Se llama elementos compositivos —antes se les decía seudoprefijos— a las voces griegas o latinas que, sin ser verdaderos prefijos, entran en la formación de vocablos compuestos. Son muchísimos.
El pequeño guion que se usa delante o detrás de estos elementos, y también de los prefijos y sufijos castellanos, indica dónde se coloca la palabra; a veces se emplea delante: onomatopeya, semicírculo…; indistintamente delante o detrás: microbio, biodegradable…; en el centro, como engendrar y, en ocasiones, se combinan dos o más de esos elementos, como puedes apreciar en orto + grafía.
El grupo onoma-, -onimia y -ónimo significa “nombre”. Con ellos se forman palabras como seudónimo, anónimo, onomástica. También sinónimo, antónimo, homónimo, parónimo, topónimo, hiperónimo e hipónimo.
Ejemplos interesantes son las raíces –bio- —que significa “vida” y se emplea en Biología, anfibio, biografía, microbio, Bioquímica— y –gen- —que significa “origen” y se emplea en genética, origen, generar, engendrar, ontogenia, transgénesis. Con el desarrollo de las ciencias de la vida en estos tiempos, con frecuencia surgen nuevas palabras que llevan estas raíces.
También resulta interesante el elemento compositivo biblio, que procede del latín biblíon, “libro”, cuyo plural es biblia. Por eso, en el siglo XIV, comenzó a utilizarse este último término —Biblia— para designar la “colección de los libros sagrados de los hebreos”. Con esta raíz se forman muchísimas palabras en español como bibliófilo, bibliografía, bibliomanía, biblioteca, bibliotecario, incluso, algunas muy modernas como bibliobús.
Estos elementos compositivos son la forma más natural para formar nuevas palabras en nuestra lengua, heredera del latín y, a través de este, del griego. Aunque los préstamos han existido siempre, esta manera de crear nuevas palabras resulta la más tradicional. ¿Quién imaginaría que un vocablo tan moderno como televisión tiene su origen en una antiquísima raíz griega? Pues sí, tele significa “lejos” y contribuye a la formación de palabras como telégrafo, telescopio, telepatía.
Otros elementos compositivos muy usados y cuyo significado todos conocen son: aero, antropos, auto, ciclo, cosmo, cracia, cronos, demo, etno, foto, gastro, geo, grafía, hemo, hidro, hetero, homo, micro y macro, neo, necro, paleo, seudo, termo, zoo y muchísimos más, pues la lista es realmente interminable.
A veces se combinan entre sí dos o más elementos compositivos; por ejemplo, la raíz orto que significa “correcto” se usa en ortografía, ortopedia, ortópteros (de -ptero, “ala”), voz que designa a un grupo de insectos de alas derechas, como los saltamontes y los grillos. Otras combinaciones muy usadas y formadas a partir de dos elementos compositivos son: democracia, etnografía, hemiciclo, paleolítico y otros.
Ahora bien, no podemos olvidar que en todos los casos, las palabras creadas se escriben siempre juntas
En verdad, si analizamos los vocablos que usamos en nuestra vida cotidiana, nos podemos dar cuenta de qué útiles resultan y cuánto empleamos estos elementos compositivos. Ello nos permite comprobar una vez más que las llamadas lenguas muertas, el latín y el griego, no están tan muertas como pudiera creerse, cuando tanto de ellas sobrevive en nuestra cultura y, por supuesto, en nuestro idioma.
Es por eso que resulta muy importante conocer la existencia de estos elementos compositivos y tenerlos en cuenta cuando aparece una nueva realidad que nombrar, pues encajan mejor con nuestro idioma que los anglicismos.