera un admirador de Pablo y, a la vez, un amigo, guía espiritual de la nueva generación de jóvenes escritores revolucionarios.
Memorias insulares
Como editor, crítico y ensayista Ambrosio Fornet tiene una extensa e intensa obra. Entre las más conocidas está su monografía El libro en Cuba y su colección de ensayos Narrar la nación. Sus aportes al cine también son significativos y entre ellos sobresale el guion que escribió para la película Retrato de Teresa, de Pastor Vega. Todo su quehacer, sin embargo, tiene un gran hilo conductor, la relación de la cultura con el medio y viceversa, como dijo en sus palabras de presentación a Memorias insulares el escritor Arturo Arango.
“Ambrosio se muestra preocupado por el riesgo que corre al reunir esa ‘amalgama de propuestas ensayísticas y periodísticas’, esos textos ‘tan disímiles entre sí’, ‘este inclasificable repertorio de propuestas’, insiste, casi como quisiera alejar al lector de este centenar de páginas, ‘¿A qué conjunto de inquietudes responden’, se pregunta, ‘¿A qué público se dirigen?’”, especificó el también coguionista del largometraje Café Amargo. Y agregó:
“Como el excepcional editor que es, sabe que necesita dar a la totalidad ‘cierta coherencia temática y discursiva’, y la encuentra en esas obsesiones o ideas recurrentes que lo han hecho volver, a lo largo de varias décadas, sobre asuntos a los que ha consagrado gran parte de su obra: ‘Ciertos rasgos de nuestra historia, los vínculos de nación e identidad, el movimiento editorial cubano y, desde luego, la relación de la cultura con el medio y viceversa’”.
En su texto de presentación, titulado Ambrosio o de la coherencia, Arango también describe sus vínculos con Ambrosio, desde alrededor de 1976, e insiste en que “como en este libro, los fundamentos de su magisterio descansan sobre esa cosmovisión a la que ha sido consecuente a lo largo de su vida.
“Si una de sus obsesiones es la relación entre la cultura y el medio, ello ha implicado la atención constante a las circunstancias, la adecuación de su pensamiento a los nuevos desafíos a los que se enfrentan hoy la literatura, la identidad, la sociedad y la nación misma. No me parece para nada casual que, al menos en dos ocasiones, en este nuevo libro Pocho nos recuerde los títulos con que Carlos Loveira encabezó las dos partes de su Generales y doctores: ‘En días de fe y heroísmo’ y ‘En días de incertidumbre y desconcierto’”.
Y concluye Arango: “Como el mismo Ambrosio reconoce, de manera explícita o implícita, en estas Memorias insulares, su cosmovisión procede de su origen bayamés, de las lecturas que realizó en la adolescencia y la juventud, de sus experiencias en La Habana de los 40 y los 50 del pasado siglo, de su paso por circuitos intelectuales y académicos de otros países del primer mundo, y toma su forma definitiva luego de 1959, cuando regresa a Cuba por el triunfo de la Revolución”.
Este mismo Fornet “ya hace tiempo que sabe sobrevivir, e identifica los riesgos que enfrenta, que enfrentamos: son esencialmente los mismos y están colocados en circunstancias más difíciles. Con las preguntas que dan fin a este libro, con las dudas que hoy desvelan a Ambrosio Fornet, nos está llamando a “no quedarnos con los brazos cruzados”. Y esa es otra de las claves de su pensamiento: concebir que la labor intelectual es una forma de acción, y que sin ella será imposible sostener la soberanía nacional y alcanzar la emancipación de las personas”.
Por otra parte, para Norberto Codina, director de La Gaceta de Cuba, “desde la primera palabra de este libro, tras la aparente candidez de la infancia o la noble pasión de recrear la historia o el oficio de editor, confirmamos que no hay nada inocente, nada que no esté comprometido, incluso en sus errores o contradicciones, con su condición de cubano, hombre de la cultura e intelectual revolucionario, que como es natural tiene su correlato en estas prosas que nos ‘remiten al núcleo aglutinante de la Nación emergente’, lección renovada que nos acompaña de su magisterio”.
Tras estas presentaciones, Ambrosio, en tono jocoso dijo: “Ya ven, me han conmovido y me han creado una profunda preocupación, porque en todo el tiempo que he estado oyendo a los compañeros, no se me ha quitado de la cabeza un inconveniente que tengo, aprenderme en los próximos meses lo que ellos me han dicho aquí”.
Y agregó, con sabia hilarante: “Yo puse algunas condiciones para la presentación de este libro. La primera: solo debían asistir amigos brillantes, que no se atrevieran a hacerme alguna crítica, que solo hicieran elogios; y eso se ha cumplido generosamente. La otra tenía que ver con el problema territorial, pero Arturo me ha creado un serio problema cuando dijo que en su época Veguitas era territorio manzanillero.
“Cuando yo nací, Bayamo tenía siete barrios, unos urbanos y otros suburbanos como Veguitas. Y ahora me encuentro con que se anexó otra parte manzanillera al barrio de Veguitas. De ahí que pensé que Veguitas de Bayamo era una buena forma de identificarse con precisión. Lo cierto es que siempre pensé que Veguitas era un nexo, un vínculo no solo territorial sino espiritual y cultural con Manzanillo, no solo porque mi abuela paterna era de Yara, sino porque el abogado Carlos Manuel de Céspedes era tan manzanillero como Bayamés. Una buena parte de su trayectoria profesional y humana se desarrolló en Manzanillo.
En otra palabras, zanjó Pocho, mi vínculo con estos territorios y con estos dos jóvenes que tengo a mi derecha, cuya lucidez y generosidad no tengo porque encomiar, porque me han dado prueba suficiente de ello, son conmovedoras y si por algo me alegra haber escrito y publicado este libro no es solo para conocer editores tan brillantes como Margarita y Lourdes, sino porque ustedes que consideraban que yo era cualquier cosa, ahora resulta que han descubierto que no. Agradezco a todos, me doy cuenta de que son pocos pero son escogidos. Hasta la próxima”. (Risas y aplausos).
Por Flor de Paz / Cubaperiodistas
Agradezco a Cubaperiodistas que me proporcione la felicidad de ver, aunque sea en fotos, a Ambrosio y a Silvia, dos personas especiales a quienes admiro y quiero mucho. Más que merecido el Premio Pablo. Un fuerte abrazo para ambos, de la manzanillera María Grant