El tiempo les robó la juventud, hoy sus pasos son lentos y sus manos temblorosas; pero les queda el ímpetu por el cambio, por hacer más cada vez mejor.
Cada septiembre llegan hasta el semanario Sierra Maestra, el periódico en existencia más antiguo del país, para hacer sugerencias y contar anécdotas de los tiempos en que la propaganda revolucionaria podía costar la vida.
Muchos se reunieron después del triunfo revolucionario porque no se conocían entre sí, Isabel Xiomara Tamayo Ríos, una de sus fundadoras recuerda aquellos tiempos de la clandestinidad.
“Mi sueño era ser maestra y con ese empeño logré entrar en la Escuela Normal en el año 1953. Ya muchos jóvenes luego del golpe de estado de Batista en el 52, habíamos dado muestras de repudio al dictador; por eso desde el primer momento me vinculé a los estudiantes que proyectaban huelgas, manifestaciones, colocación de bombas, y más.
“Fue a través de una compañera que me contactaron para integrar una de las células de propaganda, y a partir de entonces la actividad específica que yo realizaba estaba dentro de este ámbito que tenía muchas facetas, aunque mi función era la distribución. Esta era una actividad completamente clandestina y a veces solo conocíamos los sobrenombres y los lugares a donde teníamos que llevar los boletines.
“Veíamos solo algunas caras de la cadena y es curioso, porque al cabo de los años muchos nos hemos encontrado y percibido que compartíamos las mismas actividades, sin saber en que estaba cada cual, porque la discreción era muy importante.
“Yo nunca estuve en la tirada como tal del periódico, lo mío era recoger, envolver y entregar. Escondíamos los boletines debajo de unas sayas de vuelos que estaban de moda en la época, las cuales había que ponérselas con sayuela; la mía en particular tenía dos bolsillos muy grandes cosidos en cada lado, y ahí colocábamos los periódicos sin doblar después de contarlos, para trasladarlos de un lugar a otro. Eran cientos los boletines que movíamos.
“Uno de los lugares en los que trabajamos fue en la calle Enramadas cerca del Correo Central, donde había una pequeña cafetería; y en la parte de atrás teníamos una guillotina para picar los boletines y los preparábamos en paquetes.
“El peligro mayor de ese lugar era que no tenía salida al exterior y al lado estaba la guardia rural que cuidaba el correo. Como arma de defensa solo teníamos una pistola que estaba escondida dentro de una lata de galleticas. Ese lugar desgraciadamente se “quemó”, luego de la huelga de abril cuando se recrudece la búsqueda de revolucionarios.
Por otra parte, a sus 83 años Julio Quiala recuerda los días difíciles de su juventud en los que coquetear con la muerte era habitual:
“Con 23 años de edad, de pronto me vi en aquel mundo de la propaganda contra la tiranía, imprimiendo documentos en el mimiógrafo del Colegio de Maestros Normales y Equiparados, donde había una dirección revolucionaria, entre ellos Frank País García”
Fue desempeñando esas funciones en el área de comunicación en dicho colegio, que a decir de Julio Quiala, llegó el Sierra Maestra a él “pues imprimiendo esos documentos que se distribuían en la clandestinidad, de la dirección llegó la indicación de que se imprimiera en el encabezado unas montañitas y el nombre Sierra Maestra y la importancia no radica en cuando fue, sino en el significado para el movimiento revolucionario, era como una extensión de la gesta que se libraba en las montañas”.
De esta forma el joven combatiente entró definitivamente en la historia del periódico provincial activo más antiguo del país, o lo que es lo mismo, entro en la historia de la Revolución cubana; el mulato Quiala, que soñó de adolescente con ser abogado para defender desde la justicia a los de su clase, víctimas del racismo que carcomía a la sociedad neocolonial, finalmente nunca estudió derecho, sin embargo puso su vida en peligro por la libertad de todos lo cual hizo más grande su entrega por los suyos.
Ya han transcurrido 60 años de la creación y de la altura de los años Isabel y Julio reflexionan:
“Estamos satisfechos del actuar del colectivo joven y calificado del periódico, los llamo a que sigan cosechando éxitos y premios como hasta ahora, para que la historia de Sierra Maestra se siga enriqueciendo, una historia de la que nos sentimos orgullosos los fundadores”.
“Ahora es posible leer, buscar y realmente encontrar lo que está ocurriendo en el territorio sin que se deje de decir lo bueno y lo malo; tenemos un periódico más crítico, más al alcance del interés de la población que espera siempre una respuesta y un seguimiento a los hechos, y que confía en la publicación”, y finalizaron diciendo:
“Por eso a las nuevas generaciones de periodistas y otros trabajadores del rotativo, les recomiendo que sean valientes y que actúen de acuerdo con lo que la realidad les está pidiendo. Hay que ser honestos, responsables, trabajar duro y estar muy bien preparados, porque todo el mundo no ve la realidad de igual modo. Además de comprobar, constatar la información para no equivocarse y lograr estar cada vez más cerca del pueblo”.
Yamilé C. Mateo Arañó/Cubaperiodistas